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jueves, marzo 28

“Necesito que la comunidad negra sepa que yo también sufrí abusos sexuales por parte de mis tíos y los amigos de mis padres”. Fátima Balde, co-creadora de 1 de cada 5

Una de cada cinco es el porcentaje de personas víctimas de abuso sexual en su infancia a nivel mundial. Da igual el sitio del mundo , la clase social o la raza. Pasa. 

UNA DE CADA CINCO. Y lo repito y lo pongo en mayúsculas porque es un dato que no debemos olvidar, que tenemos que denunciar y que toca cambiar. Eso lo tienen claro Carme Diaby, Mònica Morlans y Fátima Balde, que cuentan como forma de sanar, de ayudar a quienes han vivido el mismo horror que ellas y con el objetivo de evitar que continúe sucediendo. 

Un buen día, decidieron transformar su rol, de modo que dejaron de sentirse víctimas para autoconcebirse como supervivientes, de ahí que hayan puesto en marcha un proyecto que recibe el nombre de la maldita estadística, en el que la pedagogía ocupa un lugar central. 

Cuando hablé con ellas me encontré a tres mujeres valientes, con cicatrices y, sin embargo, serenas y rebosantes de fuerza. Me emocionó su madurez, su estoicismo y su generosidad. Me emocionaron ellas, que abordaron el tema sin paños calientes y que explicaron cómo la migración o la situación administrativa pueden hacer que acudir a ciertos recursos sea una tarea compleja. 

Estas mujeres podrían ser un ejemplo para cualquiera, pero especialmente para una comunidad negra que también padece, pero que casi nunca aparece cuando se habla del tema.  Son referentes, sin duda, para las generaciones que vendrán detrás y también para las que nos precedieron y no pudieron denunciar.

¿Quiénes sois las personas que estáis detrás de esta iniciativa?

F. Yo me llamo Fátima Balde, nací en Barcelona,  tengo 23 años y mis padres son de Senegal y de Guinea. 

Acabé en este proyecto tan guay porque Carme apareció en un programa de Tv3 explicando su experiencia de abuso sexual y fue en ese momento cuando empecé a analizar todos los que yo había sufrido de pequeña. Tenía muy claro los que había padecido a los tres, a los cinco , a los siete, a los ocho y a los nueve, pero el último, que lo viví a los 15, lo tenía un poco borrado. A raíz de la emisión del programa, que vi junto a mi madre, me entró un ataque de ansiedad y empecé a analizar un montón de cosas que había eliminado de mi mente. 

Los abusos que yo he sufrido fueron por parte de 5 hombres, algunos de ellos eran familiares y otros conocidos que necesitaban estar una temporada en casa de mi madre. Digamos que a cambio de quedarse en casa, le hacían el favor a mi madre de cuidarme. Sin embargo, hicieron todo lo contrario, abusaron  de mí sexualmente. Llegó un punto en el que ya no podía hacer nada por lo que me pasó, ya era una mujer de 21 años, así que decidí ayudar a otras personas, a otras víctimas, explicando  mi historia. 

He ido haciendo un proceso muy grande junto a mis compañeras y gracias a ellas, a Carme y Mónica, hemos creado el proyecto 1 de cada 5. El nombre viene de la estadística de abusos sexuales que sufren los menores a nivel mundial. 

Debo decir que me siento superempoderada, con ganas de reivindicar, de romper el silencio, ya callé durante muchos años y ahora me toca hablar. 

¿Tú no se lo habías contado a nadie hasta que viste a Carme por la tele?

Yo se lo conté a mi madre cuando uno de los abusadores se fue de mi casa. Uno de los síntomas que se manifestaron fueron las pesadillas. Eran horribles. Aproveché la noche que se fue ese hombre, que ya sabía que no volvería por casa y le dije a mi madre que no podía dormir y que la persona que se acababa de ir de casa me había hecho muchas cosas y no solamente él sino que antes hubo otras personas. 

Tengo la mente borrosa cuando recuerdo ese momento, pero sí me acuerdo de ella en shock. Mi madre era una mujer negra, inmigrante, soltera, con dos hijos, sin papeles y su situación no le acompañaba. No sabía a dónde acudir ni cómo ayudarme, así que pese a que se lo conté, no pude recibir un apoyo psicológico o un seguimiento. 

¿Seguimos con las presentaciones? 

Carme: Sí, yo me llamo Carme Diaby, tengo 27 años, ahora solo estoy con el activismo contra el abuso y también escribo algún artículo. La verdad es que en mi caso el abuso fue provocado por un amigo de la familia. La historia empieza cuando yo llegué aquí de Senegal. A mí me han criado dos familias, una blanca y otra negra, por eso me llamo Carme. Me siento muy agradecida porque haber convivido con las dos enriquece, la verdad. 

