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jueves, marzo 28

¿Qué hay más allá de la controversia por traducir a Gorman?

Un llamamiento a la unidad dejando de lado “las diferencias”. Esto es The hill we climb, el poema que recitó Amanda Gorman durante la toma de posesión del cuadragésimo sexto presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y de la primera vicepresidenta de la historia del país, Kamala Harris. Gorman, de 22 años y la persona más joven en recitar en esta ceremonia inaugural, escribió los versos especialmente para el evento. Pero, más allá de la unión por la que abogaba, el escrito no ha hecho más que generar controversia por su traducción a otros idiomas.

Amanda Gorman

Todo comenzó en Holanda, cuando se encargó a la escritora Marieke Lucas Rijneveld la traducción del poema al neerlandés. Esta decisión fue cuestionada por la periodista y fashion activist, como ella misma se define, Janice Deul, quien expuso sus quejas a través de una columna publicada en el periódico De Volkskrant. “Para captar todos los matices de lo que significan esos poemas se tiene que ser negra, como negra es la americana”, defendió Deul. Este hecho se saldó con la dimisión por parte de Rijneveld. Tras ello, desde la Editorial Meulenhoff, que había designado a la traductora, lamentaron no haber dado la oportunidad a una persona negra para desempeñar este encargo.

A raíz de ello ha surgido un intenso debate sobre quién debe traducir a Amanda Gorman, que se ha extendido por toda Europa hasta llegar a España. Víctor Obiols fue el elegido para transcribir los versos al catalán, pero terminó viéndose descartado por no cumplir con los requisitos que había pedido la propia autora. “Buscaban un perfil diferente que tenía que ser una mujer joven, activista y preferiblemente negra”, explicó el escritor. Este hecho desató la ira de varias personalidades del país, entre ellas Nuria Barrios (traductora de la Editorial Lumen) quien calificó el acto como un “síntoma de una nueva censura, letal para la traducción, para el arte, para la vida”.

También hay otros países del continente donde esta bomba literaria no ha detonado de igual forma. En Francia, la encargada de la labor será la cantante belgo-congoleña Marie-Pierra Kakoma, más conocida por su nombre artístico Lous and the Yakuza, siendo esta la primera vez que traduce. En Suecia, la misión ha sido encomendada al también cantante Jason Diakité, alias Timbuktu. Por su parte, en Italia la persona designada es la traductora blanca Francesca Spinelli, elegida con el beneplácito de Gorman. 

Las posturas son claras. “Somos los sucesores de un país y un tiempo / Donde una delgada chica de raza negra / descendiente de esclavos y criada por una madre soltera / puede soñar con ser presidenta / y encontrarse recitando para uno”, recoge Amanda Gorman en su poema. Mientras unos entienden la necesidad de que la persona encargada de la traducción sea afrodescendiente, precisamente para que pueda identificarse con estos versos, otros defienden que un poema que habla de la unidad debería respetar la diversidad, dando igual la raza u otras características de quien lleve a cabo el trabajo. Pero quizá se debería dejar de lado este aspecto y analizar la verdadera problemática que rodea toda esta cuestión: a qué posición se ha relegado a las personas afrodescendientes dentro del mundo del arte, en cualquiera de sus formas.

¿Y los artistas negros?

Sobre esta guerra de tinta, Talitha Perissé editora en Intrínseca, comentó en AFP que esperaba que el debate prosperase y nos llevase “a una mayor representatividad en el mundo literario”. No es de extrañar que esta sea su esperanza debido a las enormes desigualdades que existen en la industria editorial, tanto por género como por raza.

La escritora L. L. McKinney inició el pasado año el movimiento #PublishingPaidMe, con el objetivo de visibilizar la diferencia que existe entre los pagos anticipados de los contratos de publicación ofrecidos a autores blancos frente a los que perciben los negros. Como ejemplo de ello, Roxane Gay, estadounidense con ascendencia haitiana, afirmó que le pagaron 12.500 dólares por su libro An Untamed State, 15.000 por Mala feminista, 100.000 por Hambre y 150.000 por Year I Learned Everything. En contraposición, Mandy Len Catron, canadiense blanca y autora de How To Get in Love With Anyone, declaró recibir 400.000 dólares solo por esta obra.

