Afroféminas

Chola soy y no me compadezcas

¿Dices que soy triste? ¿Qué quieres que haga? ¿No dicen qu’el coya/chole es sin alma, qu’es como las piedras: sin voz, sin palabras, y llora p’adentro sin mostrar las lágrimas?
Acaso ¿no fueron los blancos venidos de España que nos dieron muerte por oro y por plata?
Entonces qué quieres, qué quieres que haga,
Que me ponga alegre como día de chaya/fiesta,
Mientras mis hermanos doblan las espaldas
por cuatro centavos que el patrón les paga.
Quieres que me ría,
mientras mis hermanos son bestias de carga
Llevando riquezas que otros se guardan.
Quieres que la risa me ensanche la cara,
Mientras mis hermanos viven en las montañas como topos,
escarba y escarba, mientras se enriquecen los que no trabajan.
Quieres que me alegre, mientras mis hermanas van a casas de ricos
Lo mismo que esclavas.
Chole soy y no me compadezcas.

Adaptación de las letras extraídas de la popular canción peruana de Luis Abanto Morales “Cholo soy” basadas en el poema de Boris Elkin “No me compadezcas” donde se menciona a los coyas, población  indígena del altiplano boliviano, chileno, peruano y argentino (este último de donde proviene el poeta).

Escribo como andinedescendiente que tuvo su primer encuentro frontal con el racismo al  llegar hace 10 años a tierras andaluzas. Escribo para sanar y honrar a mis hermanes de la  asociación Abya Yala y mis amautas del Colectivo Ayllu, y por supuesto, a mi familia  andina en Sevilla, sin quienes su presencia, compañía y aprendizajes en colectivo no  hubiese sido esto posible. No pretendo hacer un análisis riguroso pero sí un  desentrañamiento: 

¿Qué ha cambiado desde el fatídico 12 de octubre de 1492? Mucho y nada, ser indio sin  alma, ser negro bestia de carga, no ser humano, que se nos ponga a prueba, que se nos  inserte en los parámetro eurocéntricos del ser hombre y humano, para otorgarnos la  dignidad, para otorgarnos derechos. ¿Qué ha cambiado? Pasamos de los derechos del  hombre como ciudadano en su mundo blanco-burgués y en pleno surgimiento del  capitalismo a… ¿los derechos humanos? Y aún en ese punto nos siguieron preguntando  ¿eres humano? ¿por qué mejor no eres blanco? 

Quisieron meter contenidos en nuestros cuerpos como “almas vaciadas” introducirnos bajo  tortura y fuego el evangelio de un Dios antropomórfico. ¿Qué tiene de emancipador  otorgarnos alma como condición de humanidad y derecho si luego nos obligas a obedecer  tus leyes y abstracciones mientras escupes sobre nuestros conocimientos y nos llamas  bestias e incultes -como si mi cultura necesitara de tu aprobación? 

No quiero que me incluyas en tu universalismo porque es el mismo que usaron los criollos, hijos tuyos, para prometernos mentiras y mantenernos en la opresión.  

Me pregunto si, realmente, como los progresistas blanques pensaron, será posible  descolonizar los derechos humanos si solo renunciáis de “lo malo”, es decir de todo un  proceso de colonización, para rescatar: “la fraternidad” y la “igualdad” como valores  universales, otra vez. Como si la colonización no fuese condición necesaria de aquello que  quieren rescatar. Y asentados estos, además y crucialmente desde la individualidad. El  individualismo del ser humano, en su concepción de libre y racional se contrapone y  superpone a la colectividad del que nuestres puebles ancestrales, vienen salvaguardando,  a pesar de una historia de exterminio y apropiación. 

Si yo quisiera aceptar tus acuerdos racistas en los cuales piensas salvarme de mi  subdesarrollo e introducirme en tu mundo blanco donde parte de mi cruel historia la  reduces a una discriminación individual por raza que luego renombraste como una pseudo característica, y así poder decir que “me diste derechos, cultura y conocimiento”. Entonces  no lo quiero. 

Los derechos humanos también es colonialismo. No quiero tus derechos si para ello debo  embuir tu eurocentrismo, tus abstracciones universalistas, tu liberal capitalismo, y tu  sistema moderno colonial y racista. 

Pongámonos un pelín riguroses. Sucede que, en los derechos humanos, y en general los  organismos internacionales en defensa de derechos solo se concibe un aspecto del  racismo, el más popular: dentro del principio de igualdad y no discriminación que como  indican sus términos buscan eliminar la discriminación por raza, etnia, religión, y más. Esta  concepción de racismo es tan escueta como delimitar el racismo a la conducta individual  de una persona, la misma que al discriminar se la considerará intolerante o retrógrada. Y  eso es sólo un racismo moral, quizá el más visual y fácil de reconocer y también asumido  dentro del paquete de discriminaciones posibles. Es decir, la raza, motivo en el cual se  basaría el racismo, es descrita como una característica o cualidad intrínseca a una  persona que la hace susceptible de ser discriminada, punto. 

