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jueves, marzo 28

La escritora guineoecuatoriana Juliana Mbengono nos invita a no ser la mujer ideal

Juliana Mabengono

Interseccionalidad, activismo o referente son palabras que de tanto usarlas, a veces sin pararse a reflexionar sobre su origen o su porqué, se han gastado. 

Sin embargo, sí siento que llamar referente a la guineoecuatoriana Juliana Mbengono tiene sentido. No solo porque lleva dos poemarios y un libro, y eso que todavía no ha cumplido los 24 años, sino sobre todo porque ha decidido no callar en un contexto en el que hablar de según qué temas, como la situación de la mujer, puede tener consecuencias. No obstante, ella, que no se lleva bien con las etiquetas y por eso rehusa que se la tilde de feminista, pese a tener una práctica que sin duda lo es, no deja de crear rimas que ponen en el centro las cosas feas sirviéndose de la poesía, uno de los vehículos de la belleza. 

En su última obra,  tan recién salida del horno que aún no le ha llegado a Malabo, reflexiona sobre cómo las atribuciones, las exigencias, las imposiciones del género pueden ser una losa y, al tiempo, hace las veces de cronista costumbrista de la ciudad en la que reside, para que la veamos a través de sus ojos.

Su obra “Cosas que no debería escribir una niña. Molde para mujeres imperfectas” es un golpe en la mesa necesario.

¿Cómo te presentarías tú?

Soy escritora y estudiante de periodismo. Me encanta la gente que se ama y sabe respetar. Es una pena que muchos hayan convertido sus vidas en una rutina egoísta.

Estoy convencida de que si no fuese escritora, llevaría una vida común. Sería otra mujer que se ha olvidado de la posibilidad de ser amada sin humillaciones o maltrato; no confiaría en mí misma y creería que soy feliz en una relación de conveniencia.

La escritura es el muro transparente que me separa y me aleja de mis demonios. Me permite mirarlos a los ojos sabiendo que estoy al otro lado.

Acabas de sacar nuevo libro y tiene un título más que contundente (“Cosas que no debería escribir una niña”)  que, además, incluye subtítulo (“Molde para mujeres imperfectas”) , ¿por qué lo has bautizado así?

Es un molde para mujeres imperfectas creado a base de cosas que no debería decir una niña. Una niña es cualquier mujer que no haya llegado a la menopausia para ser acusada de brujería y confinada en alguna cocina… 

Algunos de los que leyeron los poemas antes de ser publicados me dijeron que eran para mentes retorcidas; que los poemas dirigidos a las mujeres son para crear problemas en los hogares. Pese a que no deseo problemas en ningún hogar, no les quité la razón porque es necesario huir de lo común, que a veces confundimos con lo correcto, para que una pueda ser ella misma y vivir contenta. Y para huir de esa normalidad esclavizadora, es imposible que no se dé la impresión de tener una mente retorcida. Y todos sabemos que los cambios implican problemas.

Por otro lado, el poemario no viene a contribuir a la calma y la continuidad; no habla de cuerpos frágiles que se sienten protegidos entre brazos fuertes ni alaba “el don de la maternidad” como el mayor logro entre las mujeres. Es todo lo contrario, invito a las mujeres a ser como la mujer no ideal: la que se pone a sí misma en primer lugar y sabe que nadie más la quiere un poquitín más de lo que se quiere ella misma.

¿Alguna vez te dijeron que había algo que no podías decir y/o escribir? 

A los diez u once años, mi hermanito quiso decir en fang (uno de los idiomas que se habla en Guinea Ecuatorial, así como en otros países de África Central) que ya tenía mucho pelo. En vez de usar el singular “essí”, que se refiere al pelo; usó el plural “bissí” que se refiere a vello, sobre todo al del área genital. A mi primo, un año menor que yo, y a mí nos hizo gracia. Los dos lo repetimos.

Por desgracia, para mí, nuestro tío estaba al lado jugando a las damas con un vecino. Se levantó para propinarme un coscorrón. Su amigo le preguntó por qué sólo me castigaba a mí y el respondió que yo era la niña. Risitas y fin del cuento.

No se trata sólo de decir y escribir. Me prohibían ver películas como “Espartaco” o “300 soldados” por las escenas violentas o nudistas, pero los niños las vieron. 

Quizás los tutores muy estrictos con las niñas no quieran ser malos. Pero cuando eres menor y te prohíben decir o hacer lo que hacen otros, no sientes que te están protegiendo sino que te odian, que te marginan, en realidad te sientes sola y triste.

Tus libros son una especie de respuesta a quien/quienes te lo dijo/dijeron? 

No. Recuerdo los hechos, pero sin rencor ni ganas de vengarme.

En tercero de primaria, la profesora castigó a un grupo de niñas por estar sucias después del recreo. Dijo que ningún hombre querría casarse con una mujer guarra; y quizás sea cierto, pero los compañeros de clase siempre jugaban al fútbol durante la hora del descanso y después entraban apestando a sudor. Eran chicos. 

