Afroféminas

El camino de la sexualidad de las mujeres hasta el siglo XXI


La libertad de las mujeres para ejercer su sexualidad como ellas quieran es algo relativamente nuevo. Desde las primeras civilizaciones, ha existido un control de organismos superiores y de los hombres sobre el cuerpo y el placer de las mujeres.

En la Edad Media, la sexualidad estaba principalmente bajo los mandatos de la Iglesia. La masturbación femenina era considerada un pecado mayor; además, ese dominio se ejercía hasta el nivel de hacer llevar a las mujeres un cinturón de castidad: se trataba de una especie de calzón de hierro que se cerraba con llave y cuya finalidad era que las esposas no fueran infieles a sus maridos.

Cabe destacar que la única posición sexual apropiada por la institución eclesiástica era el misionero, puesto que era considerada la mejor para que la mujer quedase embarazada.

Lo cierto es que, desde la antigüedad, las mujeres han sido valoradas por la sociedad como “incubadoras de hijos”, su función en el sexo era gestar a la descendencia y, además, debían permanecer castas hasta el matrimonio. Hasta que se empezó a pensar en el placer de las mujeres y el propio poder sobre su cuerpo tuvieron que pasar siglos.

“La sexualidad femenina ha estado siempre muy escondida, siempre, porque claro, eran hombres los que hablaban de medicina, de biología… Entonces, ¿para qué van a estudiar algo que ellos no tienen y tampoco sirve para reproducirse?”, apunta Imma Sust, periodista especializada en sexualidad.

La historia de la libertad sexual de las mujeres

La libertad sexual de las mujeres comienza a ser visible en mayo del 68. Es en esta fecha cuando empieza una reivindicación en Estados Unidos con el Movimiento de Liberación de la Mujer. Dicho movimiento se extendió también por Europa. Uno de sus objetivos principales era devolver a las mujeres el dominio de su cuerpo.

El planteamiento feminista de la sexualidad de los años sesenta surgió en parte de los grupos de autoconciencia: se trataba de colectivos donde las mujeres podían hablar de sexualidad y se hacía ver a las participantes que se trataba de una cuestión política y no solo del ámbito privado.

En este movimiento se declaró el fin de la vinculación entre sexualidad y reproducción; se denunció que la sexualidad estuviera hecha por y para los hombres y se expuso públicamente a través de literatura, reportajes y estudios (como el Informe Hite, uno de los más notorios) que las mujeres de la época no disfrutaban cuando mantenían relaciones y no llegaban al orgasmo, algo que debía reivindicarse.

En el caso de España, el franquismo (1939-1975) supuso un retraso para la libertad sexual de la mujer que ya se estaba consiguiendo en otros países. La sexualidad pasó a ser controlada de nuevo por la Iglesia y, además, por el régimen. Desde los órganos de poder, se deslegitimó la idea de que existiera un deseo sexual femenino, se trataba de algo que calificaban de antinatural.

Finalmente, con el fin de la dictadura y los consiguientes cambios a partir de 1975, las mujeres iniciaron un proceso de avance hacia la consecución de derechos e igualdad en cuanto a sexualidad en España.

La nueva sexualidad, con patrones perpetuados

Con la llegada de la democracia se abre una nueva etapa. En 2023 una mujer española puede vivir su sexualidad libremente y han sido varios factores los que han propiciado este cambio: además de la reivindicación histórica, el crecimiento del movimiento feminista y el auge de los juguetes sexuales han conseguido un giro en la sociedad.

Sandra Bravo, también periodista y escritora especializada en sexo y feminismo, recalca que “se ha avanzado en el ámbito de la sexualidad de la mujer porque antes ni siquiera era un tema”.

Además, “el feminismo ha sido muy importante para nuestra evolución”, según comenta Sust. La periodista expone la idea de que, desde hace unos diez años, este movimiento ha ido sumando cada vez a más gente, inculcándoles valores igualitarios, también respecto al acto sexual y sus cuerpos.

