fbpx
jueves, marzo 28

“No sé cómo tendrá la conciencia la clase política española pensando en un pueblo que lleva 47 años viviendo en un desierto árido y combatiendo”, Sukeina Ndiaye y Loueila Mint El Mamy, activistas saharauis

Sukeina Ndiaye y Loueila Mint El Mamy, más conocida como Lala, son madre e hija y activistas saharauis que llevan décadas denunciando la terrible situación de su pueblo. Además, trabajan de manera incansable en favor de las personas migrantes que llegan al archipiélago canario en el que residen desde hace años. 

Sukeina es intérprete de francés y de árabe en ACCEM. También suele llevar a cabo su labor acompañando en juzgados y comisarías a lxs jóvenes que vienen en patera. Es la presidenta de la asociación de saharauis en Tenerife,  integrante de un grupo contra la violencia de género desde 2009 y forma parte del consejo de igualdad de Adeje. 

Lala y Sukeina. Fotografía de Jeromy

A Lala mucha gente la recordará porque hace meses le denegaron la nacionalidad española “por falta de arraigo”, pese a vivir en el país desde los 8 años. Es abogada en el área de extranjería y reconoce que no concibe la vida sin el activismo por haberse criado en en un campamento de personas refugiadas. 

Conversamos largo y tendido y hablamos de su tierra, de inmigración, de justicia, de la falta de la misma, de mujeres y de feminismo. En nuestra charla cupieron el dolor, la nostalgia, las luchas, el amor y el inquebrantable compromiso hacia el lugar que les vio nacer. 

¿Lala, cómo y cuándo llegaste a España?

L. Vine con 8 años a España, en 1999, con un proyecto de “Vacaciones en paz” , un programa paternalista que, con todo, nos dio la posibilidad a muchas personas saharauis de poder venir aquí y a mí, de poder reunirme con mi familia biológica. 

¿Por qué era paternalista?

L. El programa surge con el fin de que lxs niñxs que salen de los campamentos de refugiados puedan visibilizar y ser los embajadores de una situación que lleva más de 45 años atascada por un interés estratégico y político por parte de Marruecos y la comunidad internacional, que es la cómplice de toda nuestra situación, tanto de quienes quedan en los territorios ocupados por Marruecos, como de las que residimos en los campamentos de refugiados en Tindouf, Argelia. 

El caso es que, como digo, la idea es visibilizar, conectar y que lxs niñxs que salen de los campamentos puedan abandonar un sitio inhóspito en donde se alcanzan unas temperaturas altísimas, de alrededor de 45 grados en verano, y en el que muchas personas tienen enfermedades crónicas debido a que los hospitales no dan abasto, ya que vivimos de la ayuda humanitaria. 

Así las cosas, debo decir que el proyecto tiene una finalidad positiva, sin embargo, hay un aspecto muy negativo porque supone que, no en todos los casos pero sí una parte de las personas que nos acogían, lo hacían como salvadoras, no como gente consciente de que el Estado español tiene una responsabilidad y un deber de justicia con Sáhara.  

Yo, por ejemplo, fui con una familia muy católica y me cortaron el pelo, una práctica violenta que quizá para ellos no lo fuera. Me decían que yo podía comer jamón y que no pasaba nada , me querían bautizar, me matricularon en un colegio de monjas… En definitiva, no respetaron lo que yo era ni mi identidad ni mi cultura ni todo lo que había detrás. 

Esto es lo que no puede pasar.

Es verdad que con la familia que me acogió, hoy en día, no solo tengo contacto sino que, además, hemos conseguido dar cursos y visibilizar que el proyecto y la ONG no deben ser para eso. Sé que lo que pasó conmigo no lo hicieron de mala fe, pero imagino que mi destino hubiera sido otro de haber seguido dentro del proyecto. 

Y en esa línea, Sukeina, ¿qué hay de la memoria histórica relativa a Sáhara? ¿Las nuevas generaciones conocen su existencia, la vinculación con España y el catastrófico proceso de descolonización que concluyó con el acuerdo tripartito de Madrid y la transferencia de la administración de Sáhara a Marruecos y Mauritania? 

