Marina Santo cuenta que quería ser profesora de Historia y cambiar su país, Brasil, a través de la docencia, pero se cruzó en su camino la danza. Ahí encontró un hogar intangible en el que sanar heridas y nostalgias que ni sabía que estaban y abrazó raíces muy enterradas.
Se formó en mil bailes de mil sitios que antes que ella bailaron mil cuerpos y se empapó de todos ellos. Luego paró, le dio forma a su conocimiento y a sus experiencias y comenzó a transmitírselas a su alumnado. Dice que cuando comenzó a enseñar, “la intensidad era tal que solía tener fiebre”. Ahora, con los ánimos arriba pero no tan desbocados, da clase a quienes dan clases, con su acento, con su cultura, con su piel y desde su acento, su cultura y su piel. Como debe ser.
Marina es muchas cosas en un solo ser que se mueve y se mueve y que pone en movimiento al resto. La llaman actriz en el ámbito de la danza y bailarina en el del teatro y ella, entre tanto, opta por ignorar las etiquetas.
En la actualidad y debido a la pandemia, baila en casa y CON casa, ha puesto en marcha un curso online para que podamos acompañarla y prosigue con una de sus creaciones hermosas, el espacio “Muchas” de la “Fundación Entredós”, desde el cual, mensualmente, alguna feminidad racializada hace una ponencia y comparte saberes para que crezcamos.
Preséntate de la manera en la que te gustaría que te conociéramos, por favor.
Soy una mujer cis afrodescendiente con raíces europeas nacida en Río de Janeiro, hace 42 veranos. Soy leo con luna y ascendente en escorpio. Madre de Benjamín. Dos procesos migratorios y una vuelta intensa y corta a Brasil. Echo de menos el mar todos los días de mi vida. La danza y el trabajo con el cuerpo me conectan con mis mejores frecuencias. Impartir clases es un lugar de puro aprendizaje, sanación e inspiración para mí. Haber creado “Muchas” ha sido un paso enorme en el proceso de honrar mi árbol genealógico y mis ancestras racializadas.
En tu web pone “inteligencia corporal”, seguramente sea muy difícil de resumir pero ¿qué es eso?
La palabra inteligencia tiene tanta carga, asusta tanto… y está muy asociada a mandatos e ideas preconcebidas. Justo porque somos un cuerpo somos inteligentes. Es más sencillo de lo que pensamos que puede ser. Algunas alumnas me han dicho: “¡dame pruebas de que esto de la inteligencia corporal existe!” , o “ ¿cuándo vais a trabajar con nosotras la inteligencia corporal?” , es como si necesitáramos de un método específico para ello, sellado, certificado y para alcanzar resultados específicos, conquistando así credibilidad. De alguna manera esto me habla fuerte de nuestra educación y de cómo nos relacionamos con nuestro cuerpo, las expectativas, acercamientos y distancias en relación a él. Es curioso porque en el marco de la danza contemporánea, tampoco se nombra la inteligencia corporal. Creo que es un concepto un poco maldito dentro del mundo especializado. Al contactar con varias personas de la academia que tenían estudios y publicaciones sobre el tema, todas me han contestado: “ah, qué maravilla que te intereses por ello, pero ya no trabajo con eso”. Me ha dado que pensar.
Para mí es un marco teórico, una especie de abrazo, de paraguas que da contorno a todo lo que he venido experimentando, desarrollando, proponiendo y estudiando en mi vida como cuerpa. Cuando empecé a acercarme a los conceptos de inteligencia corporal me sentía muy pequeñita, casi como si no pudiera hablar de ello por no ser una neurocientífica o una médica especializada en el tema. Reivindico el término tomando como punto de partida mi contacto inicial con la Teoría de las Inteligencias Múltiples creado por H Gardner (1983). Este señor estadounidense (que, sinceramente, no sé si ha tomado una clase de conciencia corporal en la vida) desmonta la idea de que la inteligencia es algo estático, único y métricamente medido por un test. La MI presenta otros componentes y la Inteligencia Corporal es uno de ellos. Considero que esto ha abierto camino a que el cuerpo por fin cobrara un lugar de reconocimiento, de excelencia. Hasta entonces, nadie había visto un concepto que le diera tanto status.
Somos cuerpo, es obvio, pero no se nombra. Es fuerte darse cuenta de esto. Todo, todo lo que hacemos emana de él, es el lugar para la transformación, el cuidado, la sanación. Pensar que todas las inteligencias (según la teoría de las Inteligencias Múltiples) son igualmente importantes no me termina de cerrar, porque el cuerpo es lo primero, todas las demás parten de él.
Además de la inmensa sofisticación para hacerse funcionar como un sistema integral dentro de en un engranaje perfecto, que se autorregula – recordemos que el cerebro no existe sin el cuerpo – la inteligencia corporal guarda profunda relación con la capacidad para sentir, tomar conciencia de lo que se siente, establecer conexiones entre sensación y pensamiento, habilidad para integrar experiencias, gustos, sensaciones, buscar nuevas respuestas para situaciones, desafíos.
