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viernes, marzo 29

Mujeres pescadoras en África Occidental y las desigualdades que encaran

* Este texto está basado en un artículo escrito por Ifesinachi Okafor y Sayra van den Berg y publicado en The Conversation bajo el título ‘Women are mainstay of fishing in West Africa. But they get a raw deal’

En África Occidental, la pesca artesanal es una de las principales fuentes económicas. Tanto es así que, aproximadamente, 10 millones de personas dependen de ella como principal sustento. En Nigeria, por ejemplo, este tipo de pesca genera el 80% del pescado consumido en el país y emplea alrededor de 24 millones de personas. Dentro de estas cifras, las mujeres son un pilar fundamental.

Foto de portada: Mujeres ahumando pescado en el asentamiento de Egede en Port Harcourt (Nigeria). Foto: Yasuyoshi Chiba

En el sector trabajan indistintamente hombres y mujeres, aunque sus cargos se encuentran divididos por géneros en la región occidental. Mientras los hombres se encargan de la pesca y producción, las mujeres son las encargadas de llevar a cabo el procesamiento posterior a la cosecha. Es decir, las acciones de clasificar o salar el pescado. Además, ellas también se hacen cargo de la venta del producto, por lo que es evidente que las féminas desempeñan un papel crucial en el ámbito de la pesca artesanal.

Sin embargo, diversas investigaciones han evidenciado que las mujeres obtienen un trato desfavorable en esta actividad económica: más allá de percibir sueldos ínfimos o ni siquiera obtener remuneración, sus contribuciones son infravaloradas y, en ocasiones, incluso invisibilizadas. Esto hace que, entre otras cosas, tengan menos disponibilidad de capital para acceder a ciertos recursos. Entre ellos, encontramos la imposibilidad de comprar suficiente pescado para ganarse la vida durante periodos largos de tiempo o la dificultad para acceder a instalaciones de procesamiento y almacenamiento, necesarias para que el producto no se deteriore. 

Una cadena de desafíos

El problema va más allá. El sesgo de género a nivel institucional hace que la cifra de mujeres presentes en los ministerios de pesca, los organismos de gestión y las instituciones financieras de África Occidental sea poco representativa. Es por esto por lo que la creación de políticas pesqueras pasa por alto las necesidades y aportes de la parte femenina. En otras palabras, sus contribuciones a la pesca artesanal se toman como “normales” dentro de sus responsabilidades de vida, haciéndolas imperceptibles dentro de la economía.

Como hemos comentado, este hecho reduce el acceso de las mujeres a sueldos dignos, con lo que se restringe su capacidad de crecer en sus trabajos. Aparte de esto, existe también la dificultad añadida de que las féminas deben dividir su tiempo para hacerse cargo del oficio y del hogar, es decir, equilibrar las funciones productivas y reproductivas. Ello explica que la mayoría destinen lo poco que cobran a cubrir los gastos de la casa.

En añadidura, la pérdida de pescado después de la cosecha es otro escollo con el que se topan. Como su realidad les impide la posesión o acceso a equipos adecuados de conservación y almacenamiento en frío, gran parte de su producto acaba deteriorándose. 


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La desaparición de poblaciones de peces, además, supone otro desafío. Debido a que la pesca artesanal es una de las actividades más realizadas en la región africana, la mitad de las especies están sobreexplotadas. La competencia por obtener el pescado que queda está aumentando, haciendo que las mujeres, según algunos informes, estén llegando a intercambiar favores sexuales para garantizarse el suministro constante de alimento.

Como resultado de todo esto existen graves consecuencias. Las mujeres se enfrentan a una marginación en el campo de ayudas financieras institucionales, ven amenazada su seguridad económica y alimentaria –y las de sus familias– por las pérdidas de pescado y, además, se ven expuestas a enfermedades de transmisión sexual por tener que “vender” su cuerpo a cambio del acceso a la pesca. De hecho, a nivel mundial, las tasas de infección por VIH o SIDA en las comunidades pesqueras son entre 4 y 14 veces más altas que el promedio nacional.

Necesidad de un cambio estructural

Para intentar sobrellevar y paliar esta situación, las propias mujeres han creado cooperativas a nivel nacional y regional que crean una significativa red de seguridad para ellas en el sector pesquero, a través del soporte financiero, la promoción y la recaudación de fondos. En Costa de Marfil, las asociaciones como L’Union des Sociétés Coopératives des Femmes de la Pêche et Assimilées de Côte d’Ivoire ofrecen apoyo mediante la regulación de las relaciones informales de préstamo, en nombre de las mujeres que, de otra manera, serían explotadas por prestamistas reales. 

Pero para llegar a una situación de igualdad real en el entorno de la pesca artesanal para el grupo femenino, es necesario llevar a cabo más acciones. La COVID-19 está dificultando aún más el acceso, almacenamiento y venta de pescado. Por ello es necesario que el cambio trascienda hasta las instituciones, de manera que, por una parte, se garantice el acceso a un mejor almacenamiento del pescado y que se mejoren las condiciones de las mujeres en un trabajo en el que tienen una gran presencia, aunque se muestre lo contrario. Los gobiernos de África Occidental deben considerar establecer organizaciones como cooperativas de crédito y otras entidades de protección para reducir los riesgos a los que se enfrentan las mujeres a lo largo de la cadena de valor pesquera. 

Nerea De Ara

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