S. La memoria histórica la pintan como todo, igual que los DDHH. El político es un artista que tiene la capacidad de cambiar su discurso de un momento a otro y de hacértelo creer. Eso pasa con la memoria histórica. Hay mucha gente de mi generación que aprendió español antes que árabe, incluso, pero aquí no se sabe y si te quejas, puede tener consecuencias. A mí, por ser activista y saharaui me deniegan la nacionalidad por origen. En cambio, muchas de las personas saharauis que están en la Península la tienen. 

Irene, Sukeina, Lucía y Lala. Fotografía de Keybis Keba Danso

¿A qué crees que se debe esa amnesia colonial relativa a Sáhara?

S. La influencia de Marruecos está por todos lados y, cuando hay dinero de por medio, los derechos de las personas no valen nada, gobierne quien gobierne. No sé cómo tendrá la conciencia la clase política española pensando en un pueblo que lleva 47 años viviendo en un desierto árido y combatiendo. 

Estuvimos tres décadas luchando, engañadxs y esperando un referéndum dado que tenemos derecho a él. Como Marruecos sabe que no saldría victorioso de esa consulta, chantajea a las potencias occidentales con el fin de que no se lleve a cabo. 

Por suerte, la población española no es equiparable a sus gobiernos. 

¿Y sientes que hay apoyo por parte de otros países árabes hacia la causa saharaui?

S. Los apoyos no sirven para nada, si sirvieran, Palestina sería libre. 

Nosotrxs sabemos que nuestro mejor aliado es Argelia porque tiene un peso político grande y también económico debido a su gas. Es más, Argelia, más que un pueblo aliado es un pueblo hermano, no obstante, a estas alturas, el pueblo saharaui solo cree en sí mismo. Ya no esperamos nada de nadie. 

¿Cuál dirías que ha sido el papel de las mujeres saharauis en los campos de personas refugiadas?

S. Yo, por ejemplo, vine cuando ya se había acabado la guerra (aunque en noviembre de 2020 ha empezado el conflicto de nuevo). Antes no quise abandonar aquello porque tenía una responsabilidad. Las mujeres en el Sáhara, en tiempos de guerra son las que llevan los campamentos de refugiadxs en todos los ámbitos: logística, educación y… , en fin, todo lo que se mueve lo llevamos nosotras. Esa experiencia nos sirvió para ser más empoderadas. Incluso las más conservadoras tuvieron que cambiar el chip y, hoy en día ,son un ejemplo para sus hijas. 

Recuerdo que había mujeres combatientes, enfermeras, médicas, todas aportaban desde su conocimiento y cada labor era importante. Con todo, cabe señalar que antes de que empezara la guerra, nosotras , las mujeres saharauis ya teníamos nuestro puesto dentro de la sociedad. 

Hace no mucho estuve en un encuentro con la asociación de mujeres juezas y fiscales a nivel estatal. Participaba Pilar Barrado, por ejemplo, que ha logrado que se aplique una Directiva con solicitantes de protección internacional (asilo). Cuando ella habló, explicó cómo era la mujer saharaui en los años 40 del s.XX. Comentaba, por ejemplo, lo difícil que era separarse en el mundo entero mientras que ahí, por aquel entonces, las mujeres sí podían separarse. Qué pasa que a las mujeres en el mundo , entre las cuales me incluyo, siempre nos han llegado las noticias a través de hombres y eso provoca que todo nos llegue mediatizado por ellos y se pierda mucha información por el camino. 

Ahora bien, que yo te cuente lo anterior no significa que no reconozca que hay machismo en Sáhara, que lo hay y mucho, pero es cierto que en ese tema estuvimos en la vanguardia. 


La Librería de Afroféminas



Tú misma eres un reflejo de lo que cuentas, te separaste teniendo cuatro hijxs. 

Es cierto, yo me separé muy joven, pero tenía como referencia a mi madre, que también nos crio a mis hermanos y a mí y se casó varias veces. Ella siempre nos decía “tu vida la puedes hacer como quieras, independientemente de una pareja”. 