Para mí, la danza contemporánea en su versión más experimental es el lenguaje que más desarrolla la inteligencia corporal porque incluye en su práctica todo tipo de corporalidad, rompe las normas estéticas de bonito , feo, bien y mal, democratizando su acceso enormemente, da nuevos significados al uso del espacio y sus niveles, abre la posibilidad de diálogo entre cuerpos y con el entorno, tiene en la improvisación un elemento esencial en su hacer, integra la educación somática* brindando un conocimiento de la anatomía humana desde la experiencia… y porque es la danza de nuestro tiempo, singular y plural a la vez. Somos cuerpos contemporáneos y preguntrarnos qué significa esto sería un buen punto de partida para otra conversación…
* La educación somática o simplemente somática es un campo que emplea enfoques integrales centrados en el cuerpo para ayudar a las personas a lograr la integración y la transformación de une misme a través del movimiento y determinadas prácticas de sensibilización destinadas a promover el bienestar psico-físico.
Hay una frase bien interesante en la que dices que descubrir nuestro lenguaje corporal puede servir para transformarlo en conocimiento , cuéntanos más, por favor.
Somos un océano de sensaciones, memorias, huellas que nos llevan a maneras de estar, accionar, percibir y, si les ponemos atención (y corazón) a lo que se manifiesta desde el cuerpo, podemos tener mucha información sobre quiénes somos, nuestros desafíos, habilidades… Lo que pasa es que vivimos en un sistema que valora y asume como conocimiento únicamente lo que es institucionalizado, legitimado, acreditado por títulos y normas y no por la experiencia individual, colectiva, la memoria, los saberes ancestrales…. Códigos que no encajan en lo hegemónico , capitalista y patriarcal. El cuerpo es un lugar de producción de conocimiento en sí porque es donde experimentamos la vida, el mundo. Es materia, energía y mucho más. Es el canal entre lo visible y lo invisible. Entrar en contacto con la investigación de movimiento desde el lenguaje contemporáneo, donde no hay bien ni mal, bonito ni feo y donde he empezado por primera vez a conocerme a mí misma desde otro lugar que no es el racional, lógico… fue un boom. Me encontré a mí misma mirando de frente a cosas que ni sabía que existían. Mis patrones de movimiento, mis elecciones … todo esto soy yo y me ha servido enormemente en el proceso de desarrollo personal.
Y también que la inteligencia corporal está vinculada a la identidad, pues eso, explícanos a qué te refieres.
Ha sido todo un viaje empezar mi vida docente fuera de mi país de origen. Siendo de Río y disfrutando intensamente de la música y la cultura corporal de allí (con todas las contradicciones que se vive en Brasil en relación al cuerpo), clichés aparte, yo crecí en una cultura donde sentir placer y no tener ningún apuro en mover la pelvis, bailar muuuuy cerca de alguien que nunca has visto en la vida me ha llevado a entender que mi cuerpo efectivamente no nació en Europa. Cuando empecé a impartir clases en espacios feministas, hace casi 11 años, notaba en general un gran bloqueo en la pelvis de las alumnas, como que no quedaba bien abrir las ingles y sentir placer en moverse. Notaba que muchas de ellas tenían un discurso feminista muy desde la intelectualidad, donde la danza y el cuerpo estaban en otro código, como si estuviesen en un apartado separado, una mezcla entre: “ la danza es para la burguesía” y “ yo tan feminista no puedo moverme así”. Mi identidad es un caleidoscopio pero yo sé que, por el lugar en que crecí, las experiencias que he tenido, ese placer de poner mi cuerpo en juego en la calle, en las fiestas y carnavales sin rebajas – porque me apetecía y me lo permitía yo misma – me ha hecho sentirme libre, me ha posibilitado conocerme en otros códigos de convivencia distintos a las normas del cotidiano y me ha dado mucha fuerza para seguir mi camino.
En el currículum de tu página comienzas a poner información a partir de 2006, cuando llegaste a Madrid y colaboraste en la obra “Boyfriend”, sin embargo, tu andadura viene de más atrás y de Brasil : además de ser licenciada en Historia, te has formado en ballet clásico, jazz, capoeira Angola, danza contemporánea, teatro y yoga ¿qué te atrajo de la danza ya de niña?
Sí , Boyfriend fue mi bautizo en la escena. Yo llegué a Madrid después de 3 años duros en Suecia, donde me sentía tan perdida de mí misma que había dejado de bailar por un tiempo. Aquí empecé a meterme en todas las experiencias que podía para poder desarrollar mi danza, mis conocimientos en cuerpo, saciar mis ganas de actuar. Valeria Alonso (la directora) fue la primera profesional que apostó por mí. Éramos 5 mujeres dando todo en escena, en un código nada convencional para “los madriles” de 2007. La experiencia fue muy revolucionaria, en muchos sentidos. A partir de ahí empecé un viajazo de experimentación de muchas clases, técnicas, espacios, colectivos, proyectos… Me costó bastante encontrar mi propio camino, yo tenía una fantasía y una idea de cómo debería ser la vida de una bailarina o de alguien que asume el arte como una forma de vivir la vida, todo un proceso que me ha hecho madurar mucho y entender que no hay recetas ni procesos lineales.
