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jueves, abril 18

Las brujas que conozco y de las que me contaron

Ellas todavía resisten

En el colegio al que iba cuando era niña había un balcón, desde ese balcón podíamos ver hacia una casona de madera donde habitaba una bruja. Nos apretujábamos en una esquinita para poder mirarla, dilucidábamos sobre quién era, qué hacía, cómo embrujaba, como volaba, toda una historieta oral de esta mujer. Para mí y mis hermanas era mayor el contexto que la definía, porque para llegar al cole teníamos que pasar por el frente de su casa, por la zona era la única con esas características: de madera, grande, de dos pisos, con un jardín frontal y un camino de por medio que llevaba a la casa. Se veía desgastada, ruinosa, así la recuerdo. Pude ver a la bruja de cerca. Mi imaginación hace que la piense con el pelo largo, un poco encorvada, entrada en edad y sola. Aun la veo (en mi memoria, recuerdos) muy iluminada por los rayos del sol recogiendo algo de su jardín. Ella quedo detrás de las verjas que protegían su casa. La bruja se esfumo como por arte de magia y su casa desapareció con el tiempo.

En República Dominicana las brujas ocupan un lugar muy importante en la imaginería popular, al menos en mi generación. Lamentablemente ya no se habla sobre ellas, se les considera un tabú al que todos parece le tenemos miedo. Sé muy poco sobre ellas, pero de las que he conocido y me han relatado les puedo contar algo. Justamente cuando escribo hay un solazo, un calor intenso propio del país y llueve, cuando eso pasa se dice: una bruja se está casando. Al parecer ellas se casan justo en el punto en el que se encuentran el sol, la lluvia y la tierra. Yo crecí con esas arengas, boceando ¡una bruja se está casando, una bruja se está casando!, con la imaginación como la tengo creaba toda esa ficción mítica en mi cabeza: las veías volar en sus escobas con sus vestidos blancos, las pienso ahora rodeadas de flores, ligeras, sin prisa y riendo. Nunca he pensado al novio, que curioso.   

Dejando a un lado mis fantasías, lo que si es cierto es que hay mujeres que tienen sus misterios y su don. Las hay curanderas, las que presagian, las adivinas, las que amarran, las que comen niños, las que hacen sacrificios, las hay de todo tipo con diversidad de prácticas, acciones, rezos y expresiones mágico religiosas. Son las mujeres las que lideran muchas de las experiencias, conocimientos y artes que de la cultura africana y aborigen perduran. Lo que más me interesa para el caso que propongo de diálogo, es que las brujas o chamanas de forma especial, protegen el conocimiento ancestral al igual que los símbolos que los representan. Su saber es el saber que les ha sido otorgado espiritualmente y de forma sagrada. 

Una particularidad de República Dominicana como de Haití es que se preservan rituales, saberes y simbologías ancestrales, remedios y curas de la medicina tradicional. De forma lastimosa, muchas de estas costumbres ancestrales son consideradas cultos diabólicos, de gente bruta e ignorante y de negros.

Al llegar los colonizadores impusieron sus supersticiones, la inquisición aún tenía sus rezagos. Las brujas habían pactado con el diablo y en Abya Yala, al parecer, habían muchas. Lo mismo pasó con las brujas africanas de las que se sabe eran colgadas. Lamentablemente no he encontrado un registro que pueda brindarnos más información de las ejecutadas por brujería. 

Aquí cuando aparece una bruja se le caza, lo ‘tumbadores’ de brujas son los encargados de ese trabajo. Por no ir más lejos, en el pasado mes de junio una mujer mayor aseguraba ser una bruja, ‘apareció’ en el sector Villa María del Distrito Nacional de Santo Domingo. Le hicieron un círculo de sal alrededor y le pusieron una biblia. El ritual se hizo mientras oraban, contaban la historia de cómo surgió de la nada, algunos gritaban y otros grababan en su celular. El miedo a la bruja se siente a través del video. Casi la linchan como en la inquisición. 

Pero, propio de vivir en una sociedad donde domina el espectáculo y la credibilidad se revela a través de las pantallas, hoy en día las brujas y brujos tienen programas de televisión, Facebook, Instagram, tienen dinero llegando a ser ricos. Estos brujos fenoménicos postmodernos te amarran amores, te dicen los números de la lotería, te aseguran un buen trabajo o una venganza. Lo hacen públicamente sin temor a ser sacrificados. Es más, a estos brujos nadie les pone la mano no vaya a ser cosa de que te manden un maleficio. Parece que a las pobres y desfavorecidas brujas son a las que hay que quemar y a los brujos haitianos por hacer ‘cosas raras’ con el vudú. 