Personalmente, no me perdonaría destrozar mi vida ni la de mis hijos. Yo nunca me he sentido mal por estar separada porque me he visto reflejada en un montón de mujeres saharauis, la primera, mi madre, una enfermera funcionaria del Estado español. Ella fue mi mejor ejemplo y por ella, soy feminista.  

Lala, ¿qué has aprendido de tu madre?

Para mí mi madre es mi mayor referente. Ella, en la actualidad, sufre las consecuencias sobre sus huesos de lo que es vivir en un campamento con cuatro hijxs y teniendo que sacarlos adelante. Para mí,  es un referente de resistencia , de empatía, de solidaridad, de respeto ,de cercanía y también de entender que todas las personas merecemos una oportunidad de vivir. Probablemente, si no hubiera sido mi madre, le hubiera pedido que me adoptara, pero he tenido una suerte inmensa de tenerla en mi vida. 

Me hace feliz escucharla y aunque, obviamente, estamos en polos muy opuestos en algunos planteamientos, ambas nos declaramos y somos feministas. Luchamos por deconstruirnos juntas desde diferentes perspectivas , ella con sus mochilas generacionales y yo con la manera de ver el mundo de alguien que ya ha crecido en Occidente. Lo que para mí es fundamental es que lo hacemos de una manera respetuosa, ¿no, mami? 

Eso, ¿qué opinas tú, Sukeina? 

Es verdad que, a veces ,le hago comentarios por llevar minifaldas muy, muy mini si va a ir a alguna conferencia. Me responde que ella lleva poca ropa pero yo demasiada. Lo cierto es que son diferencias de la edad que para nada resultan insuperables. También discutimos acerca de la religión. Mi concepto de religión es personal, estoy en contra del fundamentalismo y creo que las religiones, en general ,tienen muchos aspectos positivos como el respeto , la humildad o que granjean la seguridad que en algún momento de la vida puedes necesitar como humana… 

Por supuesto, mi fe no me impide respetar a personas que no creen, que tienen unas creencias diferentes a las mías o que teniendo las mías, las viven de otro modo.  Entiendo a las mujeres que no quieran llevar velo, pero que no respeten que yo me lo ponga me resulta incomprensible. 

En esta vida cabemos todas y debemos respetarnos, eso implica que me posicione frontalmente en contra de que se imponga cualquier cosa a nadie. Yo, a mi propia hija ni puedo ni he querido imponerle nunca nada.  

¿Y una vez en Canarias, cómo ha sido vuestra vida? 

S. Yo soy intérprete, entre otros sitios, en juzgados  y creo que es muy importante porque doy seguridad a las personas extranjeras al verme, sobre todo cuando son muy jóvenes. Muchas, de hecho, me llaman mamá, incluyendo los marroquíes. 

Llegadas a este punto, aprovecho para hacer un inciso: A veces, a lxs propixs marroquíes les llama la atención que trabajemos con ellxs. Para mí son mis hermanxs, pero tanto ellxs como lxs senegalesxs, lxs gambianxs o lxs de Guinea Ecuatorial. La realidad es que si no estuviéramos todos viviendo la misma situación, no estaríamos aquí. Es una realidad. La culpa la tienen o sus dirigentes o quienes nos vendieron. 

L. . Exacto, el enemigo es su monarquía, su ministro de Exterior y el de Asuntos Exteriores, así como la Comunidad internacional o la UE. Tanto el pueblo marroquí como el nuestro son víctimas de lo mismo, por eso hay que derribar al sistema y no a nuestrxs compañerxs. 

S. Continúo respondiendo a tu pregunta: Yo me siento a gusto porque sé que puedo ayudar no solo traduciendo. Cuando hay gente que acaba de llegar, por ejemplo, hacemos más mediación cultural que el mero trabajo de traducción, que se da sobre todo cuando estás en comisaría.

