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viernes, marzo 29

Violencia epistémica: Cómo la ciencia nos borró de la historia

*Ilustraciones obra de la hermana de @indiespice___

En las ciencias sociales siempre hay una persona que narra describiendo un fenómeno. Aunque  en términos científicos siempre se intente dejar a un lado el “yo” y ser lo más objetivo posible,  la objetividad siempre está ligada a algo. En el caso de un artículo científico, la objetividad del  autor está sujeta a su situación. Con esto me refiero a la posición en la que el autor se  encuentre en el momento de recoger información para el artículo. ¿A qué documentos ha  tenido acceso para informarse sobre el evento? ¿Desde qué perspectiva está observando este  fenómeno? ¿Cuál es la relación de la persona con el fenómeno? Éstas son preguntas que se deberían hacer para entender la perspectiva del autor. Las respuestas a estas preguntas  siempre van a sesgar el resultado de su investigación, por más que intente permanecer  neutral. 

El negar este hecho de por sí, es el comienzo de la violencia epistémica. Como en cualquier  otro ámbito de la vida, deberíamos reflexionar acerca de nuestros privilegios y cómo afectan a  nuestra posición en la sociedad. El aceptar que la posición que ocupamos en la sociedad está ligada a una serie de privilegios que se nos han dado al nacer, puede ser doloroso para quiénes  han tenido que ganarse la vida a pulso pero el ignorarlos, omite las vivencias de las personas  que no han tenido esos privilegios en primer lugar. 

Por ejemplo, si has nacido en Europa y eres una mujer blanca, cuentas con el privilegio de ser  blanca y europea, lo cual te ha facilitado el llegar a la posición social que actualmente ocupas,  aunque por el hecho de ser mujer hayas podido llegar a sentir la opresión del patriarcado. Ser  consciente de ello es importante, porque así se visibilizan los obstáculos con los que una mujer  racializada, no-europea, se encuentra en el camino de buscar su posición en la sociedad.  Ignorando estos privilegios opacas la realidad de estas mujeres.  

De la misma forma pasa en la ciencia. 

El sistema educativo y académico actual está basado en el que se impuso durante el  imperialismo y el colonialismo. En el periodo de colonización, en las colonias se instauró el  sistema educativo de occidente. Lo ya existente hasta ese momento en esos lugares no fue  tenido en cuenta puesto que las humanidades eran en esa época algo perteneciente a occidente. Lo civil y lo refinado no era algo que se pudiese dar en las colonias, que eran  consideradas como “salvajes”. A los colonizados se les atribuían cualidades físicas. La filosofía y  la ciencia eran cualidades reservadas en aquel entonces para el hombre blanco. 

Basado en esto, a lo largo de la historia de occidente se han repartido los roles de “narrador” y  “narrado”. El narrador siempre va a ser una voz blanca, probablemente masculina y con un toque de condescendencia académica. Lo narrado es todo lo demás. Claramente, estos roles  se repartieron unilateralmente por el occidente y se inculcaron en el resto del mundo durante  la colonización. 

Los investigadores blancos de occidente tienen el privilegio de poder investigar y escribir sobre  todo lo que les parezca. En las humanidades, una persona blanca puede viajar a cualquier país  africano, investigar cualquier fenómeno y publicar sus resultados con la seguridad de que éstos  no van a ser cuestionados por el hecho de haber sido escritos por esta persona. Su  metodología podría ser cuestionada, también los métodos usados para recoger la información  o la forma de evaluación y aun así, tanto los resultados como el autor serían tomados en serio.  En principio esto no debería de suponer un problema. ¿Qué hay de malo en que Daniel Bach,  un catedrático blanco de la Universidad Science Po de Paris, dedique toda su carrera a estudiar  el comportamiento político y económico de las antiguas colonias francoafricanas? Siempre que  tenga en cuenta los factores postcoloniales, nada.  

El problema viene cuando se intenta a la inversa. ¿Quién cuenta las historias africanas? En su  mayoría los africanos, aunque también como he mencionado antes, hay europeos y  americanos que se especializan en esta región. Por ende, las historias africanas las cuentan los  africanos y los occidentales pero, ¿Quién cuenta las historias de occidente? Los occidentales.  ¿O acaso una mujer africana sería tomada en serio hablando de los déficits democráticos de la  Unión Europea? ¿Cuántos autores no-blancos u occidentales conoces que se dediquen a  estudiar las raíces históricas de la democracia actual en occidente? ¿Cuántos Institutos de  estudios europeos hay en el continente africano, en Asia o en Latinoamérica?  

La ciencia, aunque es considerada como una disciplina pacífica, tiene mucha influencia en  modo de ver la sociedad moderna. 


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Con la violencia epistémica se consigue perpetuar los roles coloniales y borrar por completo  años de historia no-occidental. De la misma manera se deslegitimiza a los autores racializados.  A las personas racializadas en el ámbito de las humanidades, se les permite hablar de racismo,  de violencia sistémica incluso especializarse en sus países de origen pero se les toma mucho  menos en serio y les es más difícil dedicarse a algo más allá de ahí. 

El simple hecho de poder especializarse en el ámbito que uno quiera es un privilegio y el  ignorarlo, el perpetuar los roles de “narrador” y “narrado” es la cara oscura de la ciencia.


Carlota Memba Aguado

Licenciada en Política, Administración y Relaciones Internacionales. Defiendo lo que es justo con creatividad, pasión y responsabilidad. 

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