Pero mucho antes de empezar a tener tablas, yo siempre bailé. En el recuerdo más antiguo que tengo de mí misma estoy moviéndome enérgicamente dentro de un disfraz de Pebbles Picapiedra en los carnavales de mi ciudad natal, Río de Janeiro. La danza era mi refugio, mi espacio seguro, mi medicina. Vengo de una familia emocionalmente desestructurada y encontraba en la danza mi hogar.
Y como he comentado antes, la corporalidad en Río de Janeiro es muy fuerte, muy poderosa, atraviesa tu vida y ni te das cuenta. Cuando yo vivía allí no era nada consciente de ello. A la hora de elegir una profesión, lo que yo quería era hacer la revolución desde la educación y para ello estudié Historia en la Universidad Federal de Río de Janeiro. No pensaba que se podría vivir de la danza y me moría de miedo de asumir mi deseo de bailar. El baile era una fuente de fuerza preciosa de los tiempos de mi niñez y adolescencia, no pensaba que la danza fuera a ser un proyecto de vida tan fuerte en mí.
Venir a Europa me ha hecho empezar a entenderme como un cuerpo de mujer brasileña, que físicamente cumple (o cumplía, ya que a medida que me hago mayor y asumo mi cuerpo que envejece, veo algunos cambios en este sentido) el estereotipo y el imaginario colectivo del fetiche: la brasileña que está buena y que además trabaja con el cuerpo. Pero yo nunca terminé de encajar en esta etiqueta – ni en ninguna otra cosa del todo. Con toda la complejidad que implica, agradezco enormemente haber ido tanto a terapia … y cada vez más me acerco a la comprensión de mi identidad desde el misterio y de prácticas más relacionadas con lo ancestral.
Empezaste con el ballet clásico, ¿cómo era el ambiente en la escuela o el conservatorio? ¿Había mucha gente afro? ¿Y cómo sentías tú esa presencia o esas ausencias de cuerpos diversos, más aun estando en Brasil?
Yo vengo de una clase media nivel Ipanema conservadora que se fue empobreciendo a lo largo de las décadas, pero aún firme en sus valores tradicionales. Yo, por haber nacido en el barrio en el que nací, estaba siempre rodeada de personas mucho más blancas que yo. La escuela de ballet, también en Ipanema (un barrio bastante privilegiado de mi ciudad natal), reflejaba el microcosmos de la escuela privada a la cual iba. Pero yo a nivel personal he tenido las mejores amigas y nunca me han hecho sentirme fuera. Ni ellas ni sus familias. Y esto, me doy cuenta, no pasa siempre con niñes racializades…
De pequeña me dibujaba rubia a mí y a mi madre porque era lo que existía en mi imaginario, ya que Barbie era mi patrón de belleza. Me llevó años entender que yo no era como las otras niñas. “Morenita”, “oscurita” eran palabras que me describían y, en aquel Brasil de los 80, no eran especialmente agradables de escuchar. Siendo light skin en un contexto social super racista y clasista yo me movía sin dar mucho espacio a este tema, en casa no hablábamos de esto, mi madre nunca hablaba de mi abuelo como el primer alcalde negro ( y quizás el único) de su pueblo. Su racialidad estaba cubierta por haber sido adoptado por una familia de italianos ricos. Su lugar social: medico, político reconocido y muy respetado por su comunidad, no le dejaba ser negro. Y creo que allí hay un nudo muy grande que desde mi micro historia retrata el gigante Brasil : la clase cambia la percepción de la racialidad.
Cuando empecé a ir a las fiestas de soul music en Río, en los 90, la ciudad se reveló para mí: nunca había estado en fiestas donde la mayoría de las personas no fueran blancas, con un estilazo, hermosas, empoderadas, talentosas. Fue un antes y un después para mí. Pasaba toda la semana esperando el sábado para dejar mi alma en la pista. Las ropas, el pelo, la música. Sentía que pertenecía, tenía mucho éxito con los chicos , bien distinto de cuando era estudiante de la escuela privada de Ipanema. De esta vez mis amigas eran la minoría, por ser blancas. Esto era muy nuevo, desafiaba la lógica con la que crecí. Fue muy impactante para mí haber vivido esto y me marcó enormemente. Como siempre, al final, el sistema se apropia de todo y estas fiestas se convirtieron en otra cosa. Pero por un par de años yo creía que otra ciudad era posible. Inolvidable y fundamental haber pasado por esto en el inicio de mi juventud.