Según el Barómetro de Juventud y Género de 2021 realizado por el Centro Reina Sofía, se ha incrementado el número de jóvenes feministas (entre 15 y 29 años): desde 2017 hasta 2021, el porcentaje de mujeres que se consideran feministas pasó del 46,1% al 67,1% y el porcentaje de hombres subió del 23,6% al 32,8%.

Por otra parte, el boom de los juguetes sexuales – especialmente del Satisfyer (o succionador de clítoris), que aumentó su venta en España un 1.300% en el segundo trimestre de 2019, como anunciaba Cadena SER – sirvió para que se normalizase hablar de masturbación femenina en el ámbito público.

“La aparición de un juguete especializado solo para el clítoris ya ha hecho que muchas mujeres de repente descubran que tienen un clítoris”, destaca Imma Sust.

Vista general de una tienda de juguetes sexuales, en Ciudad de México (México). EFE/ Sáshenka Gutiérrez

¿Qué nos dicen los datos sobre el panorama sexual actual? Según la investigación realizada por el Instituto de las Mujeres en 2019 a mujeres jóvenes de entre 18 y 25 años, el 50,9% de las entrevistadas consideraba “bastante importante” la sexualidad en su vida y un 35,2% mantiene conversaciones sobre sexo varias veces a la semana.

Sin embargo, Bravo puntualiza esta última cuestión: “Hoy hay libertad de expresión, todas podemos hablar. Ahora bien, a las mujeres se nos juzga y se nos estigmatiza por cómo vivimos nuestra sexualidad. El estigma de ser una puta puede afectar a todas las mujeres”, recuerda.

La periodista tiene la teoría de que, a pesar de que se pueda charlar libremente de sexualidad, al ser juzgadas por ello cuando lo hacen, las mujeres no van a “hablar tan abiertamente” y van a “cuidar qué dicen y, sobre todo, dónde lo dicen”.

A pesar de coincidir en que los tiempos han cambiado, ambas periodistas también comparten que todavía la sociedad debe avanzar en algunos aspectos: “Todavía no se han puesto en el centro cosas muy importantes como nuestro deseo, nuestra capacidad de decidir y de llevar el liderazgo, nuestra promiscuidad como algo que podemos abanderar con la cabeza bien alta… Es decir, la diversidad en la sexualidad femenina”, explica Sandra.

La masturbación femenina, de la historia al negocio

Incluso el origen de la masturbación también ha estado ligado al hombre. El primer vibrador electromecánico se inventó a finales del siglo XIX. Nació como respuesta a los médicos que demandaban un aparato que les sirviera para desarrollar la terapia contra la denominada “histeria de las mujeres” de manera más práctica y rápida.

La terapia que realizaban antes de la invención del aparato consistía en ejercer la masturbación a las mujeres para “curarles” el sentirse nerviosas, ansiosas o enfadadas y era la razón por la que los médicos decían sentirse agotados tras la práctica.

De hecho, existen investigaciones (aunque otras indican que no hay suficientes evidencias de ello) que concluyen que los doctores usaban la masturbación para tratar la histeria en las mujeres desde el período romano.

Esto finalizó en 1915, año en el que la Asociación Médica de Estados Unidos hizo una declaración pública en la que anunció que el uso médico de los vibradores era “un delirio y un engaño” y que los efectos de estos eran psicológicos y no médicos.

Tras este hecho, a partir de los años 20, las empresas de vibradores dejaron de publicitar sus productos de forma enfocada a los profesionales de la medicina y los empezaron a dirigir a las consumidoras como juguetes sexuales.

Desde ese momento, el negocio de los juguetes sexuales y de las sex-shops se ha ido expandiendo, teniendo como punto clave la pandemia de la Covid-19 y el consiguiente confinamiento, que sirvió para que las ventas crecieran: durante el aislamiento, un 57% de las mujeres usaron juguetes sexuales, según datos extraídos del estudio de la tienda erótica TENGA de 2020, realizado a 5.000 personas entre 18 y 54 años de diferentes países (con especial interés en Estados Unidos, aunque España también estaba presente en la muestra).

Paula Márquez 

EFEFeminista


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