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jueves, marzo 28

El efecto Effie White. El injusto trato a las mujeres negras en la industria del entretenimiento

Este es un relato personal y por consecuencia es doloroso contarlo, pero lo hago desde la profunda necesidad de no dejar ocultas las violencias e injusticias que todavía vivimos las mujeres negras en la industria del entretenimiento.

Florence Ballard la componente de Supremes que inspira el personaje de Effie White en «Dreamgirls»

Comencé a estudiar teatro cuando cumplí catorce años, estaba muy emocionada porque desde que recuerdo siempre he querido actuar y estar en el escenario. De los pocos recuerdos de mi infancia que conservo, rescato los juegos a solas en mi cuarto, recuerdo claramente que a escondidas tomaba los tacones y vestidos de mi madre y las medias de vestir de mi padre para utilizarlas como mitones, jugaba montada en la cama creyendo ser una diva en el teatro, la música, yo siempre me visualicé en el escenario. Y desde el día uno hasta hoy cada vez que se encienden las luces, la consola o simplemente el micrófono en cada show es un momento sagrado, pero con el tiempo, las injusticias, los abusos, el miedo… Las luces fueron perdiendo sentido, los aplausos dejaron de ser lo más importante para mí, porque aprendí que vale más mi integridad, física emocional y mental. 

Antes de cantar profesionalmente, solo me dedicaba a la actuación y entregue tanto de mí, que me fui perdiendo todo, Grabé dos cortometraje con el hombre que me abuso sexualmente y psicológicamente por tres años, intente denunciarlo dije a TODOS lo que él era y nadie me escuchó, continúe haciendo funciones, pagando mis cuentas, estudiando en la universidad con 30 kilos menos y con dismorfia corporal, con pánico, ansiedad, trauma y un intento de secuestro para una red de prostitución, así seguí creando, me fui un tiempo y regresé con la esperanza de poder hacer no solo teatro o cine, también quise reconciliarme con la música, oficio que me dio de comer a través de mi padre y mi familia, pero que ellos mismos me decían que no podía lograrlo, regresé a Caracas, la capital de mi país, Venezuela, y me encontré con violencia, desigualdad, racismo, machismo, no pude rentar un cuarto porque a la dueña no le daban confianza las mujeres con cabello afro y hasta me ofreció dinero para arreglármelo, soporte conductas e incomodidades extremas viviendo en algún sofá o cuarto extra de algunos conocidos, quienes cuando ya no me encontraron útil solo me dijeron que me fuera, sin ningún tipo de sensibilidad.

Conocí, músicos celebridades gente importante que al parecer solo querían a la cantante de linda apariencia y no a la artista, la activista que no se calla injusticias. En estos últimos años, me han dañado vestuarios, tocado y besado cuando dije no, saboteado ensayos, y hasta me han rociado alcohol en un ojo. Y sigo cantando, actuando, creando y escribiendo, hablando por aquellas que como Florence Ballard no pudieron hablar y pasaron por lo mismo. Porque la neutralidad es una posición absurda frente a las violencias que se tienen que vivir por ser negra y por ser mujer en una industria que defiende el arte y la ética artística por encima de la salud emocional, y que especialmente a nosotras, las negras, las antirracistas se nos sigue viendo como objeto y no vivimos circunstancias igualitarias. Yo decido decir basta, decir no quiero hacerlo, porque la mujer que es artista aprendió a prestar el alma y cuerpo en el escenario y no al servicio de él.



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