Hoy 14 de abril se celebra el Día Mundial de la Enfermedad de Chagas, una enfermedad casi desconocida y estudiada por la industria farmacéutica a pesar de que afecta a más 8 millones personas en el mundo, especialmente en países de América Latina. Quizá por eso se considera una de tantas enfermedades tropicales desatendidas y olvidadas.
Este día se conmemora desde hace dos años cuando la 72.ª Asamblea Mundial de la Salud aprobó su designación con el objetivo de incrementar la conciencia pública sobre esta enfermedad tropical desatendida (ETD). Precisamente, este día se creaba con el propósito de llamar la atención sobre ella, según palabras del médico oficial de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Pedro Albajar Viñas. Se determinó que fuera el 14 de abril porque fue ese mismo día en 1909 cuando se produjo el primer diagnóstico de la enfermedad, una niña brasileña de nombre Berenice Soares de Moura, por mano del médico Carlos Ribeiro Justiniano Chagas, a quien se le debe su nombre.
También conocida como tripanosomiasis americana, el mal de Chagas ha sido catalogada como enfermedad silenciosa, ya que una persona enferma puede pasar toda una vida sin mostrar síntoma alguno, pero también silenciada, pues ha sido ignorada por los principales órganos de salud y por la industria farmacéutica, al afectar, principalmente, a personas pobres y sin recursos para la atención médica.
Se trata de una enfermedad que se transmite por vectores por el parásito Trypanosoma cruzi, a partir, sobre todo, de la picadura de un triatomino o, lo que es lo mismo, una chinche, muy frecuente en regiones de América Latina, lugar original del insecto, aunque cada vez es más frecuente en otros países como Estados Unidos, Canadá o estados de Europa debido a las migraciones, lo cual puede que tenga relación con el actual interés por dar visibilidad y un diagnóstico y cura efectivos a quienes la padecen. La enfermedad puede, asimismo, transmitirse por alimentos contaminados, trasfusiones de sangre y trasplantes de órganos o de madres a hijos durante la gestación. Por eso, es imprescindible crear conciencia sobre qué es y que quienes la sufren accedan a un tratamiento y curación precoces.
El mal de Chagas tiene dos fases, una aguda, durante los primeros meses después de la infección, y otra crónica, cuando la enfermedad se vuelve más compleja y puede causar peores daños en el organismo de su portador.
Durante la fase aguda, que se manifiesta en las primeras semanas después de la transmisión, el tratamiento de la enfermedad de Chagas se centra en matar al parásito, que se encuentra todavía circulando por su sangre. En las personas que padecen la enfermedad de Chagas crónica, ya no es posible hacerlo, y a menudo es en este periodo cuando aparecen los primeros síntomas, hasta diez o veinte años después de contraerla. El tratamiento en esta última fase trata acerca de controlar los signos y síntomas que provoca. Además, en las personas con un sistema inmunodeprimido se puede reactivar la infección latente, con una índice parasitario elevado y un segundo estadio agudo.
Aunque la primera fase suele ser asintomática, algunos de sus rasgos leves pueden ser la hinchazón en el lugar de la picadura, la fiebre, la fatiga, el dolor corporal, la inflamación de los párpados, cefaleas, pérdida de apetito, náuseas o diarrea y agrandamiento del hígado o del bazo. Los más graves son latidos irregulares, insuficiencia cardíaca, paro cardiaco repentino, dificultad para tragar debido a la hinchazón del esófago y estreñimiento por la inflamación del colon. En general, la cardiopatía suele afectar a un 20% o 30% de quienes tienen la enfermedad, mientras que los problemas digestivos se manifiestan en un 10%.
Los insectos triatominos viven, principalmente, en viviendas construidas con barro, paja o adobe, o en gallineros, corrales y almacenes, sobre todo en zonas rurales o suburbanas. Estas chinches se ocultan en grietas en las paredes o en el techo durante todo el día y salen por la noche, para alimentarse de las picaduras a las personas, pero también a otros mamíferos, mientras duermen. Estos defecan después de morder y dejan a través de sus heces los parásitos en la piel. A su vez, estos pasan al cuerpo a través de la boca, de un corte o de la propia picadura, que la persona infectada suele tocar y frotar. Una vez en el organismo se reproducen y expanden rápidamente por él.
Detectada a tiempo, puede tratarse la enfermedad mediante dos medicamentos hasta el momento: el benznidazol y el nifurtimox, cuyo propósito es matar al parásito. Son casi 100% eficaces si se administran de forma temprana, incluso en los casos de transmisión congénita. Sin embargo, su eficacia disminuye a medida que transcurre el tiempo de la infección. Pero no es recomendable ni para embarazadas ni para personas con insuficiencia renal o hepática, incluso el segundo para personas con trastornos neurológicos, por los numerosos efectos secundarios que les puede causar, como insomnio, dolores de cabeza, pérdida de apetito, etc. De momento, no hay vacuna para prevenirla y no se prevé su desarrollo por la segregación de la población a la que afecta.
A pesar de que desde la década de 1990 se han efectuado importantes avances para controlar al parásito y al vector, queda mucho para combatir en esta enfermedad que cada año es diagnosticada a 30.000 personas y produce la muerte de al menos 12.000 de ellas. Para ello es fundamental la investigación, pero también la inversión de los estados en garantizar la mejora de las viviendas para evitar la infestación por el vector, la transmisión de buenas prácticas higiénicas en la preparación, transporte, almacenamiento e ingesta de alimentos, el análisis de la sangre donada, así como un diagnóstico más temprano.
No fue sino hasta 2005 cuando la Organización Mundial de la Salud reconoció que la enfermedad de Chagas era una enfermedad tropical desatendida por la baja visibilidad de las personas que la sufren y su poco reconocimiento político y social. Eso facilitó que se conociese más la enfermedad a nivel internacional y se comenzase a luchar contra la desinformación, a la vez que se recogía el compromiso político de tratar de paliar su alcance.
Uno de los principales movimientos para erradicarla ha partido de la Organización Panamericana de la Salud, que ha conseguido alcanzar reducciones importantes del número de casos agudos y que el número de infectados se redujese de 30 millones en 1990 a 8 millones en el 2010, disminuyendo también así las cifras de diagnóstico y los fallecimientos causados por ella anualmente.
La enfermedad de Chagas estaba asociada con países de América Latina, pero actualmente se produce también en EE.UU., Canadá, Europa y áreas del Pacífico sur a causa de las migraciones
Más de mil millones de personas, cerca de un 6% de la población mundial, sufren actualmente al menos una de las enfermedades desatendidas u olvidadas, que se concentran sobre todo en África y América Latina, según la OMS. Y no es casual que el 70% de los países y territorios afectados por estas enfermedades posean economías en desarrollo, con un nivel de ingresos bajo o muy bajo.
Se trata de enfermedades que suelen producir en entornos tropicales y húmedos y que tienen una cronificación a lo largo del tiempo en quienes las contraen. Por eso es fundamental poner el foco en ellas y priorizarlas en los sistemas públicos de salud, así como en la red de investigación internacional, para que se busquen soluciones más precisas y con menos efectos adversos para su curación. Sin embargo, una de las muchas consecuencias que ha provocado también la pandemia de la Covid-19 es que se deje de lado el estudio de estas enfermedades, desatendiéndolas una vez más.
Natalia Ruiz-González