Mis libros son para hacer ver a la gente que esas actitudes no son sencillas. Con una profesora así y quizás una madre que te grita que tu marido te echará la comida encima porque nunca sabrás cocinar, no sería extraño que acabes embarazada a los doce o que consientas una paliza “de tu hombre”. 

Si un niño crece con muy pocas reglas porque es niño, ¿cómo se espera que, en el futuro, haga algo que no le da la gana? Le han enseñado que ser hombre es ser libre sin reglas.

Ya llevas un libro y dos poemarios, con solo 23 años… ¿cuándo comenzaste a escribir?

En realidad, cumplo 24 el 18 de mayo. 

Empecé a escribir muy temprano, en la primaria. Imitaba lo que leía en los libros de texto y en las revistas. Y debo decir que esto se lo debo a mi profesora Tiburcia; nos hacía leer cuentos y escribir un final diferente.

¿Cómo ha ido evolucionando tu manera de hacerlo (escribir) en cuanto a temática y a forma? ¿Y qué temas abordas? 

En tercero de ESBA, conocí a compañeros muy originales y me avergoncé de lo que había escrito hasta entonces… me deshice de mis viejos cuadernos.

Mis compañeros eran románticos y yo me sumé. A pesar de haber escrito mucho durante ese tiempo, sentía que mi literatura era vacía porque no decía nada que realmente me pareciera cierto o importante.

Hacía muy poco tiempo que mi tía, con la que viví desde los dos años hasta los dieciséis, se había ido al extranjero. No me sentía a gusta en casa ni con mi nueva vida. Empecé a escribir sobre mis propias emociones, sobre mí.

Cuando estaba a punto de terminar el bachillerato conocí a Melibea, a Nanay y otros. Empecé a leer literatura africana y me sentía muy identificada con las situaciones que describían o al menos podía relacionar a sus personajes o protagonistas con gente conocida.

La literatura africana ha influido mucho en mí, sobre todo la de autoras como Mariama Bâ, Melibea, Tsitsi Dangarembga, Ama Darko, Buchi Emecheta, Chimamanda o Ama Ata Aidoo. Empecé a hacerme preguntas como “ ¿qué sentido tendría la vida si después de la familia biológica una persona debe pasar a la tutela de su familia política? ¿Por qué los extranjeros musulmanes tienen novias guineanas cuando las musulmanas apenas tienen amigas guineanas? ¿Por qué los chicos creen que no pueden tener novia si no tienen dinero, es que no creen que se merecen ser amados?…”

Los retratos sociales que hicieron esas mujeres me hicieron ver que lo mejor que podía hacer con mi pasión era utilizarla para contribuir al cambio. 


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NánÂy- Menemoi Lêdjam, que firma uno de los prólogos de tu obra, define lo que haces como poesía periodística y tiene sentido puesto que tocas un montón de asuntos de la cotidianeidad en Malabo (capital de Guinea Ecuatorial) y en el mundo, en general, ¿concibes la poesía como si se tratara de una crónica de actualidad?

Sí, la poesía y la literatura en general. Si la literatura se limitara a entretener y hablar de amores fracasados y fantasía, no sería muy útil para el mundo y sobre todo para África. Necesitamos hablar de algún modo sobre lo que vivimos, probablemente el siguiente paso sea modificar la situación.

La literatura es una herramienta de doble filo, pero con dos efectos saludables. Cambia al que la crea y al que la consume. Yo creo que este poder se debe aprovechar al máximo.

Inciso: hablando de actualidad, ¿qué tal se está viviendo allí la pandemia de la COVID19?

Fatal. Sobre todo, para quienes han tenido que dejar el trabajo. Quizás no hayamos llegado a los miles de infectados y fallecidos, pero teniendo en cuenta que Guinea Ecuatorial es un país muy pequeño y con poca población, se puede decir que nuestra situación es muy grave.

Con tantos militares en la calle, la gran mayoría procura salir con mascarilla y guantes. Es como una pesadilla exageradamente larga.

Ahora todo es más difícil. La gente necesita comer, pagar la luz, la sanidad y ¿cómo se hace todo eso sin poder trabajar? ¿Qué pasará con los estudiantes? ¿Cómo evitamos las aglomeraciones si en algunos barrios todavía se debe salir en busca de agua?…

En tu obra, hablas de violencia de género, de consentir infidelidades para poder seguir alimentando a los hijos, de cómo hay quien sufre para poder verse guapa o de no querer vivir “bajo la sombra de una sombra” ¿cómo recibe tu sociedad tu poesía?

Estas son algunas cosas que me han repetido:

  • Te admiro mucho y sé que conseguirás mucho con tus poemas y cuentos.
  • Eres una exagerada. Y no cuentas toda la verdad.
  • Me divierten tus obras, eres muy graciosa.
  • El feminismo ya es algo absurdo. Tanto quejarse es de tontas.
  • Eres inteligente e ingeniosa, pero debes usar tu sabiduría para el bien y no para destruir.

En fin, hay quienes la aprecian y quienes la desprecian. Agradezco la sinceridad de todos.

