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jueves, marzo 28

No es solo ira, es mi respuesta a tus agresiones racistas

Foto de la Marcha de las Mujeres en DC, 20 de enero de 2018. (Foto por pcirelan)

“¡Tienes demasiada ira!” “estás loca”, “a veces eres muy agresiva”, “solo es un chiste, cálmate”, “estás exagerando todo”, estos son algunos de los comentarios que nos dicen muchas personas blancas o mestizas  cuando les mencionamos que sus expresiones y actos son racistas y agreden constantemente a nuestra comunidad; prefieren liberarse de culpabilidades afirmando la inexistencia del racismo, se ciegan ante el hecho de que todas las personas negras nacemos con una herencia en común, la opresión.

La Real Academia Española define la ira como: “aquel sentimiento de indignación que causa enojo”.  Algunas personas blancas utilizan esa palabra o sus sinónimos para producirnos culpabilidad en los momentos que nuestra indignación es completamente justificada y necesaria, cuando nos  negamos a aceptar lo inaceptable. 

Soraya Chemaly, en su libro: “Rabia somos todas: El poder del enojo femenino para cambiar el mundo”  expone que las niñas y mujeres negras hemos sido silenciadas sistemáticamente por el estereotipo de la negra irascible, cuando combatimos los problemas de violencia institucionalizada que desatan una expresión justificada de nuestro enojo; muchas veces hemos preferido silenciarnos por la culpa impuesta, por el miedo a caer en el estereotipo.

Nuestra ira tiene su origen en todas las agresiones históricas aún no resueltas, cada nueva generación negra debe vivir con una versión transformada y adaptada de la discriminación racial; pero desean que nos silenciemos y  sintamos culpabilidad cuando exigimos respeto, bajo el argumento de que nuestra existencia actual es menos terrible que en la época de la esclavitud.

Es evidente que aquel legado aún perdura,  no somos esclavos, pero seguimos estando en  el fondo de la escala social; el Banco Mundial en su estudio: “Afrodescendientes en Latinoamérica” nos muestra que el 49% de las personas de América Latina que viven en la pobreza extrema son negras; nos pagan salarios en promedio 40% más bajos que nuestros pares blancos; a pesar de que tenemos las mismas capacidades intelectuales y que clasificarnos como inferiores solo fue una justificación para el racismo, aún nos minimizan y nos encierran en estereotipos floklorizantes. 

Las mujeres negras exageramos nuestra ira porque ya no estamos obligadas a aceptar la violación de amos como en la época de la esclavitud, pero desde muy temprana edad nuestros cuerpos son hipersexualizados;  ser “objetos de deseo” es considera nuestra mejor cualidad.

Los países latinoamericanos reconocen la diversidad étnica y cultural y el derecho a un igual trato, sin embargo, cuando las personas negras tenemos una entrevista de trabajo consideramos dos veces usar el cabello afro, somos conscientes de que solo por nuestro color de piel ya vamos con desventaja, entonces, ¿cómo no tener ira?.

La segregación racial no es constitucional, pero nos excluyen sistemáticamente en sectores como la  educación, la salud, la vivienda, el empleo y la participación política, nos relegan a áreas precarias y a servicios deficientes.

Ya no existe el ahorcamiento público de esclavos, pero ahora sentimos temor de que policías blancos nos ahoguen con su rodilla, acusándonos injustamente o de forma exagerada de delitos.

Nuestra respuesta justa a las agresiones racistas es la ira,  que nos protege,  y contribuye a poner un alto a los ataques que sufrimos diario. Chemaly menciona que “minimizamos nuestra rabia travistiéndola de frustración, impaciencia, exasperación o irritación, palabras que no transmiten la intrínseca crítica social y publica que la ira conlleva”. De nada sirve callarnos e ignorarla, no permite cambios reales, solo nos estanca y da vía libre a sus agresiones.  

Nuestra ira es histórica, es nuestro rechazo a la exclusión, la estigmatización, los ataques verbales, la invisibilización, al racismo estructural doloroso y permanente.

“No es la ira de las mujeres negras la que va empapando la tierra como un líquido morboso. No es mi ira la que lanza naves espaciales, gasta más de sesenta mil dólares por segundo en misiles y otros instrumentos de guerra y muerte, asesina a los niños en las ciudades, almacena gases letales y bombas químicas, viola a nuestras hijas y nuestra tierra. No es la ira de las mujeres Negras la que se corroe y convierte en poder ciego y deshumanizador, en un poder que nos aniquilará a no ser que le plantemos cara con lo que tenemos, nuestro poder de analizar y redefinir las condiciones en las que viviremos y trabajaremos; nuestro poder de imaginar y reconstruir”.

Audre Lorde 

Bibliografía

Grupo Banco Mundial. (2018).  Afrodescendientes en América Latina. Hacia un marco de inclusión.

CEPAL (2018). Mujeres Afrodescendientes en América Latina y el Caribe. Deudas de igualdad.

Lorde, A. (1984). La hermana, la extranjera.

Chemaly, S. (2019). Rabia somos todas: El poder del enojo femenino para cambiar el mundo

Real Academia Española. (s.f.). Ira. Obtenido de: https://dle.rae.es/ira

Ley 70 de 1993.  Obtenido de: https://www.minagricultura.gov.co/Normatividad/Leyes/Ley%2070%20de%201993.pdf


Eliza Ramírez

Administradora de empresas, mercadóloga digital y bloggera de temas raciales y de género.
Instagram: @elizaramirez___
E-mail: Elizaramirezrivas2019@gmail.com


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