¿Es diferente a día de hoy?
Imagino que sí. No suelo ir a Brasil como me gustaría pero supongo que sí. Por lo que veo en las redes, a nivel de conciencia racial el país ha cambiado muchísimo. Hay más gente racializada ocupando espacios de liderazgo y de toma de decisiones pero queda aún muuuuuuucho por hacer. En un país donde alrededor de la mitad de la población no es blanca y es inaceptable que aún haya tanta invisibilidad en altos puestos, en la política. El tema de las cuotas en las universidades, que fue un temazo en su momento ,ha sido un gran paso en cuanto a la igualdad de derechos.
Este señor que se dice presidente de Brasil actualmente representa un retroceso inmenso… tengo mucho miedo de esta etapa que atraviesa Brasil pero cultivo la fe como fuerza transformadora de acción…
¿Qué te llevó a, partiendo del ballet clásico europeo, explorar y aprender las danzas de otros lugares y otros tiempos?
La rigidez. Teníamos que bailar de una determinada manera, llevar el pelo muy atado de una determinada manera (lo que para mí era una tortura), había una solemnidad que me molestaba y que me hacía seguir dentro de una cajita en la que no me gustaba estar. Ya venía de una educación bastante rigurosa, con muchas reglas, ya estudiaba en el cole de monjas, ya no me veía representada en la tele … Necesitaba espacio, experimentar, quería soltarme la melena y descubrirme. El ballet, en general, es el primer contacto de una niña de familia conservadora con la danza y yo seguí el guion. En cualquier caso, agradezco haber vivido la experiencia.
¿Qué significó para ti hacer capoeira? Entiendo que no solo hubo una evolución en cuanto a lo físico se refiere sino también a lo mental, a la conexión con parte de tus raíces y con las luchas de la comunidad afrobrasileña
En Brasil la capoeira ha estado prohibida y marginada muchísimos años, lo que ha generado una muy mala reputación entre las personas de valores más conservadores: ¿imagina un arte corporal creado por personas esclavizadas y practicada en su gran mayoría por personas de la clase obrera, negras y mestizas? En los 90 hubo un boom en Río, un movimiento muy fuerte de popularización de la capoeira, especialmente en los barrios de la clase media/alta. Mi deseo era estar allí, entrenando día y noche, pero mi madre no me dejaba, decía que todos los chicos que estaban allí eran marginales… De todos modos, yo iba a asistir a las clases de capoeira de mis amigas ( todas blancas practicando y yo, racializada, fuera mirando). Estaba en la pura adolescencia y encontraba mi manera de estar cerca de lo que deseaba, que supongo que era, inconscientemente, acercarme a la parte de mi árbol que todos invisibilizan y desconocen. No hay registros de mi bisabuela materna ni de su familia (seguramente personas que han sido esclavizadas). En mi familia de origen solo la parte europea era celebrada (italianos que vinieron a Brasil a ganarse la vida) .
En Malmö, Suecia, encontré un grupo muy lindo, de gente muy comprometida con la práctica, con la filosofía. Había un mestre de Bahia que lideraba el grupo, el Mestre Pé de Chumbo. Ha sido muy especial poder aprender un poquito de la mano de alguien que tenía tanto conocimiento. Me parece un arte muy completo, el canto, el movimiento, la conexión con otro cuerpo, los instrumentos, el misterio, el juego que fluye en directo, la conexión de las miradas…. La capoeira angola me enseñó mucho, aunque yo no me sienta para nada capoeirista. La constancia, lo físico desde la conexión, la fuerza física desde la lentitud, a ras del suelo y a servicio de un movimiento afirmativo que se hace presente a cada sonido, a cada palabra, a cada ginga y que resiste por siglos… el cuerpo pasa por una transformación muy grande si te conectas con el universo simbólico que estás encarnando cuando la practicas. En aquel momento estaba muy deprimida en Suecia y no lograba abrazar la capoeira que vivía en mí. Aun así, fue alquímico. Es inolvidable.
Y luego vino la “danza teatro”, ¿qué es y por qué aterrizaste en ella?
Wow, esto fue un flechazo. No todo en la danza contemporánea me hacía conectar con mi gusto, mis intereses y mi propia fuerza interna. Conocer el trabajo de Pina Bausch ha sido un giro muy importante. Las clases que tomaba tenían otras influencias, prácticas y le tenían como referencia. Había un diálogo con otras maneras de hacer artes escénicas y esto me encantaba. El teatro cobraba otro sentido. No era texto, era otra cosa. No sabía que se podía estar en escena así.
La danza teatro, para mí, ha sido una influencia que me marcó muchísimo por la posibilidad de ensanchar los conceptos de danza y teatro. De artes vivas. Amo ver piezas que navegan por este lenguaje y si me paro a pensar mis referencias, son todas europeas en este sentido…
Como docente y danzante, hoy, lo que más me flipa es establecer conexiones entre mis puntos de interés con el estudio del cuerpo: la anatomía vivencial en diálogo con los elementos de mi universo en código contemporáneo en su versión más democrática y experimental.
