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viernes, marzo 29

Cuando de discriminación se trata…

¿Por qué me miran mal, me hacen sentir inferior, me excluyen y me violentan? ¿Tengo alguna condición que propicie que sea invisibilizadas por la sociedad? ¡Cuánto me gustaría que estas interrogantes desaparecieran de la vida de tantas personas negras! Pero la realidad es otra, hoy en día son muchas las personas que se cuestionan su color de piel, porque son víctimas de discriminación.

No pedimos venir al mundo de una raza o de otra, simplemente nacemos, y pareciera que por el simple hecho de nacer traemos una marca de por vida que es objeto de rechazo. Yo soy negra y vivo orgullosa de serlo, pero ¿qué pasa cuando el color de mi piel es el pretexto que utilizan muchos para hacer distinciones, tratarnos desigualmente, excluirnos y hacernos sentir menos?

La esclavización de la población africana durante el proceso de colonización europea en América sentó las bases de la discriminación racial contra las personas afrodescendientes que persiste hasta la actualidad.

En este punto me gustaría aclarar una idea: no nacemos siendo racistas, estas ideas discriminatorias han sido impuestas como resultado de influencias y factores externos relacionados con la crianza que recibimos.

La discriminación racial vulnera nuestro espacio, pero también vulnera nuestra salud. Ser víctimas de este flagelo social tiene un impacto social, económico, político y cultural, y además afecta nuestra subjetividad. Los afrodescendientes se enfrentan al racismo explícito manifiesto en ofensas, insultos, humillaciones, burlas, rechazos e incluso agresiones físicas; aunque no debemos dejar de lado el racismo “solapado”, que en ocasiones pasa inadvertido, pero está ahí y solo quien lo vive sabe cómo se siente.

Aislamiento, inseguridad, falta de confianza, introversión, pánico, miedo son solo algunos de los estados emocionales que pueden experimentar las personas que han sido víctimas de discriminación. Algunos pueden ser a  corto a plazo, otros por el contrario pueden perdurar en el tiempo.

Al ser minimizados por la sociedad, se crean sentimientos de inferioridad, que inducen a un pánico que se siembra en la mente y ocasiona trastornos de confianza, y cuestionamientos sobre la personalidad. Esto sin dudas, puede conllevar a la no aceptación y en casos más severos al suicidio.

Intentar romper con los estereotipos asentados en la sociedad que de las personas negras se tiene, hace que en muchas ocasiones personas afrodescendientes constantemente se presionen y se autoexijan.

Y no, no es por victimizarnos, por muy cruda que sea es nuestra realidad, en muchos contextos nuestro color de piel  es sinónimo de maltrato. Hoy en día gracias a las redes sociales muchas personas víctimas de discriminación han encontrado un espacio para alzar sus voces en defensa de sus derechos, para visibilizar un fenómeno que muchas veces intentan disminuir, pero que está ahí y cada día atenta contra la vida de mucha gente.

El racismo se nutre de ideologías que fomentan la inferiorización. Nosotras mujeres constantemente somos relegadas a un segundo plano por nuestro color, nos hacen sentir menos y con ello reducen nuestras capacidades. Muchas niñas sufren discriminación en sus escuelas diariamente, esto evidentemente afecta su autoestima y las hace cuestionarse su color de piel, el daño perdura si no somos capaces de hacerles ver a nuestras niñas que no somos las del problema, sino una sociedad que se empeña en invisibilizarnos.

Ser conscientes de que la discriminación racial existe, y el impacto significativo que tiene sobre nuestra salud, nos llevará a hacerle frente de manera responsable.


Zaida Fabars

Cubana, estudiante de Periodismo y amante de la radio.


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