El hombre que abusó de mí era un chico muy amable, muy tranquilo que se ganó a mis padres, así que le acogieron. Yo tenía 5 años y sufrí abuso desde entonces hasta los 12 años, que fue cuando se fue de casa. Después, yo cambié un montón, tuve muchas secuelas. 

A los 18 le conté todo a mi madre blanca, me salió solo, le expliqué todo lo que me habían hecho. Ella me llevó a terapia, estuve 6 años. Me sirvió para empoderarme y decidí que quería contárselo a toda mi familia, así que escribí una carta, les reuní a todos y se la leí en voz alta. Mi familia se rompió y, al tiempo, se fortaleció porque quisieron estar conmigo y acompañarme. Estoy muy contenta y agradecida por esto, ya que no siempre es fácil estar con gente que te apoya y que está a tu lado.  

Más adelante pensé que debía contarlo más allá, así que hablé con mi cuñado, que trabaja en tv3 , le pregunté si mi testimonio podría interesar y me propusieron participar en el programa “els 4 gats”  durante una hora en la que presenté a mis dos familias y conté lo del abuso. 

Al día siguiente de la emisión, un montón de gente me contactó, muchas de ellas chicas racializadas, eso provocó que quisiera hacer alguna cosa. Quedé con Fátima, que para mí fue una luz, la conocía desde joven, me explicó su historia, me quedé impactada y le dije que debíamos hacer algo. Al proyecto se unió también Mónica, a quien también conocía desde la infancia. A partir de aquí decidimos crear esta campaña las tres. Si algo de positivo tiene la campaña es que muestra  variedad, igual que la propia realidad en la que esto le pasa a niños y a niñas, da igual el color, el país, la clase social… 

Estamos muy contentas porque cuando subimos los vídeos, mucha gente nos acogió. Aún estamos activas. 

Mónica: Tengo 26 años y cuando tenía 4 y medio sufrí abusos por parte de mi padre. Mi madre me salvó porque ella entendió, con el escaso vocabulario que yo podía tener a esa edad, que ahí estaba pasando algo. Ella lo paró, me separó de mi padre y a partir de ahí comenzamos una historia juntas a nivel judicial, hospitalario y familiar. Fue una gestión muy temprana. Normalmente, los abusos no se detectan tan rápido. Mi madre me salvó tras medio año que es lo que creemos que duraron los abusos, justo desde el momento en el que mis padres se separaron. 

Yo, durante toda mi infancia y adolescencia, he tenido mis secuelas, pero al conocer a Carme, y ya con 18 años, ser algo más mujer, empecé a compartirlo por necesidad, también porque estaba en terapia y la psicóloga decía que contar la vivencia es lo mejor que se puede hacer. Encontrar a Carme, sin duda, fue luz. Entre las tres nos hemos dado mucha luz. Hemos hecho lo contrario que piden los abusadores: hablar. 

¿Qué es lo que hace, exactamente, 1 de cada 5?

Mónica: Quiere hacer pedagogía social como sea, a través de RRSS, de entrevistas como esta, de charlas y talleres en escuelas… La idea es concienciar y unir fuerzas para luchar contra el silencio como sea. 

Pues vamos a concienciar: una de las cosas que se dicen siempre es que son personas cercanas quienes perpetran estos abusos, esto es importante tenerlo en cuenta.

Fátima: Lo que acabas de decir es algo que nosotras nombramos muchísimo cuando hacemos charlas porque sí que es verdad que se tiene la imagen de un hombre con una furgoneta repartiendo caramelos a niñes indefenses en el parque pero, realmente, estamos hablando del padre de Mónica, de mis tíos, de los amigos de mi madre… 

Hasta que no lo vives no eres consciente del todo, sigue habiendo esta imagen social que lo asocia a alguien ajeno , marginal y no, hay estadísticas que demuestran que se trata de gente cercana y/o familiares. 

Y también es fundamental entender que se trata de algo, por desgracia, tremendamente democrático. Se da a nivel mundial y no discrimina. No es una cuestión de ricos ni de pobres, no hay distinción de clases ni de tipo de familia

Mónica: Exacto, es abuso de poder adulto y es sexualizar a menores, puro adultismo y viene de un patriarcado histórico… Vamos de modernos, pero si miras cien años atrás, aquí, casar a menores con adultos y sexualizarlos no era tan raro. Les niñes eran fuerza de trabajo y las mujeres vientres. Lo de considerar y proteger a la infancia es relativamente reciente. 