Las personas migrantes o/y de ascendencia migrante estamos aquí, hablamos el idioma y podemos contribuir en las sociedades que habitamos más de lo que muchxs se creen. Hay conflictos y situaciones que hemos vivido que la población mayoritaria desconoce. En lo concerniente a la gente que migra, cuando no hay información, pueden resultar engañadxs. Por eso es importante conocer este ámbito y también desarrollar un protocolo de actuación. Al fin y al cabo, las pateras ya llevan décadas llegando al archipiélago y es importante que estemos puesto que, cuando nos ven, se sienten a gusto. 

L. Llegamos a Canarias en el año 99 y a partir de ahí, construimos nuestra propia vida. Desde entonces, la desigualdad, las barreras, las trabas burocráticas, el racismo institucional, no vivir en mi propio país o, por lo anterior, empezar un peldaño más abajo que el resto, ha provocado que al final termine donde estoy: trabajando para las personas migrantes que llegan por vía marítima. En la actualidad, soy abogada, trabajo dentro de los centros de internamiento de extranjeros y en comisarías, siempre con una perspectiva activista.

¿Y eso qué significa, Lala?

L. Yo entré como voluntaria en un centro de internamiento de extranjeros, el de Santa Cruz, y a partir de ahí, entendí que estos espacios no tienen que existir.  Comprendí y pude empatizar más con compañerxs que llegan en condiciones terribles, después de un tránsito súper complicado . 

Viendo lo que veo y proviniendo de donde provengo me di cuenta de que no puedo concebir la abogacía desde una perspectiva mercantilista sino de DDHH. Yo soy de las que ha conseguido llegar adonde no me esperaban y, por justicia, decido usar mi herramienta laboral para poder echar una mano.  Así las cosas, ayudo a gente que no dispone de medios, asesoro jurídicamente en asambleas , colaboro en la búsqueda de familiares y denuncio en los medios de comunicación. A su vez, esa herramienta de visibilizar y posicionarme políticamente en los medios garantiza que yo pueda prestar una asistencia de calidad , que pueda frenar una devolución o cerrar una nave porque se están dando condiciones infrahumanas. Entonces, quitando las contradicciones que tengo con respecto a los medios y a la instrumentaización que hacen de las personas negras y de cómo aprovechan nuestro discurso para lo que les interesa, también me ayuda a visibilizar y ser imagen de haberlo conseguido , cosa que puede resultar útil para que haya gente que sepa que es posible lograrlo. 

¿A la gente le sorprende veros en vuestros contextos laborales? 

S. Claro, hay personas que, por los prejuicios que tienen, se sorprenden al verme. Yo me siento orgullosa de mi velo, es mi sello de identidad. Considero que, cuando trabajo, estoy derribando estereotipos sobre la mujer árabe, musulmana y/o africana, en general. Se lo dije un día a una forense que me indicó que no podía pasar con la mujer víctima de violencia machista a la que ella iba a atender, asumiendo que sería su familiar o una amiga. Cuando le respondí que yo era su intérprete, se quedó boquiabierta. Me pasa también con abogadxs y juecxs. 

Me hace gracia cuando me dicen “tú es que hablas muy bien”. Y no es eso, lo que pasa es que hay personas que no pensaban siquiera que alguien como yo pudiera tener  voz.  Ojo, es algo que me pasa en todos lados, también fuera del entorno laboral.  Al ir a comprar un libro o cuando alguien me encuentra leyendo, se extraña. En pleno s.XXI, hay gente para la cual resulta chocante ver a una mujer con velo aficionada a la lectura.  

Teniendo en cuenta lo anterior, soy consciente de que tengo la responsabilidad de representar a muchas mujeres norteafricanas y siento que estoy abriendo puertas a quienes vengan detrás. Quizá por eso, llevo muchos años trabajando en varios colectivos en temas de igualdad. Como feminista, exijo una igualdad de género real y no la igualdad que, en muchas ocasiones, se vende como lograda y en absoluto lo es. En España , en lo que llevamos de siglo todavía no hay una igualdad real. Hay tantas víctimas de violencia de género… Yo trato de minimizar ese daño, sobre todo en el caso de las mujeres de fuera, que no tienen red de apoyo aquí y que vienen en muchos casos agrupadas por el agresor que es su marido. 

