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jueves, abril 18

Todas las mezclas en la búsqueda de Luta Cruz

El universo de Luta Cruz es increíblemente heterogéneo: mujer afrochilena, artista de performance, compositora, cantante y activista antirracista. Hija de una mujer brasilera migrante en Chile, de quién heredó el portugués. Durante la cuarentena conoció realmente su rostro, ya que gracias al encierro dejó de depilarse y finalmente permitió la presencia de su barba, que ahora no tiene miedo ni vergüenza de mostrar. 

Después de haber transitado por un sinfín de estilos musicales, como el jazz, la ópera y la música evangélica, hoy compone sus propios temas de los cuales vienen dos videoclips el año que viene. Luta es activista por los derechos de las mujeres racializadas, peludas, periféricas, migrantes… y su historia es la de alguien que ha emprendido un viaje hacia su propio reconocimiento identitario, en un contexto donde eso le fue negado por todas partes. 

¿Cómo se vinculan estas zonas de tu identidad con tu obra, con tu música?

Desde mi niñez se han vinculado, porque en mi infancia fui tartamuda y sané mi tartamudez con música. Estaba cantando todo el día, incluso hablando por teléfono y desde ahí me entendí como una persona distinta, sobre todo en un país donde hay mayor población blanca. Para mí fue inevitable acercarme al activismo desde el arte…. Aunque como cantante siempre es difícil, porque suele haber una exotización y las puertas no están tan abiertas para las personas negras… es difícil buscar un trabajo como cantante. Por eso mi arte refleja que soy un cuerpo político, que soy una mujer negra con barba en Chile y no me da miedo decirlo ni mostrarlo, con esto trato de declarar qué se siente ser una corporalidad negra en un territorio latino donde la gente se cree europea. 

Chile, como otros países del sur de América Latina, es un territorio blanqueado según la historia oficial, en donde supuestamente “no hay población negra”… pero sabemos que hay población tanto indígena como afrochilena. Desde tu activismo ¿cómo te posicionas frente a esto?

Quisiera que en Chile se tomara en cuenta que las personas negras también podemos ser intelectuales, que también estamos en capacidad de ocupar puestos altos. Es necesario que seamos incluides dentro de los puestos de trabajo, de estudio. También podemos ser profesores y dar educación a otras personas. La visibilización de nuestros cuerpos es necesaria como referente para les niñes que como yo, son hijes de migrantes y nuevos afrochilenes. La representación es importante. 

¿Entonces, en tu obra, arte y activismo son inseparables?

Totalmente. Siento que hacer activismo desde el arte genera otra llegada y me abre puertas para llegar a más personas. Así lo que busco decir, es mejor recibido. Quizás el mensaje que comparto puede ser crudo o fuerte, pero está dirigido a todos los públicos, pero sobre todo me gusta llegar a otras personas negras o racializadas, como las indígenas. Siento que a veces el movimiento antirracista en Chile se enfoca mucho en visibilizar los problemas de nuestra comunidad a las personas blancas y eso es necesario, pero con la música puedo llegar a espacios donde el activismo no siempre llega y acercarme a personas racializadas que se mantienen fuera de la discusión. 

¿Cómo piensas que se puede acceder a esas zonas ciegas, dónde la discusión no se está dando? ¿Cómo conversar acerca de las opresiones raciales o patriarcales fuera de los espacios del activismo? 

Hoy en día me he salido de todas las colectivas antirracistas en las que participé y estoy haciendo activismo de forma independiente, porque considero que las trabajadoras de la calle, las comerciantes ambulantes, las trabajadora sexuales, las trabajadoras de aseo a puertas adentro, las que venden alimentos en las ferias, están olvidadas, incluso por el activismo. Todos los espacios que he visto y en los que he participado, a todos los conversatorios y encuentros, asisten mujeres que tienen el tiempo y el privilegio de poder capacitarse para tener un lenguaje antirracista y feminista. Mujeres que pueden educarse y tienen la oportunidad de reflexionar sobre sus derechos y sus corporalidades, pero ¿qué pasa con todas estas mujeres que no están adentro de este círculo? Simplemente no están. Simplemente no les llega la información. Por eso mismo escribo canciones que hablan de esas cosas, porque considero que en ese sentido la música tiene más alcance que estos espacios activistas, aunque también sea difícil ser tomada en cuenta como mujer dentro del mundo del arte. 