Me imagino que debe ser complicado porque en la infancia el miedo, la falta de pruebas o no saber expresarse o decir qué les está pasando condicionará mucho la emisión del mensaje… 

Carme: Te enfrentas al silencio, a la mentira. El abusador te manipula de tal manera que tú no sabes ni siquiera qué te está pasando. También nos enfrentamos a un sistema educativo que no enseña que, da igual la edad, tenemos derechos y que nuestro cuerpo es solo nuestro así que podemos decir no. 

Es muy difícil que con todo esto el niño pueda hablar. Hicimos una estadística en 1 de cada 5 preguntando a qué edad habían escuchado por vez primera la expresión “abuso sexual” y la media era a partir de los diez años. Sin embargo, tanto a Mónica, como a Fátima o a mí, nos abusaron con 5, 4 y 3 años. Tenemos que empezar a tratar este tema desde que el niño es un bebé, casi , y poder dar esa información para que puedan decir no . 

En ese sentido, hay un ejemplo del que soléis hablar todas las personas que habéis sido víctimas de abuso sexual y también les profesionales: No hay que obligar a les niñes a que muestren afecto. 

Carme: En mi caso, cuando tenía 7 años, yo iba al taller de mis padres blancos, en donde trabajaba el hombre que abusó de mí y cada día, al llegar, mi madre blanca me decía “ve  a darle un beso”. Yo respondía que no quería y me insistían. Así que tenía que darle un beso a mi abusador. Tú imagínate qué fuerte. 

También para mí ha sido habitual, en la comunidad africana  a la que pertenezco, que muchas veces, hay madres alrededor que te mandan a hacer algún recado y hay mayores que te tocan el culo o que te dicen que ya te has hecho una mujer. A mí me incomodaba y pensaba “por qué me tocas”. El respeto es fundamental, frenar, poner límites y tener la confianza para poder explicarlo. 

Las comunidades migrantes, en general, tienen en común que, salvo que tengan un alto poder adquisitivo, si vienen familiares desde otros puntos del planeta, suelen quedan en casa, en lugar de un hotel, a veces, temporadas muy largas. Ha quedado clarísimo que este tipo de abuso repugnante no es patrimonio de ninguna sociedad, dado que se da en todas, ahora bien, ¿pensáis que se manifiesta de forma diferente en la sociedad africana a la que pertenecéis?  

Fátima: Sin duda. Yo creo que hay algo común en las sociedades africanas y es el respeto y la obediencia a los mayores. Un poco como aquí hace algún tiempo. Eso convierte a les niñes en casi sumises , no cuestionan jamás a los mayores, sobre todo si son hombres. Tal y como comentaba Carme, yo he tenido que llamar a esos mayores que pasaban por mi casa que, en algunos casos ni siquiera eran familia, “tío” como apelativo de confianza y cercanía, independientemente de nuestra filiación sanguínea. 

Les tenía que tener un respeto, que llevar agua si me lo pedían , escuchar sus bromas concernientes a que me convertiría en su segunda o tercera mujer, o sus comentarios acerca de lo que había crecido o que ya era una mujer,  etc… Todo eso me incomodaba porque me adultizaban, me hacían sentir mujer, cuando era una niña. Y eso, siendo yo consciente de que cuando me quedara sola con esa persona y con mi hermano pequeño, abusaría de mí. 

Lo hemos hablado Carme y yo, nos gustaría ser referentes de esta comunidad afrodescendiente. Hay muchas referentes blancas con las que se pueden sentir identificadas, pero yo necesito que la comunidad negra sepa que yo también sufrí abusos sexuales por mis tíos y los amigos de mis padres. 

Carme: Fátima lo ha explicado súper bien. Mi padre, tras contárselo no pudo aguantar y se fue a buscar a esta persona porque justo trabajaba en la mezquita, de hecho, era el hermano del imán. Un par de días después, aparecieron dos hombres en casa. Mi madre me encerró en la habitación, mientras yo escuchaba con dificultad cómo hablaban de mí en la habitación. Mi hermano pequeño grabó la conversación con el móvil y luego me la enseñó. Estos hombres decían que sentían lo que había pasado, pero nunca preguntaron por mí, defendían al acosador y mis padres les echaron de casa. Tú imagínate como padres, que ya es duro saber que a tu hija le ha pasado esto, tener que escuchar a dos tipos pidiéndoles que no denunciaran y que normalizaban que estas cosas pasaban. 

