La reciente afirmación de la edil de Cultura de Zaragoza, Sara Fernández (PP), de que las Fiestas del Pilar se «limpiaron» de manteros, contrasta con la difícil realidad de aquellos que sobreviven en las márgenes de la sociedad en la ciudad de Zaragoza. Bajo la pasarela del río Huerva, varias personas y algunas familias viven en tiendas de campaña, enfrentándose a la falta de recursos básicos, falta de higiene y un abandono vergonzante.
Los manteros son apartados de las calles, a menudo para evitar «afecciones» estéticas a las fiestas, pero se les empuja más aún a la marginalidad, la falta de recursos y de hogar. La persecución de los manteros es un síntoma de un problema más amplio: la desigualdad estructural, que afecta especialmente a migrantes y personas sin hogar.
En lugar de perseguir a los vendedores ambulantes que buscan ganarse la vida, las autoridades deberían centrar sus esfuerzos en combatir la desigualdad social que empuja a muchas personas a vivir en la calle. Mientras que los espacios públicos celebran eventos y comercio, se ignora a aquellos que luchan por acceder a una vivienda digna.
Zaragoza es un trampantojo, una careta de prosperidad, que esconde bajo los puentes a decenas de personas en situaciones límite que deberían darnos vegüenza como sociedad.