La tienda de Afroféminas



En este tránsito por encontrar una voz política dentro de la música ¿qué estilos o qué ritmos te han servido para encontrar pronunciarte como activista? ¿Cómo has rastreado tu identidad en un contexto tan blanqueado? 

Lo que me marcó desde la niñez hasta la adolescencia, fue la música evangélica. Mi mamá es misionera y en mi casa no se podía escuchar otra música que no fuera esa, entonces crecí escuchando mucha música evangélica, cantada por gente blanca. Mi mamá trató de que en la casa no se hablara de nuestras raíces afro, de que nadie se empoderara de esa identidad, porque ella pensaba que reivindicar eso nos haría la vida más difícil. Negar nuestro origen era su forma de cuidarnos. 

Después en la adolescencia, estuve muy metida en el rock, en el punk y en la música gótica. Seguía muy marcada por exponentes blancos de la música. Cuando conocí la música gótica me encantó la idea de aprender sobre ópera y me metí en un coro de ópera… iba con todo mi atuendo gótico a las clases, con mi corsé, toda de negro. Nunca había visto una mujer negra gótica.

Eventualmente decidí dejar los trabajos que tenía para dedicarme a cantar y hacer de eso mi sustento. Entonces comencé a cantar en el transporte público de Santiago, a pesar de que vivía en el Litoral de los Poetas, a dos horas de la ciudad. Viajaba para cantar en la micro durante todo el día y por fin allí sentí la necesidad de empaparme de referencias negras. Tenía muy presente a Celia Cruz, Fela Kuti, Whitney Houston… Durante dos años canté exclusivamente en el transporte público (y todavía lo hago), pero eventualmente cambié a bares. 

Este año estoy dándole una vuelta más espiritual a la música y me he interesado por el Gospel, porque siento que está lejos de ser una adoración a un Dios blanco. Para mí es algo que tiene mucho que ver con quién soy y también con una reivindicación religiosa. 

De alguna manera volviste a tu punto de inicio: la música religiosa…. Sólo que ahora lo haces después de haber deconstruido muchas cosas de tu contexto y tu crianza. De alguna manera te has apropiado de todo eso para cantar desde un lugar más político. Pero ¿en qué momento te apoderaste de la música brasilera?

En el año 2018 decidí estudiar jazz, en la Escuela Superior de Jazz de Santiago y descubrí que estaba lejos de aprender lo que quería. Porque el jazz en su origen es música afro y resistencia… pero ahí sólo me enseñaron técnica, cuando yo estaba esperando encontrar lo histórico, lo político y espiritual. Cuando entendí que no podría aprender eso allí, dije “necesito ir a otro lugar” y me pregunté “¿por qué quiero estudiar un folklor estadounidense?, si yo canto en portugués y me gusta tanto la samba”. Ahí decidí empezar a cantar Bossa Nova y hacer una banda de mujeres. Empezó como un juego, pero me di cuenta de la complejidad del estilo musical, empecé a estudiar y terminé totalmente envuelta en eso sin darme cuenta. De repente estaba cantando, trabajado y moviéndome en pura Bossa Nova, aunque también en la historia del Bossa Nova hay mucho racismo y apropiación cultural de por medio, porque la idea era exportar el género y en ese camino se invisibilizó la figura de Johnny Alf, compositor negro y precursor del género musical. Muchas personas creen que el Bossa Nova es una propuesta musical blanca y en el fondo no es así, por eso para mí también es una reivindicación. 

¿Qué aspectos de toda esta búsqueda musical que has emprendido se mantienen hoy en tus canciones? ¿Algo de este tránsito se reflejará en tus proyectos a futuro?

