El pasado 15 de diciembre, la madre de Anna Chloé recibió una llamada de parte de su escuela, le Collège Privé de Notre Dame du Rocher, en Chambéry, en Francia. Quien la contactó le informó que su hija, de once años, había sufrido una caída suficientemente grave como para haber tenido que pedir auxilio a los bomberos. Al llegar al plantel educativo, la joven madre encontró a su hija tirada en el suelo, ensangrentada, con un vendaje cubriendo el hoyo en su rostro que dejaba ver parte de su globo ocular izquierdo, según como lo describe en redes sociales. La familia insiste en que la criatura, aún antes de ingresar al hospital, aseguró haber sido insultada por un compañero y empujada por la espalda, a manos de alguien a quien obviamente le fue imposible ver, antes de caer sobre su rostro y fracturarse tan gravemente que hoy en día requiere cirugía plástica.
El caso no habría trascendido, de no estar antecedido por repetidas quejas de la niña sobre maltrato de tinte racista por parte de sus compañeros de clase, desde el inicio del año escolar. Hasta el momento, es poca la información que circula en lenguas distintas al francés y es también limitado el alcance del caso, fuera de sus fronteras nacionales. Es cierto que el ministro de educación de su país autorizó la apertura de una investigación y también lo es que en las redes sociales no se han hecho esperar innumerables manifestaciones desprestigio, desprecio, acusaciones infundadas e incluso odio xenófobo contra la familia de la víctima.
Cabe resaltar que, particularmente en el marco del Decenio Afrodescendiente, decretado por las Naciones Unidas, la gravedad de estos sucesos demanda conmoción internacional y apoyo a la familia de Anna-Chloé que, además de no recibir legítimo apoyo del colegio, sí enfrenta una demanda por difamación, interpuesta por su director, quien sostiene que ninguna cámara de seguridad registró evidencia alguna de los incidentes y que la joven Anna simplemente se cayó y hoy miente al respecto.
De acuerdo con Fabien Ndoumu, abogado de la familia, la niña dio su testimonio formal frente a las autoridades, con absoluta serenidad y coherencia, el día de ayer, 22 de diciembre de 2021. A pesar de que la institución educativa sigue sin proporcionar evidencia filmada por sus cámaras de seguridad, el procurador de la república francesa en el pueblo de Chambéry ha acusado públicamente a la niña de haber mentido y ha minimizado todas las alegaciones de matoneo racista en su contra.
Si bien es cierto que, ni quien me lee, ni yo atestiguamos lo ocurrido, es innegable que el de Anna-Chloé está lejos de ser el primer caso de matoneo escolar racista. Las estrategias de culpabilización a la víctima y protección a los implicados se han desplegado cínicamente frente a la vista pública y la criatura que hoy ve su rostro desfigurado también se encuentra bajo el escarnio y el descrédito de una parte considerable de su comunidad nacional. Considero urgentes tanto la difusión de la historia, como las manifestaciones de apoyo a esta niña que lidiará, lamentablemente, de por vida con las secuelas de este traumatismo. Anna-Chloé es digna y su vida importa.
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Natalia Santiesteban-Mosquera
Escritora afrocolombiana