La también escritora y defensora de los derechos de la comunidad LGTBI en Guinea Ecuatorial Trifonia Melibea Obono Ntutumu explica en el prólogo que, probablemente, tu poemario se celebre más fuera que dentro de Guinea porque el público será más hostil, ¿contar según historias es un atrevimiento? ¿y un desahogo?

Claro que es un atrevimiento y un desahogo.

Atrevimiento porque es definir las cosas y dejarle claro a cada uno lo que es. Que la prostituta no se haga llamar chica solicitada o diva, acostarse con hombres a cambio de dinero o regalos ya tiene nombre o definición: prostitución. El maltratador tampoco debe creerse “hombre bantú”, es un animal maltratador.

Un desahogo porque expreso lo que me molesta y aunque sea consciente de que no basta con eso, al menos sé que lo he dicho y alguien reflexionará sobre ello.

Es más fácil escribir sobre bellas mariposas y hombres de complexión atlética, pero, a mí ya no me gusta escribir sobre ninfas y ángeles. Prefiero escribir sobre la niña que engordó después de tres partos y fue sustituida por otra niña porque el barrigudo ya no la veía atractiva.

Como verás, a ninguno de los tres arriba mencionados les gustará la historia: la madre joven se sentirá ofendida por ser considerada ingenua o tonta; la nueva se sentirá ofendida por ser presentada como una carroñera que contribuye a destruir la vida de otra mujer para sufrir lo mismo en el futuro y, por supuesto, el barrigudo no estará contento de ningún modo.

Lo bueno es que los amigos y conocidos, sin importar tu opinión, te felicitarán por la nueva obra. Y en el mejor de los casos, los protagonistas reflexionaran sobre sus vidas.

¿Dirías que la literatura escrita por mujeres, en Guinea Ecuatorial, está siendo la vía fundamental para expresar la actual línea de pensamiento feminista del país? 

Por supuesto. Incluso las que decimos que no somos feministas hablamos en pro del feminismo.

Entre las escritoras guineanas siempre ha habido feministas.

Hace unos meses, tuvimos una actividad en el Centro Cultural español de Malabo. La actividad intentaba resucitar las obras enterradas y olvidadas de muchas mujeres de la era de Donato Ndongo y Maximiliano Ncogo (dos escritores guineoecuatorianos). Entre esas obras había muchos discursos feministas.

Seguro que si pudiéramos leer esos diarios íntimos que tienen muchas niñas, nos encontraríamos con más feminismo. 

Todo eso es normal en un entorno en el que por ser mujer no puedes decir o hacer. Debes aceptar, acostumbrarte y fingir que no pasa nada. Un asco total.

¿Y de dónde bebe esta corriente actual? ¿quiénes fueron vuestras predecesoras?

Todas las mujeres a las que hemos leído. Mujeres de todos los continentes.

Aunque quizá antes o ahí no se hablaba de “feminismo” sino que se usaban otras palabras para designar esa lucha por la igualdad de género… ¿cómo era esa lucha y qué nombre se le daba?

Como descubrimos en la actividad del Centro Cultural español, las voces de esas mujeres fueron enterradas.

Yo no sabría decir cómo era esa lucha, pero puedo afirmar que existía. Ellas gritaban, pero nadie escuchaba y nadie hacía caso. Muchas han sido enterradas como sus obras y quizás nunca las conozcamos. 

Volviendo a los libros… teniendo en cuenta que Guinea Ecuatorial es la única nación del continente africano en el que el español es lengua oficial, compartida por un montón de países a lo largo y ancho del planeta ¿crees que la literatura ecuatoguineana se lee suficientemente dentro y fuera de sus fronteras? ¿a qué crees que se debe?

 Creo que se lee, de lo contrario, no existiría una semana de la literatura guineana en Viena ni antologías con nombres de escritores guineanos. 

Lo que no sé es si se lee mucho y para que se nos lea suficientemente, está claro que debemos multiplicar nuestros esfuerzos. No basta con ver el libro impreso y presentarlo cuatro veces en los tres centros culturales del país, debemos buscar maneras de promocionarnos en todos los continentes.

Teniendo en cuenta lo prolífica que eres… ¿cuáles son tus próximos proyectos? 

Tengo un poemario entre manos y dos novelas, pero no mencionaré los títulos porque con este libro he descubierto que la opinión del editor importa. Serán mis primeras obras narrativas que superen las cincuenta páginas.

Lo que sí puedo afirmar es que, cuando se acabe el Covid 19 y retome mi trabajo, pondré en marcha un blog personal para compartir mi pasión.

Para finalizar, ¿nos dedicas unos versos de tu libro?

Por supuesto…

TRENZAS

Venía con la cara brillante,
la raíz del cabello
arrancada del cuero de cuajo.
Se sentía hermosa,
solo así estaba guapa para él.

El dolor no importa tanto
si la aprobación del chico reluce.
Al fin y al cabo,
se encontrará alguna forma de recostar la cabeza
mientras él ronca a pierna suelta.

Muchas gracias y que tengas mucho éxito. 

¡Muchas gracias a ti! Un abrazo en la distancia.


Lucía Mbomío

Periodista, actualmente en “Aquí la Tierra” en TVE
Twitter @luciambomio 
Istagram: luciambomio


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