Afroféminas

El color del arte

Rhode Bath Scheba

El color, es la palabra más usada para diferenciarnos de los demás, para vestirnos, incluso para catalogar los problemas. ¿A quién no le suena la frase, “depende del color con el que lo veas”? O quién no ha dicho eso de “ni todo es negro, ni todo es blanco”; o “siempre hay una escala de grises de por medio”. La superstición se ha cebado siempre con el amarillo y el rojo; a la hora de vestirnos dicen que los rosas y los verdes no combinan bien; y la cantidad de colores azules existentes son casi inclasificables. 

Pero, más allá de todas esas creencias y palabrerías, se podría decir que el color sin connotaciones negativas es el emblema por excelencia de las diferentes culturas. Este es el caso de la cultura africana, donde el culto por los cromatismos es una de las características principales del arte pictórico y como tal, se ha ido transmitiendo de generación en generación, traspasando fronteras hasta tal punto que los afrodescendientes continúan conservando esa rendición hacia ellos.


SUSCRÍBETE A PREMIUM AFROFÉMINAS


Los artistas plásticos africanos, a través de sus lienzos, esculturas y performance, se han encargado de que este legado no quede en el olvido. Para muestra clara el trabajo de grandes artistas como la sudafricana Gladys Mgudlandlu (1922-1973), el mozambiqueño Valente Malangatana (1936-2011),  o el nigeriano Twins Seven-Seven  (1944-2011). Trabajos que han quedado grabados en la historia para aquellos y aquellas que se iniciaron y se iniciarán en el arte africano contemporáneo en todos los continentes.

Algunos lo llaman estilo étnico o tribal, otros prefieren llamarlo arte con mayúsculas, y es que la mera captación de las figuras, los colores llamativos de la tierra, las costumbres, las sensaciones y los estampados no están al alcance de cualquier ojo. Llama la atención, como los nuevos artistas que en gran parte no han crecido en África, sino en países americanos y europeos, conservan ese flechazo por el color y logran plasmar en el lienzo aquel arte ancestral de manera casi equivalente y con la misma viveza.



Si en un principio la mayoría de los que se dedicaban a transmitir este estilo pictórico eran hombres, en la actualidad son muchas las mujeres que están pisando fuerte en este sector. Desde los años 70 hasta ahora, las artistas femeninas afrodescendientes han logrado colocar una pica en un terreno tan movedizo y tan de hombres como es el arte.

Las galerías y los museos, no dudan en mostrar el trabajo de ellas, las mujeres que impactan con sus cuadros  de grandes medidas, que emulan el arte rupestre como es el caso de Augusta Asberry, las  performance de la congoleña Rhode Bath-Schéba Makoumbou, o la representación de la raza y el género de la artista norteamericana Kara Walker.



No hay feria global que no contenga algún rastro de los colores de África entre sus pasillos, como es el caso de Otobong Nkanga, artista plástica nigeriana que ha logrado que sus creaciones se sitúen en citas internacionales como la Biennale de Venezia o en ArcoMadrid. Y son ampliamente reconocidas por la crítica en general con prestigiosos premios como la Beca MacArthur, en el caso de las etíopes Julie Mehretu y Aida Muluneh, o de la norteamericana Carrie Mae Weems.

Todas ellas hablan y se expresan con el color, pero no como una banalidad, ni con supersticiones al canto, sino para recordarnos las incontables tonalidades y coloridos de los antepasados; para expresar el arte de antaño con lo contemporáneo; y para que sobre todo no se nos olvide lo hermoso de tener unas raíces de tantas vivezas.


Angélica Méndez

Madrid

Salir de la versión móvil