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martes, marzo 19

La caridad de lo social: un retroceso al estado de la precariedad

Hace no demasiado tiempo, todas y todos nos echábamos las manos a la cabeza ante la petición por parte de los poderes políticos de voluntarias y voluntarios para la realización de actividades profesionales especializadas. Sin embargo, no es un hecho reciente la constante petición de trabajo voluntario en áreas especializadas de los Servicios Sociales. Tampoco es poco común la existencia de organizaciones donde la mayoría de sus trabajadoras y trabajadores son personas voluntarias o estudiantes en prácticas no remuneradas. Otra situación que se repite hasta la saciedad es la creación de proyectos temporales, con la consecuente temporalidad del ofrecimiento de apoyo a los colectivos desfavorecidos y de la situación laboral de las personas que ofrecen dicho apoyo.

Fuente El Universal. Ilustración Dante De La Vega

Es curioso que, en un Estado del Bienestar, donde todas y todos aportamos con el dinero de nuestro trabajo al mantenimiento del mismo, exista una situación tan precaria en la empleabilidad de quienes se encargan de la gestión de las prestaciones de ayudas: trámites de prestaciones, apoyo a personas racializadas, mujeres víctimas de la violencia de género, menores, personas del colectivo LGTBIQ+, ancianas y ancianos, entre otros.

No es menos curioso que en un país donde gobiernan partidos progresistas, que se llenan la boca al hablar de violencia de género, que no dudan en aplaudir a las personas que proveen de cuidados a quienes lo necesitan y defienden la creación de políticas sociales, a día de hoy impere la caridad frente a una estructura sólida de protección a las ciudadanas y ciudadanos. 

Las trabajadoras y trabajadores que nos dedicamos al ámbito social nos encontramos frente a una inseguridad laboral y económica, que lejos de ayudarnos a ayudar, amplía la zona de desigualdad hasta introducirnos dentro de ella. ¿Acaso podemos ofrecer orientación en la búsqueda de empleo cuando nosotros y nosotras mismas carecemos de un contexto estable donde poder ejercer nuestra profesión? ¿Acaso podemos hablar de esperanza cuando nos la arrebatan constantemente? 

Las necesidades son consecuencia de una situación vital lo suficientemente compleja como para suplirlas en un tiempo tan limitado, además de que se requieren de estrategias y herramientas especializadas que no se limitan a la buena voluntad. Si la buena voluntad fuese el único requisito imprescindible para facilitar el desarrollo personal, social y profesional de las personas, probablemente no existiría el amplísimo grado de vulnerabilidad en que se encuentran muchas de ellas y que cada vez es mayor en la situación de crisis crónica en la que se encuentra España.

Por supuesto, tampoco es posible hacer un seguimiento de las usuarias y los usuarios, convirtiendo el trabajo realizado en un parche que tarde o temprano caerá por la inconsistencia de sus tejidos.

Por todo ello, hoy se hace necesario reivindicar el trabajo de las integradoras/es sociales, trabajadoras/es sociales, educadoras/es sociales, pedagogas/os, psicólogas/os, cuidadoras/es y demás profesionales que tratamos que sostener sobre nuestros hombros un Estado del Bienestar que amenaza con desplomarse y aplastarnos en su caída. 

Proteger a las y los profesionales del ámbito social es proteger los derechos humanos, es proteger a cada una de las ciudadanas y ciudadanos que no están exentas/os de vivir una situación complicada el algún momento de sus vidas y que se merecen recibir la mejor atención posible.

Como diría Mary Wollstonecraft: “Es justicia y no caridad lo que necesita el mundo”. Suplamos esa carencia.


Sheila Alvarez


Instagram sheilalvarezzz


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