Según esta descripción de racismo, bastaría con que se cumpliesen los derechos  humanos para asegurarnos el fin del racismo. Y, sin embargo, quiero que nos  introduzcamos en la problemática de lleno intentando responder esta pregunta: ¿Es  posible respetar los derechos humanos y seguir ejerciendo racismo? 

Sí, porque tanto racismo como derechos humanos son hijos de un mismo modelo  civilizatorio anclado en la modernidad. Tal es así que los proyectos emancipatorios de las  colonias se sirvieron de los derechos del hombre, en cuanto a los principios universales de  igualdad y libertad a la vez que mantuvieron estructuras de funcionamiento coloniales y  racistas. El nacionalismo de los criollos, donde una pequeña aristocracia blanca asume  una victoria y un pesimismo a la vez, no con su clase, sino con el “resto” del país, a un  pueblo que veían inculto, no-civilizado e irremediable, seáse la población india, chola,  negra, amazónica, aquelles que no formamos parte de la reducida élite blanca criolla.  

Los ejes de estudios puestos en la aristocracia, la blanquitud y el criollismo nos sirven para  visualizar la estructura de los Derechos Humanos, con bases en el pensamiento cultural de  occidente y la filosofía liberal y para lo cual nos movilizaremos mentalmente a Europa para  completar el recorrido del pensamiento estructurante 

Quiero decir, que el pensamiento liberal que impulsó un modelo en defensa de la  individualidad, la libertad y autonomía, séase los derechos civiles, así como la igualdad – entre individualidades- fue defendido solo para aquellos considerados en su totalidad seres  humanos adultos, racionales y funcionales para la libertad. Quien no cumpliese esos  requisitos en un contexto de la Europa ilustrada, dejaba fuera a gran parte de la población  humana, con lo cual se excluía de derechos a los niños/as, a las mujeres, diversos  funcionales y a quienes eran considerados salvajes e incivilizados por la cultura europea,  los colonizados/racializados por no ser personas blanco-europeas.

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Junto a la construcción liberal del derecho, se encuentra la matriz judeocristiana de la  dignidad humana que está en la base de los Derechos Humanos, esta dignidad que dota  de humanidad es la misma que antaño durante las expansiones coloniales, se sirvieron  para otorgar o negar humanidad y que sirvieron tanto para esclavizar como para justificar  la colonización por medio de la evangelización de almas. Esta deshumanización o proceso  de humanización civilizatoria permanecen en las estructuras actuales de estas sociedades  demócratas liberales en las que persiste el racismo porque forma parte de su construcción  histórica. 

Tanto los derechos, como la dignidad son conceptos escolásticos de la Europa medieval,  que se extienden y legitiman a través de organizaciones internacionales que defienden los  derechos humanos, y sin embargo lo que en realidad se defiende es la supremacía blanca,  en cuanto la prevalencia y superposición de una producción cultural occidental y europea  sobre el resto de territorios colonizados. 

Si tras 1948 se declaró la humanidad de todo ser por el hecho de ser humano, nunca se  hizo realmente extensiva, ni se llegó a respetar vidas humanas más allá de los límites  etnocéntricos, patriarcales, coloniales, cisexistas y acistas porque justamente la matriz de  los Derechos Humanos tiene esa fundamentación. 

¿Pero entonces, es que no queremos derechos? ¿O es que nos vienen negando y  cuestionando la humanidad desde siempre [el siempre inserto en la línea de tiempo lineal  eurocéntrica, desde que se dieron cuenta que había otro continente]? 

Cada vez que un blanco o una blanca, un policía, un funcionario público nos mira de arriba  abajo como cuestionándose si darnos su aprobación, me pregunto si realmente nos  conciben con la misma humanidad. Y, cuando por fin “nos la dan” se sienten aún mejores  puesto que nos lo han otorgado, y son entonces mejores personas, mejores seres  humanos, ironías de la historia. 

Esta primera aproximación del entramado derechos humanos y racismo, nos acerca a un  problema estructural e histórico complejo que intenta dar luz a aquello que el sistema  moderno capitalista no quiere dejar ver, pues son sus propios cimientos. El racismo y el  colonialismo es la estructura de la que se sirvió y a día de hoy se sirve este sistema para  mostrar en los Derechos Humanos su cara más amable y conciliadora, una manera muy  cristiana de expiar la culpa del Norte con el Sur, de personas blancas con racializades. 

Coca quintucha, hoja redonda /Coquita bonita de hoja redonda
Qamsi yachanki ñoqap vidayta /Tú que conoces mi vida,
Kay runap llaqtampi waqallasqayta / lo que lloro en tierra extrañas
Qamsi yachamki ñuqap surtiyta / Tú conoces mi suerte
Kay runap llaqtampi llakillasqayta / lo que padezco en otros lugares.

Extraído del huayno popular puquiano “Coca quintucha” en el cual el migrante puquiano conversa con la hoja sagrada en su lengua materna.

Triksia Chinchay junto a su Ayni


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