Si esto lo cuento es porque quiero decir que claro que hay muchas mujeres que han hablado pero se las ha silenciado. No soy la única que ha roto el silencio, hay muchas que han intentado hablar, pero su comunidad se ha hecho cómplice del silencio y han tapado todo. Aquí hay un problema y es el patriarcado, al que no le conviene que todo esto salga. 

¿Creéis que a veces hay gente que no denuncia porque teme que revelando ciertas verdades le echará tierra encima a su propia comunidad que, ya de por sí, está bastante enterrada en prejuicios racistas y xenófobos? 

Fátima: Yo no pensé en ningún momento eso. De hecho, yo quise denunciar cuando mi caso ya había prescrito y  no podía hacer absolutamente nada. Lo que me sabe mal es que desde 1 de cada 5 intentemos dar visibilidad a la realidad machista que vive nuestra propia comunidad y que la gente lo confunda. Nosotras defendemos que los abusos sexuales no entienden de raza, sexo ni clase social, entonces, intentamos dar este mensaje para apoyar a nuestra comunidad y explicar una realidad que mucha gente no ha vivido pero que a nosotras sí nos ha tocado sufrir. 

A veces, te reconozco que nos da miedo por ver cómo se lo toma la gente. Detrás de una pantalla hay personas que se atreven a criticar más, sin filtros, pero sí que es verdad que, a pesar de eso, no queremos dejar de visibilizar esta problemática que también se da en la comunidad africana y afrodescendiente. 

¿Tenéis miedo a que se intrumentalice vuestra lucha por parte de sectores racistas?

Carme: La verdad es que no. Es más , creemos que nuestro mensaje es importantísimo porque en las luchas de las mujeres blancas, en ningún momento se nos menciona, entonces por qué nosotras no vamos a contarlo para que nuestras hermanas sí puedan contar con este referente. 

Te reconozco que, pese a ser algo común en cualquier sociedad, jamás nos tienen en cuenta. De hecho, yo conocí  a una referente muy potente en este asunto, digamos que es la más top actualmente, que me dijo que hablaríamos pero… nunca más se ha comunicado conmigo. Cuando fue el boom tras la entrevista que me hicieron, sí se acercó para hacerse fotos a mi lado y tal, pero luego te das cuenta de que solo te quieren utilizar para la imagen. Para la lucha, en cambio, te ignoran. 

Fátima: Y sobre todo la falta de referentes. Si yo no pude contar con ellos cuando era niña ni ahora de adulta, necesito que quienes vengan detrás puedan sentirse identificades con Carme o conmigo. 

¿Creéis que vuestra dura vivencia ha condicionado la manera en la que veis a los hombres de vuestra comunidad de origen? 

Fátima: Yo debo reconocer que de pequeña y de adolescente tenía prejuicio hacia todos los hombres negros que veía. También es verdad que era de ellos de donde procedían comentarios como “qué bonita estás” o “eres mi mujer”. Me puse una barrera con todos los hombres negros y a veces pienso que, de haberme pasado con un hombre blanco, puede que no hubiera hecho esa generalización. No lo sé. 

Ya de adulta he hecho este trabajo de no generalizar. Tengo tíos fantásticos que me han escuchado, mis hermanos igual y me han apoyado muchísimo. 

Carme: Querría puntualizar algo, a mi casa vinieron dos hombres para convencernos de que no denunciáramos, pero también mujeres a explicar que ellas habían vivido lo mismo, pero no aquí sino en Senegal. La unión que hicieron estas mujeres para contar lo que habían pasado fue muy bonita. Esa unión no viene de aquí, viene de África, de siglos de apoyo entre mujeres negras. Es más, se creó un grupo enorme de mujeres africanas para darme las gracias.  A muchas me las encontraba por la calle, me daban abrazos y me animaban a que siguiéramos. Esto para mí es la comunidad. La mujer africana tiene algo que yo no he visto en otros contextos: la lucha, la constancia en el día a día, la educación de la infancia… Es increíble y emocionante. 

Antes, Mónica has dicho algo de las secuelas, ¿cuáles son?

Mónica: La pregunta es cuáles escojo. Como es algo que rompe tu biografía porque tú estabas siendo una niña normal y feliz y, de repente, viene un adulto y te hace esto , de alguna manera  te pasa que ya se está alterando y manchando todo. 

Con todo, y para ser más específica, te puedo hablar de secuelas emocionales, organizativas a nivel familiar, de estudios, de amistades , a nivel sexoafectivo… Si empiezo por las emociones pues desde la ansiedad, a cuestionar tu propia historia. Lo primero que hace una víctima, muchas veces, es no creérselo, no dar crédito a lo que le ha pasado, negárselo. Yo me decía que como era una niña muy inteligente, quizá escuché algo de abuso sexual y decidí inventármelo. Hasta que a los 19 años,  fui a terapia para afrontar eso. 