Conocer la anatomía desde dentro y ponerla al servicio de tu danza, los elementos que te conectan… me parece algo profundamente revolucionario. El estudio de Body Mind Centering me abrió un mundo en este sentido y siento que, como docente, hasta ahora, tengo mucho más camino en acompañar procesos que producir piezas. No me considero una coreógrafa. Yo recojo el material que surge de los cuerpos que bailan según mis invitaciones y les doy un espacio, un contorno.
¿Y lo de conectar el yoga con la danza?
Al empezar a trabajar desde la danza y colaborar con colectivos a nivel profesional como performer me he dado cuenta que muchas veces el calentamiento no era el típico de danza que yo estaba acostumbrada en mi adolescencia / niñez. El yoga aparecía como una parte muy importante de estudio y de aterrizaje del cuerpo. El contacto con esta práctica fue un antes y un después. Pasé por una transformación muy grande reconstruyendo mi idea de preparar el cuerpo para bailar, de conectarme con las posturas desde un estado de presencia distinto… Me parece una práctica muy poderosa que a mí siempre me revela algo nuevo, además de afinar mi escucha, sentir la estructura ósea, muscular, la temperatura subiendo.
He pasado por ashtanga y hatha y creo que no es tanto el tipo de yoga que practico sino la persona docente que me transmite estos conocimientos.
Llegó un momento en el que ya no solo te formaste sino que comenzaste a ser tú quien formaba a la gente, con todo ese bagaje tan amplio en tu cuerpo y en tu cabeza, ¿cómo fueron esas primeras clases?
La educación siempre ha estado en mi foco, de hecho yo quería ser profesora de historia y cambiar Brasil… Sentía que me estaba metiendo en una transformación muy profunda al asumir la danza en mi vida en Madrid y que todo este movimiento personal afectaba mis perspectivas de mundo, de vida. Si trabajar el cuerpo desde la experimentación y diálogo con otras disciplinas me estaban cambiando a mí, podrían cambiar a cualquier persona. Sentía que eran recursos que no debían estar al alcance solo del gremio, de forma endogámica. Es una especie de patrimonio colectivo, que podría estar al servicio de la comunidad. También sentía que el espacio de enseñanza es un camino para la creatividad, para relacionarnos con los saberes de maneras diversas. El aula me hacía recordar la escena. Cuando empecé, no era consciente de lo mucho que me gustaba impartir clases ni de la importancia que este espacio tenía en mi vida.
Las primeras clases fueron fuego y pasión. La intensidad era tanta que solía tener fiebre. También allí encontré todos mis demonios: no soy una profesora de danza contemporánea correspondiente a mi imaginario, no soy una bailarina reconocida, ni siempre a mis alumnas les gustaban mis propuestas como artista y toda esta información aparecía en forma de impostora, me confundía pero yo seguía adelante. A lo largo de los años fui encontrando mi lugar, mi forma de impartir lo que me interesa, honesta con lo que soy y lo que me gusta. En momentos muy complejos de mi vida, el único momento donde he estado presente era cuando estaba impartiendo clase. Yo creo que la persona que más aprende y se transforma en mis clases soy yo misma.
¿Qué has aprendido siendo tú la docente?
Esto es un no parar… Aprendo tanto de la fuerza que tiene estar en un espacio seguro donde las personas se sienten libres para mover sus cuerpos, aprendo de la necesidad que tenemos en dar espacio a que diferentes facetas nuestras aparezcan sin filtros, aprendo de la fuerza del misterio que se mueve en un espacio que se mueve con las personas conectadas con su “bailarina interior”, aprendo lo sanador que es sentirse en comunidad … El hecho que las personas confíen en tí para explorar nuevas maneras de ser y estar en movimiento es algo muy grande, un generoso regalo. A cada sesión soy testigo de danzas que hacen mi corazón pulsar fuerte, suelo llorar detrás de mis gafas… No dejo de asombrarme al ver el cuerpo de la comunidad en acción y todo lo que se despliega de allí… Hay una visceralidad orgánica en los cuerpos civiles que me interesan profundamente. Siento humanidad. Y esto me conecta mucho, tiene significado para mí estar allí acompañando. He impartido clases en muchos lugares, espacios, he conocido a gente muy linda… Mi trabajo no vibra en escuelas de danza al uso. Me ha costado aceptarlo y entender esto. Estoy muy en paz con esto hoy y esto es una conquista personal importante.
Y, además, eres también formadora de formadores del sistema público de enseñanza de aquí, ¿por qué es importante que la escuela pública trabaje también desde ahí?