Paralelamente a esto, desde Amistad Publishing, una impresión de HarperCollins, se cuestionaron la posibilidad de que la lista de libros más vendidos del New York Times estuviese copada por escritores de raza negra. Al ser consientes de lo difícil que sería, iniciaron la campaña #BlackoutBestsellerList, para alentar a los lectores a comprar obras de autores negros. 

Pero la discriminación no solo se limita a la industria editorial. La cantante Mickey Guyton denunció recientemente la profunda falta de diversidad existente en el género country, al que ella misma se dedica. En el mundo cinematográfico, los actores racializados también han vivido de cerca esta situación. Samuel L. Jackson comentó en Vanity Fair que durante el rodaje de Pulp Fiction descubrió lo que era el racismo policial. Según contó, tras acabar una comida con sus amigos, aparecieron cinco coches de policía y los agentes los apuntaron con pistolas, dando como única explicación que habían recibido un aviso de “cinco tipos negros en una esquina con armas y bates”. Por su parte, la actriz Priyanka Chopra fue rechazada en una prueba por tener “el físico equivocado”. Tras cuestionarse si necesitaba ser más delgada o tener abdominales, su representante le dijo que creía que “querían a alguien que no fuera marrón”.

Teniendo esto presente, hay quienes achacan todo este revuelo suscitado por el poema a la llamada fragilidad blanca. Este término fue acuñado por primera vez por The International Journal of Critical Pedagogy, donde se definió como la reacción que tiene una persona blanca cuando se ve expuesta a que cuestionen su raza. Posteriormente, la escritora Robin DiAngelo −autora de un libro sobre la cuestión, Fragilidad Blanca−, explicó que estas personas se han acostumbrado a verse a sí mismos como la raza predeterminada, lo que explica que se sientan aislados de los movimientos de incomodidad racial. Esta teoría hace que se entienda el porqué de que algunas personalidades blancas, pertenecientes o no a la industria editorial, se han visto excluidas o rechazadas por las peticiones de Amanda Gorman

Para Armando Buika, actor afrodescendiente y fundador de The Black View junto a Pilar Pardo, existe un blanqueamiento sistemático en la historia. Aunque desconoce cuáles son los motivos o la intención real de este hecho, declara que el pasado ha sido blanqueado desde el mismísimo Jesucristo: “Se le pinta con pelo largo, rubio y ojos azules cuando la Biblia no dice en ningún momento que fuera así”.

Este hecho, según Buika, explica que en cualquier libro de historia del arte sea prácticamente imposible encontrar menciones a artistas negros. Y no porque no existieran. “Tenemos el ejemplo de Alejandro Dumas, que nadie sabe que era mestizo. Y estoy convencido de que, si la gente supiera esto, muchos dejarían de leer sus libros”.

La difícil realidad a la que se enfrentan los artistas racializados fue lo que llevó al actor a poner en marcha, junto a su compañera, The Black View, una plataforma profesional y reivindicativa que busca representar a la comunidad de actores y demás artistas negros existente en España. La principal labor de la agrupación fue “sacar el debate a la calle”: sus fundadores se preguntaron si los artistas negros tenían los mismos derechos y oportunidades que los que no lo eran, y la respuesta no les sorprendió. “Yo tengo una teoría: lo que no se visibiliza no existe. Si no visibilizamos el racismo, no existe. Y eso era lo que estaba ocurriendo en nuestro país”, expone el actor. “Por ello, lo que hizo The Black View fue mostrar un problema que ya era latente. Y las únicas personas que podíamos hacerlo éramos los negros”.

Respecto a toda esta controversia, habría que entender que pese a lo respetable de que cada cual pueda sentirse ofendido o dolido por lo que considere, cabría quizá que todos ellos se cuestionen cuántas veces han tenido que soportar esta presunta discriminación frente a quienes, como en los ejemplos mencionados anteriormente y los muchos otros que no se recogen en este artículo, viven día a día con ello.

Nerea de Ara



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