Pese a todo lo anteriormente dicho, todo el mundo toma brebajes de remolacha con melaza, limón con miel, té de guanábana, le ponen un hilo a los bebes en la frente para que dejen de eructar y les amarran una manito de azabache en las muñecas para alejar el “mal de ojo”. En muchas casas dominicanas, detrás de las puertas, ponen un amuleto compuesto por varias pencas de sábila, panes y cintas de colores -colores de las siete potencias africanas-, panes colgados solos o una pequeña escoba. Colocan agua en las esquinas de las casas con alcanfor. Es muy común limpiar las casas con la humareda de palos de incienso y carbón quemados de vez en cuando para que entre lo nuevo. Todos estos rituales protegen al hogar de los de afuera, atraen luz, salud y prosperidad. 

Casas y brujas

Al parecer las casas tienen una relación estrecha con la brujería, son las llamadas casas embrujadas donde merodean muertos que no han pasado el umbral, espíritus diabólicos, satanás mismo. Me interesa particularmente esta relación porque se debe al hecho de que puertas adentro se mantiene la religiosidad ancestral. Dentro de las casas se encuentran los altares al que solo pueden acceder familiares o invitados. En lo más íntimo, la inquisición colonial no pudo entrar. Como alguien dijo y cuyo nombre no recuerdo, «en este país nadie baila castañuelas». 

Las brujas son seres de luz. En mi familia las brujas de luz son las mentoras y consejeras. 

Un altar muy importante para mí es de una de mis tías, ella tiene su don, su saber. Tiene juguetes, piedras, caracoles, pies (piedras en forma de pies para curar a los niños), barajas, joyas, santos, vasijas, agua. En la sencillez de su casa, en su habitación, en su espacio personal, resguarda lo que solo ella sabe. La visitamos siempre y de vez en cuando nos lee las barajas, los caracoles o las piedras, nos hace un resguardo y reza. Tiene más de ochenta años y su lucidez es impecable. Es la ‘india’ nombrada, de pelo largo hermoso y nariz aguileña. Para ella no existe religión que no pueda combinar sus saberes. 

Otra de mis tías brujas, la matriarca, te mira y te dice lo que lee de ti, a veces no. Vas a ella, le pides que te ayude y te hace un amuleto que debes guardar en un lugar específico. También tiene ochenta años, es vital y fuerte, tiene su don  al igual que mi suegra de 77 años, bruja, chamana, la respetamos y seguimos sus guías. A todas les ha sido dado su don, son de esta tierra, de los espíritus de esta tierra.

En una ocasión tuve la oportunidad de visitar San Juan de la Maguana, una provincia al sur del país rica en mitología, leyendas y testimonios. Me contaron de primera mano sucesos extraordinarios y sobre algunas brujas. Me relataron de una señora muy vieja que barre todas las madrugadas el frente de su casa, mientras el marido permanece en una mecedora, se dice que ya ha sacrificado a varios parientes para perpetuar su vida. Como ella, varias en el pueblo. 

Me contaron también algunos trucos, por ejemplo: a las brujas se les pone sal debajo de los asientos para que no se puedan levantar, si una mujer patalea rápida y violentamente enuncia que efectivamente es una bruja, también se les hace un círculo de sal. Si sospechas de alguna, le tienes que llevar a tu bebé para que no le chupe la sangre por las noches, de esa manera ya lo conoce y no le podrá hacer daño, se convierte en una especie de madrina. Están también las que vuelan sobre los techos de zinc, las que se transforman en mujeres jóvenes para atraer a los hombres. 

Estoy segura que las brujas resolvían muchos problemas sociales y de tipo médico, terapéutico, con poder y reconocimiento, me atrevería a asegurar que para las mujeres, estas sacerdotisas eran sus protectoras. Lamentablemente la imposición machista y patriarcal de los colonizadores las vulneró ahogando su voz sanadora. Brujas las hay muchas. Todas hijas de la luna y Atebey. Todas y cada una con sus secretos. La historia debe ser reivindicada y contada, hay que encontrar a las brujas autóctonas y hablar con ellas para resguardar nuestro legado.  


Aniova Prandy

Artista visual, teatrista, maestra, caribeña, afrolatina, investigadora.
@aniovaprandy

https://aniovaprandy9.webnode.es


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