En enero saldrá Manhe, un tema que escribí para mi madre, una mujer brasilera migrante en Chile, que no hablaba español y a la que le tocó trabajar sin hablar el idioma. Es una realidad que aquí se sigue repitiendo con los migrantes haitianos, por ejemplo. El tema está cantado enteramente en portugués y refleja la realidad de sentirse hije, amigue y maestre de nuestras madres, y esa dualidad de sentimientos en la que no siempre las queremos cerca, aunque sintamos un gran amor por ellas.

El otro tema se llama Juntas, que trata sobre un amor lésbico y todo el proceso de deconstruir el amor romántico. Trata sobre no ver a la otra persona como una propiedad y resolver ese sentimiento de apego. Ambos temas hablan de sensaciones muy comunes que muches experimentamos. 

También viene un ska que se llama No quiero vivir para trabajar. Lo compuse en 2016 cuando vi un hombre negro barriendo la calle mientras les transeúntes tiraban basura en el suelo y entonces él tenía que barrer muchas veces el mismo espacio que ya había limpiado. 

En tu perfil de Instagram tienes un Manifiesto Antirracista, cuyo texto fue parte de una performance que presentaste en enero de este año, en el AfroFest de Santiago ¿Qué te llevó a escribir sobre la diversidad de las pieles negras, sobre lo que implican las diferentes tonalidades?

Tenía muchas ganas de presentar el conflicto que se da entre distintas corporalidades negras, porque lo vi en muchas colectivas, pero también lo vi en mi familia. Mi mamá es oscura, pero mi hermana lo es más aún, siendo yo la más clara… y en ese sentido, yo he tenido más privilegios que ellas, pero no por eso dejo de ser negra. Entonces también me tocó defenderme de los constructos de mi familia, de mi crianza, porque dentro de mi casa yo no era negra, pero afuera en la calle tampoco era blanca. Me negué a alejarme de lo que sé que soy, de lo que llevo conmigo y de lo que sé que me define. En el AfroFest hice la performance junto a un amigo percusionista: le pedí que tocara ritmos afro para yo improvisar sobre eso. Mientras recitaba el texto, estaba desnuda y pinté todo mi cuerpo de blanco, incluso el pelo. Mientras lo hacía, hubo un silencio muy fuerte por parte del público. 

Históricamente Chile ha recibido mucha migración peruana, pero en los últimos años ha incrementado significativamente la migración haitiana, colombiana y venezolana ¿Cómo te imaginas el futuro de Chile ahora que ha recibido tanta diáspora afrocaribeña?

Dentro de unos años va a ser innegable la existencia de la población afrochilena. No lo podrán seguir ignorando y espero que eso signifique también el reconocimiento de la población Mapuche, así como de otros pueblos indígenas. Las familias se van a mezclar y nacerán nuevos afrochilenes hijes de migrantes. Quisiera que para ese momento no existiera la diferencia entre la gente negra de Arica y los migrantes que vienen con otras culturas y otras historias, sino que todes pudiéramos ser parte de la cultura afrochilena y crear una comunidad grande. Para ese momento, los niñes  afichilenes que hoy están pequeños ya habrán crecido y podrán empezar a exigir que se respeten sus derechos.  Hay que crear esa unión cultural. 

¿Qué le pedirías a la nueva constitución, considerando que ese Chile más diverso inevitablemente va a llegar?

Sería interesante ver algún candidate afro. Lo más probable, si existiera, es que no gane nada, seguramente no voten por ese candidate, pero podríamos empezar a visibilizar que las personas negras sí tienen conocimiento político, sí tienen instrucción y vienen con experiencias y aprendizajes que hacen falta en la discusión política. La población afrochilena necesita esa representación. También espero que el país entienda que las personas negras también somos importantes para la cultura, el desarrollo y el avance de Chile. 

Luta Cruz lanzará en el 2021 un Crowdfunding para financiar la producción de sus videoclips, ya que es una artista independiente y autogestionada. Todo su trabajo como activista y cantante se puede encontrar en su Instagram @lutacruz


Mariana Álvarez Castillo

Feminista decolonial, diaspórica y caribeña. Licenciada en Artes por la Universidad Central de Venezuela y Magíster en Estudios de la Imagen por la Universidad Alberto Hurtado de Chile. Actualmente Productora Audiovisual en Ciudad de México. 


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