En lo que concierne a la gestión de la sexualidad, es de todo menos saludable,  no quería aceptar que los abusos habían afectado a mi autoestima, a la manera de ver mi cuerpo y a la sexualidad. 

Arrastras muchas cosas que tardas años en darte cuenta de que son secuelas, de que no son cosas normales  en adolescentes. Lo más importante es reconocerlas, ver que tienen un motivo, que te las puedes trabajar,  que las puedes compartir y que compartiéndolas te puedes sentir menos mal. 

Fátima: En las charlas o cuando tenemos entrevistas, hablamos un montón de las secuelas. La gente se piensa que si has sufrido acoso con tres años, a los 20 ya debes haberlo superado y no. Las secuelas te persiguen durante toda tu vida y quién te dice a ti que yo, que ahora con 23 tengo x secuelas, puede que en otros diez aparezcan otras. Cada una de nosotras tiene unas secuelas diferentes y quedan para siempre. 

Una vez escuché a un hombre de 56 años que había sido víctima de abusos en su infancia que para él resultó sanador pasar de contar su experiencia como víctima a contarla como protagonista… 

Carme: De hecho se parece a nuestra frase “de víctima a superviviente”. Recuerdo que, antes de esta entrevista, por instagram me preguntaste que si me daba cosa contar lo que me había sucedido y, al contrario, nosotras cada vez que lo explicamos nos sentimos empoderadas. Haber pasado por todo lo que hemos pasado nos hace mirar hacia atrás y reconocernos como mujeres fuertes y guerreras que queremos tirar hacia delante con todo lo que tenemos. Ojalá todas las víctimas se sintieran así algún día. En 1 de cada 5 queremos dar herramientas no solo para prevenir, sino también gente mayor que ya lo haya pasado y que pueda decir “si ellas lo han superado yo también”. 

Ahora que hablas de gente mayor, ¿nunca es tarde para denunciar, aunque no sea en términos penales?

Carme: Yo creo que no, nunca es tarde. Conozco a una persona que al ver el programa decidió ir a la comisaría y se sintió muy bien. Se hizo justicia por lo que le hicieron. Cada cual tiene su tiempo, ya sea con 20, 50 u 80 años… No se puede juzgar a la víctima. 

Una de las cosas que pensamos en 1 de cada 5, por cierto, es que este tipo de delito no debería prescribir. 

¿Cómo estáis ahora? 

Carme: En general estoy bien aunque tenga días mejores y peores. Me siento muy afortunada por estar en la lucha con compañeras como Fátima y Mónica. La semana pasada grabamos vídeos y nuestra energía se transformó, al ver que juntas podíamos hacer cosas grandes me resultó muy emocionante. A nivel familiar, me siento muy orgullosa porque cuando gané el premio de vallesana del año, mi madre llamó a mi abuela, que vive en Senegal para contárselo. Mi abuela se sorprendió muchísimo de que “en España los blancos dieran premios por eso” (ríe). La verdad es un claro ejemplo también para que en Senegal vean que rompiendo el silencio se puedan ganar premios. 

Para mí ha sido un placer conectar con mi familia de nuevo, tener a mis padres orgullosos de mí y ahora que nos toca estar más en casa, siento que puedo disfrutar más de mi familia y hacerlo de otra manera, más humana. 

Recomendaciones  para otras personas que hayan pasado lo mismo que vosotras y también para su entorno. 

Mónica: Darse  prisa cuando hay que darse prisa, pero darse tiempo cuando se trata de sanar. Los pasos que hace una los hace porque está bien rodeada, bien apoyada y porque siente que es el momento de hacerlo. 

¿Las recomendaciones? Poder hablar de sexualidad, de cuerpo, de experiencias y crear ese entorno para poder ayudar a que otras personas hablen. Creo que es una responsabilidad humana que, una vez lo te das cuenta de ese adultismo, del abuso de poder, entiendes  que es necesario romper silencios. Sin duda, hay que ir con cuidado con ciertos temas pero también hay que ayudar a sacarlos. 

¿Recomendaciones para quienes hayan vivido abuso sexual? Rodearse de buenas amigas, ser muy valientes, saber escoger quién tienen al lado y darse lo que una se merece, que es seguridad, salud mental y física. 

No sé, reconozco que se me queda muy grande lo de dar consejos. Yo puedo explicar lo que a mí me ha funcionado. No obstante, repito que es fundamental la comunicación , es súper importante no callarse. 

Muerte al silencio. 

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Lucía Mbomío

Periodista 



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