Es fundamental. Se habla tanto de innovación y de nuevas tecnologías y se olvida de lo sofisticado que es el cuerpo. La manera de ocupar el espacio, de escuchar, mirar, moverse, todo esto es tan importante que se resignifique… El profesorado está sobrecargado y no tiene espacio para sentir, experimentar, pensar desde el cuerpo. La falta de conocimiento o de interés en relación al contemporáneo convierte la relación con el cuerpo, muchas veces, en algo rígido o antiguo. Muchas veces la única referencia para trabajar el cuerpo es preparar un espectáculo de fin de curso. La institución educativa no es contemporánea, nuestro cuerpo sí lo es. Abrazar los conocimientos del arte producido en nuestro tiempo en dialogo con el cuerpo a servicio del mundo de contenidos que abrazan las asignaturas, me parece ser el desafío del gremio. No es posible pensar en la transformación del alumnado sin pensar en la transformación del profesorado. No todas las personas están listas o abiertas para hacer este viaje pero hay que encontrar las maneras. Yo trato de facilitar caminos, presentar propuestas, prácticas, nuevas referencias, no dar respuestas sino hacerles más preguntas… En los 6 años dedicados al trabajo con docentes siento que ahora es cuando hay más apertura, cuando me siento más entera para defender mi visión. He tenido experiencias maravillosas y otras bien desafiantes…
Y no debemos olvidar que trabajar desde el cuerpo es trabajar con discurso, ser antirracista es una responsabilidad. No siempre mi trabajo es entendido (dependiendo de la provincia a la que voy) , pero en general es muy gratificante. Estoy segura de que para un 85% de las personas que asisten a mis formaciones para profesorado yo soy la primera formadora que han tenido fuera del ámbito de idiomas que tiene acento y que es racializada. Esto me da mucho que pensar en cómo la comunidad educativa necesita renovación desde dentro. Tengo muchas ganas de seguir desarrollando proyectos con el profesorado, confío y valoro mucho esta comunidad. Hay mucha carretera por la que seguir caminando…
Es interesante porque, a tenor de tu cv, desde siempre tuviste interés en trabajar con corporalidades femeninas, ¿por qué? ¿se trabaja de una manera distinta? ¿se llega a lugares diferentes?
He conectado con el feminismo en Madrid, donde desarrollé mi proyecto profesional ya como mujer adulta, pasando por miles de procesos relacionados a los mandatos de género, terapias… La elección fue muy orgánica, sentía que enfocarme en esta comunidad era seguir trabajando en mí , conocer mejor a las feminidades de mi entorno… Sentía que compartiendo mis inquietudes y recursos se iba abriendo en mi propio proceso corporal un universo de autoconocimiento, aprendizaje y sanación.
Quienes han vivido la experiencia de trabajar solo con feminidades sabrán de lo que hablo.
Las corporalidades femeninas tienen mucha huella del patriarcado por liberar y hay mucha fuerza por bailar, mover, transformar… Para mí es imposible hablar de empoderamiento sin trabajo de cuerpo. Trabajar con danza en comunidad – y con feminidades – es para mí un acto político
En ese sentido, no puedes no hablarme del espacio “Muchas”, de la Fundación Entredós… Maravilla de propuesta, por cierto. El nombre me resulta ultrapoderoso, no es “Otras”, ni siquiera “Otrorizadas” sino “Muchas”…
Muchísimas gracias Lucía por tus palabras y reconocimiento. “Muchas” es el resultado de un deseo mío, una necesidad muy profunda y que me costó muchísimo asumir del todo. Tengo a mi lado un equipo maravilloso formado por Yania Concepción, Ester Wougam, Gloria Fortún… y durante estos años (¡existimos desde diciembre 2017!) yo siempre me escondía y de nuevo aparecía esto de no poder asumirme por sentir que no tenía la suficiente legitimidad para hacerlo. Creo que esto guarda mucha relación con mi historia personal que también se conecta con lo ancestral y también con la falta de referentes en mi familia de origen en relación al liderazgo profesional.
“Muchas” es un proyecto mensual realizado en la Fundación Entredós donde a cada encuentro invitamos a una feminidad racializada para realizar una ponencia. La temática, el formato, todo es una decisión de la protagonista. El público es mixto (mujeres racializadas o no) y en el formato online, si la ponente decide que sí, pueden venir hombres. Creé “Muchas” porque sentía que necesitaba un lugar de reflexión y de aprendizaje desde otras feminidades que no del feminismo hegemónico. Desde que escuché a Antoinette Torres , fundadora de Afroféminas, hablar sobre feminismos negros en el Matadero, sentí una llamada desde dentro de mí: “Marina, aquella cuestión sobre racialización que dejaste en las fiestas de Soul en Rio de Janeiro, no quedaron resueltas para ti. Es hora de reabrir este archivo”.
Y así empezamos, contactando amigas, amigas de amigas y fichajes variados , recomendaciones y aquí seguimos.
