Afroféminas

El negro de la casa

Stephen, el esclavo más veterano de la plantación de Calvin Candie, el villano de la película «Django Desencadenado»

Trabajo más de veinte horas a día. Lo sé, porque mi Taita me enseñó a contar el tiempo según la posición de las gotas de rocío sobre las plantas. Y mi cántaro está tan seco como mi garganta. Los callos de las manos aran la tierra y mi sudor enjuga el dulce y preciado algodón, que cuido de no ensuciar con mi sangre.

Trabajo más de veinte horas al día, por un poco de ajiaco y agua con azúcar. Y si tengo suerte, un buen trozo de tierra seca en el barracón, donde poner mi estera, y descansar la espalda. Pero a mí eso en el fondo no me molesta, porque desde que aprendí a decir ‘’Su mercé’’, sin protestar, los latigazos ya no tocan mi piel. ‘’Si, su mercé’. ‘’ ¿Dónde quiere ponga nuestro costal de harina, su mercé?’’. ‘’ Esos negros no saben ver lo generoso que es su mercé’’. ‘’Tobías le dirá a su mercé donde se esconden esos malagradecidos’’. ‘’ Tobías será un negro bueno, su mercé’’.

Mi nombre es Tobías. Se que los demás negros del barracón susurran cuando yo paso, y murmuran palabras en patuá que no voy a repetir. A su mercé no le gusta que hablemos en otras lenguas. Pero a mi no me importa lo que esos negros piensen de mí. Cada vez que Tobías es un negro bueno, el mayoral le da un poquito de aguardiente.

Me llamo Tobías, porque fue el nombre que el amo me dio cuando me sumergieron en el rio hasta la cabeza. El peor de todos los negros es Ta’ Julián. Dice que no le llamen así, que le llamen Abdoulaye. Como su padre que fue cazador, y el padre de este también. No deja que nadie lo llame de otra manera. Ni siquiera el amo, que le cortó un trozo de mano, por insolente. Que negro más bruto, cará. Fíjate en mí. Aún sueño en secreto con el nombre que las estrellas sacaron, cuando Oloffin me mandó a la tierra.  Pero no me falta naidita, de ná. Porque el amo me puso Tobías, y al amo no se le puede desobedecer.

Ese Ta` Julián se ha escapado dos veces al monte, allá donde se esconden los cimarrones; y siempre terminan cogiéndolo, y cada vez el castigo es peor. La última vez lo tuvieron siete días al cepo sin probar bocao.  Que negro mas bruto, cará. Con lo bien que se está cerquitica del amo. Calientico y seguro.

Nunca lo he dicho en voz alta, pero Tobías tiene un sueño. Un día, cuando el mayoral andaba entretenido intentando violar a una criollita en los cañaverales, me metí sin que nadie me viera en el camino que da a la gran casona. Me asomé en la ventana, y vi como la mesa estaba servida con tanta comida que alimentaría a todo el batey durante muchos soles. Lo juro por tó. Los negros de la casona son otra cosa; esos mulatos no visten con los harapos que tengo que llevar yo. Se visten parecido al amo. Eso si que es clase. Se que si me comporto como es debido, su mercé me llevará a vivir a la gran casona, y ya esos negros zarrapastrosos no podrán reírse nunca más de mí. ¡El negro de casa, si señó¡.

Por hoy mi jornada de veinte horas al día se está acabando. Lo sé, porque ya asoman los punticos brillantes en el cielo, y las llagas de mis pies, están supurando liquido maloliente desde hace buen rato. Trabajo mas de veinte horas al día. Solo queda un día más Tobías. Solo queda un día más.


Dayana Catá

‌Educadora especial y escritora. Ante todo humana, negra, cubana, mujer y activista. Todo en ese orden y con el mismo grado de intensidad.


Salir de la versión móvil