L. Yo sorprendo en los dos lados, también en Sáhara. Allí yo no encajo debido a que soy una mujer negra, con el pelo afro, que no llevo velo y con una vida totalmente occidental. Eso provoca que cultural y religiosamente me relacione de una manera diferente. 

A veces siento que vivo, permanentemente en pleno choque de dos culturas y que eso tiene consecuencias que voy arrastrando. 

Me consta que, pese a cómo me miren, yo soy una ciudadana de primera en España y, sin embargo, las personas con las que yo trabajo no lo son, Eso, emocionalmente, carga. Carga la criminalización tan terrible que padecen. Carga ver que mientras yo espero en una sala con aire acondicionado, las personas a las que asisto, no tienen las mismas comodidades. Carga escuchar testimonios súper violentos de gente que en su tránsito ha tenido experiencias terribles y que, después de todo, acaban en un Centro de Internamiento de Extranjeros o en prisión porque creen que son los patrones de la embarcación. Yo he escuchado los testimonios de personas que recuerdan haber visto a compañeros de embarcación muriendo mientras dormían y cómo tuvieron que afrontar coger la embarcación porque el patrón había fallecido. Y tras eso, acaban en la cárcel. 

Soy muy consciente de que yo soy refugiada de las privilegiadas. Vine en un avión porque mi familia tenía los medios, pude estudiar, formarme y aunque mi posición actual es parte de mi esfuerzo y del de mi familia, también me he encontrado obstáculos. Entre ellos, el racismo institucional por ser saharui y no tener mi propia nacionalidad. 

Trabajar donde trabajo me ha hecho darme cuenta de cuán injusto es el sistema y sin embargo, sé que dentro de las instituciones y los cuerpos de seguridad del Estado hay un montón de gente a la que también le duele la injusticia. Por eso me niego a tener una sola visión.  Por suerte, creo que son una minoría las personas a las que hay que combatir, no que enseñar, insisto, combatir. Definitivamente, es con el sistema contra el que hay que luchar.  

¿Y qué consecuencias tiene para ti trabajar como abogada en extranjería?

L. Es verdad que soy una persona muy guerrera y con mucha determinación, pero… por supuesto que tiene consecuencias trabajar en mi ámbito. 

Yo no sé decir que no, y eso repercute en mi vida personal y familiar. Me agobio mucho porque tengo un montón de frentes abiertos, quiero ayudar a mucha gente, me sobreexijo y me resulta imposible llegar a todo. Eso tampoco es bueno y afecta mi salud mental. A veces me dan bajones y he llegado a tener ataques de pánico. 

Sukeina, eres una mujer incansable, así que seguro que puedes contarnos cuáles son tus planes de futuro. 

Me gusta decir en broma que tengo una agenda equiparable a la del presidente del gobierno, solo que no cobro igual. Me pasa como a mi hija, que no sé decir no. Los días de la semana no me dan. 

Desde aquí, desde Canarias, cuando empecé a hacer activismo mi intención era ser la portavoz de mi gente, sobre todo de las mujeres maltratadas en el territorio ocupado. Para mí es inevitable reconocer que mis planes de futuro están ligados al Sáhara Occidental, si mi país me necesita, yo estaré ahí para lo que sea.

Muchas gracias por vuestra generosidad y gracias, también,  a Irene Ruano Blanco que, estando  yo afónica, me ayudó a hacer la entrevista y colaboró formulando varias preguntas. 


Lucía Mbomío

Periodista 


SUSCRÍBETE A PREMIUM AFROFÉMINAS


1 comentario

  • Arbre Agulló i Guerra

    Tuvimos un niño saharahui , fue una experiencia mala, quería consumir bambas de marca … y otros objetos, la vida aquí no le ayudó. Tuvimos una niña Lala por cierto, 1998, fue una buena experiencia, estuvimos en los campamentos, tenemos contacto con la familia ampliada. Han pasado años, queremos la libertad, el referendum ya, que vuelvan a sus tierras y entonces ayudarlos a construir una sociedad cooperativa. PERSEVERANCIA.

Deja un comentario