Ya han pasado tantas ponentes, tengo tantos recuerdos de noches en las cuales hemos salido todas revueltas, o de mucho subidón, o enfadadas… Tuvimos la fortuna de haber podido contar contigo Lucía, con Esther (Mayoko) Ortega, Elcinia Torres, Jeannete Tineo, Georgina Marcelino, Anna Fux, Xirou Xiao, Quinny Hernandez… tantas feminidades… ahora en abril tendremos a Marina Gomez Gutierrez, @afrofeministe , con la temática “Decolonialidad en la moda”.
Desde “Muchas” han salido muchos proyectos maravillosos, como el taller Visibles , de escritura creativa para mujeres racializadas, impartido por Karessa Ramos, que ha sido nuestra ponente. Me encanta también que seamos una plataforma de apoyo constante a proyectos como La Güira (el maravilloso podcast de Yania y Georgina Marcelino).
Y sobre el cuestionamiento del nombre, qué interesante lo que me comentas, nunca se me hubiera ocurrido poner el nombre “Otras” u “Otrorizadas”, porque justamente buscaba un nombre que llenara la boca de quien lo pronunciara, así, sin pedir permiso o sin justificar nada. Cuando creé “Muchas” estaba harta de pensarme como la rara, la menos. Cuanto más avanzaba profesionalmente, menos me veía en mi entorno y esto me incomodaba mucho.
“Muchas” es abundancia. “Muchas” es multitud, es potencia, yo digo la palabra y siento que se me invade el cuerpo de una sensación de fuerza. Somos un mogollón de peña liderando, creando, enseñando, subvirtiendo el orden, ocupando espacios que nunca imaginamos que pudiéramos ocupar porque no había nadie como nosotras allí…. Voy empujando las puertas que se me aparezcan, estén abiertas o no. Y si hay muro sin nada para atravesarlo yo dibujaré una puerta o una ventana para pasar. Mujer, afrodescendiente, migrante que cuestiona el sistema europeo racista y capitalista salvaje. Aprendiendo cada día, en movimiento, en construcción. No tengo el discurso afinado pero siento muchas cosas. Y me muevo con lo que siento.
18. Tampoco podría olvidarme del taller que hiciste en el Quilombo Nimba Fest del que todavía se habla, ¿qué pasó ahí?
La experiencia de estar en un grupo de unas veintitantas personas, todas racializadas, es muy fuerte. He llorado mucho en aquella sesión, de belleza, de emoción, de dolor también. Yo en 40 y pocos años nunca había bailado en una clase sólo con personas racializadas. Eso me ha hecho pensar mucho. Fue muy especial. Quien ha estado allá con nosotras lo ha vivido. Muy agradecida por aquella oportunidad. Ha sido muy sanador.
Y luego está, aparte de tu camino ligado a la danza, el físico, el que te trajo a Madrid, lugar en el que te quedaste… ¿cómo ha sido para ti abrirte camino como mujer afro y migrante en el ámbito de la danza?
Como he comentado anteriormente, no me considero una bailarina al uso. No he ido a muchas audiciones en mi vida y siempre he estado en proyectos que me hablaban a mí, en gran mayoría proyectos de artistas cercanas a mí o a mi entorno. Creo que me buscaban justo porque querían algo específico que otra bailarina más convencional no les podría ofrecer. Yo en la danza soy vista como actriz y en el teatro como bailarina. Las categorías nunca me definieron. El tipo físico me ha condicionado un poco, siento que en determinados momentos no era consciente de todo lo que mi imagen como mujer brasileña emanaba estando en escena en el contexto europeo. He trabajado muy duro, conciliando trabajos alimenticios con proyectos artísticos porque sabía que no era todo lo que me interesaba en la danza y ni sentía que mi deseo encajaba con la realidad de la ciudad, así que me fui buscando la vida hasta que empecé a escribir mi proyecto docente y llevarlo a cabo.
Madrid es un poco madre, te abraza, te recibe, encuentras familia y haces hogar. La danza contemporánea ha crecido muchísimo en relación a 2006 , año en el que llegué. Pero miro las obras, las piezas, y sigo viendo muy poca gente racializada. Miro las butacas de los teatros y también veo poca gente racializada. Me preocupa enormemente no saber dónde estamos y porque no estamos en TODOS los lugares.
En mayo participaré del proyecto Mover Madrid, creado por Lucas Condró y Poliana Lima (él, argentino, ella, brasileña: dos artistas muy activos de la escena de la danza contemporánea de Madrid) donde impartiré un taller gratuito para personas racializadas y haremos una muestra con ponencia y debate. Será en la sala Cuarta Pared, lo que es una gran conquista.
Dado que eres artista, seguro que lees esta ciudad o, incluso, el Estado al completo con una mirada muy diferente, ¿cómo es Madrid/España en cuanto a posibilidades artísticas? ¿y cómo es en comparación con otras ciudades/países en donde has estado?
