El tribunal de la ciudad de Khimki, en la afueras de Moscú, realizó hace unas semanas la vista del juicio contra la estrella de baloncesto estadounidense y campeona olímpica y mundial Brittney Griner por posesión y contrabando de drogas. Desgraciadamente terminó con una condena de más de nueve años de prisión para la atleta.
Griner, de 31 años, doble campeona mundial y olímpica con su país, fue detenida en febrero pasado en un aeropuerto de Moscú por llevar un vapeador con cartuchos de cannabis en su maleta para tratar sus dolores crónicos de rodillas. El contrabando de drogas en Rusia se castiga con hasta 10 años de prisión.
La nueva vista judicial se produjo cuando se hablaba de un posible canje de presos para liberarla. La penosa e injusta situación de Griner además se complica con la situación internacional y de confrontación casi total de los Estados Unidos contra la Rusia de Putin.
Pero para hablar del caso Griner hay que hablar de su condición de mujer negra y lesbiana.
Aunque la situación de las lesbianas negras dista mucho de ser idílica en los Estados Unidos, donde todavía en muchos lugares se considera quiénes son y a quién aman como una aberración, todavía es más inseguro vivir en muchos otros lugares del mundo.
Desafortunadamente para Griner, ahora está atrapada en un país donde el racismo contra los negros está normalizado y donde el gobierno está aislando mediante leyes represivas a la comunidad LGBTQ+.
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A pesar de ello y de la creciente ola anti-homosexual en Rusia, Griner jugaba al baloncesto en el UMMC Ekaterinburg ruso durante la temporada baja de la WNBA. Griner había hecho pública su homoxesualidad en una entrevista concedida a Sports Illustrated el 17 de abril de 2013. Incluso, en su autobiografía de 2017, «In My Skin: My Life On and Off the Basketball Court», detalla con más profundidad sus experiencias sobre el descubrimiento de su sexualidad y cómo se convirtió en víctima de bullying. Este libro ayudó a convertirla en una de las lesbianas más reconocidas de los Estados Unidos.
El arresto de Griner se produjo poco después de que un tribunal ruso suspendiera una demanda destinada a cerrar su Red LGBT, la organización de derechos de los homosexuales más poderosa del país. Se acusaba a la organización de difundir opiniones homosexuales, algo que por supuesto, podría incluir cualquier cosa.
Identificarse como lesbiana, gay, bisexual, transgénero o queer ha sido legal en Rusia solo desde 1993, sin embargo, en 2013, bajo el liderazgo de Vladimir Putin, el estado aprobó lo que se ha llamado la ley de «propaganda gay» que hizo ilegal comentar, o difundir ideas relacionadas con la comunidad LGBTQ+ en torno a los menores. Este otoño la Duma anuncia un endurecimiento legal para amordazar al colectivo y prohíbe difundir cualquier “información que demuestre relaciones sexuales no tradicionales”. Así las muestras de afecto en público entre homosexuales serán también delito.
Griner se marchita en una prisión rusa, seguramente porque es negra y lesbiana en un país racista y homofóbico. Existe preocupación fundada sobre su seguridad. A medida que sus días de detención se alargan, las voces para liberarla se van apagando en este mundo que pasa de una noticia a otra con una velocidad inédita.
Depende de nosotras, las mujeres negras, el colectivo LGBTQ+ y todas aquellas personas que creemos y defendemos los derechos humanos, que no se olvide su situación. Hay que seguir presionando a los gobiernos ruso y estadounidense para que Brittney vuelva a casa.
Busca las iniciativas en redes que bajo el hashtag #FreeBrittneyGriner luchan por su liberación. Existen muchas maneras de ayudar.
Afroféminas