No creo que sea la persona más adecuada para contestar esta pregunta. Siento que Madrid no es una referencia de la escena contemporánea como puede ser Francia, Bélgica o Reino Unido. Aquí hay pocos recursos económicos, muy poco apoyo al artista. Hay una herencia paleta de los tiempo de la dictadura. Pero, a la vez, como hay tanto por hacer, hay cosas que percibo que pueden ser hechas justo porque estamos en Madrid. Hay pulso, hay locura, hay energía. Se busca la manera y se hace, no siempre en mejores condiciones, pero se hace. No sé si el rigor de los países con más status artístico en este sentido es algo positivo en cuanto a la realización
Mi experiencia en Birmingham ( he colaborado en muchas ediciones con el Be Festival a través del proyecto Be next, para jóvenes – precursor del proyecto Generación Global) me ha dejado muy impactada. La calidad de los espacios, la cantidad de gente racializada ocupando los teatros dentro y fuera de la escena… todo esto me da mucho que pensar. Madrid tiene mucho que evolucionar en este sentido…
¿Y cuánto le ha dañado la pandemia?
Mucho. Trabajar con cultura es trabajar con contacto, piel, sudor, cercanía.
Por supuesto se puede y estamos adaptándonos como podemos, pero hay mucho miedo y los aforos han disminuido muchísimo. Tanto en las clases como en los teatros.
Sin embargo, muchas personas os habéis reinventado, tú has creado tu escuela, “la escuela Marina Santo” , ¿cómo trabajar desde casa o, quizá debería decir, CON casa?
Sí, es muy loco pensar que la escuela nace oficialmente del trabajo realizado durante el confinamiento… La casa es un temazo en mi vida, algo transversal, así como el cuerpo. Ni sé decirte en cuántas casas he vivido ya. Para mí era importante adaptar las sesiones online a mi universo, a mi lenguaje: no trabajo con pasos marcados ni mucho menos me gustaría que la gente se quedara colgada mirándome en una pantalla, no va con mi manera de habitar mis clases. Crear un material que integra el espacio casa abrazando lo simbólico, espacial, funcional fue un ejercicio de mucha liberación, de traspasar las fronteras entre danza, creación, mi propia relación con la casa, traer otras referencias artísticas, aprovechar más el audiovisual… Establecer conexiones entre cuerpo y casa desde la anatomía, sábana/piel, almohada/carne, por ejemplo, ha sido una aventura deliciosa, y dura también. El trabajo se ha profundizado mucho en un momento muy difícil como comunidad, donde estábamos aprendiendo a lidiar con todo esto de la pandemia. Mi grupo más estable ( llevamos casi 11 años en la Fundación Entredós) ha sido mi gran laboratorio. Su producción artística: vídeos, poemas, audios, fotografías me han emocionado enormemente. Sabía que algo saldría de allí pero no esperaba que fuera una escuela digital. Alicia Benito, una mujer salvaje que trabaja la marca personal de manera muy auténtica ( y gran aliada en “Muchas”) me ha dicho después de tomar una clase conmigo vía zoom: esto es muy fuerte, creo que llegó la hora de que abras una escuela online. Yo he dicho sí sin imaginar que 3 meses después estaríamos lanzando el primer programa, “Casa y cuerpo en Danza”, que es un concentrado de momentos de estas sesiones y laboratorios realizados entre marzo y junio de 2020.
¿Cómo animarías a alguien que cree que no sabe o no puede bailar a asistir a tus clases?
Mis sesiones son un espacio seguro para experimentar nuevas maneras de ser y de estar en movimiento. Realizo invitaciones, propuestas donde tú decides hasta dónde ir, hasta cuándo profundizar. Trabajo con el código de la danza contemporánea en su clave más democrática y al alcance de todes, se puede todo menos hacerte daño a ti,, al espacio y a las compañeras. Lo demás, adelante. Bienvenida la sorpresa y el misterio. Somos una comunidad de diversas edades, perfiles… todas bailan para conocerse, descubrir nuevos lenguajes de movimiento y sentir placer, porque como yo digo, sin placer no vamos ni a la esquina.
Sé que es difícil planificar en los tiempos que corren, pero… ¿te traes algo entre manos para este 2021?
Acabo de terminar una formación para 70 profesionales de la educación física en Castilla – La Mancha; he retomado la colaboración con Cross Border Project junto a la juventud de Generación Global, un proyecto maravilloso que me da mucha esperanza en el futuro de esta ciudad.
¡Y desde la Escuela Marina Santo estamos con la reedición del programa Casa y Cuerpo en Danza, que lanzamos el año pasado! La semana cero (gratuita) estará disponible para todo el mundo, a partir del 15 de marzo e incluye una sesión en directo conmigo el 22 a las 20:00. Para apuntarse, entrar aquí https://escuela.marinasanto.com/casa-y-cuerpo-en-danza-semana-0-2ed/
Gracias por todo.
¡ A ti Lucía, a ti !
Lucía Mbomío
Periodista