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jueves, marzo 28

Es 2020, hablemos de racismo

La imagen pertenece a la muestra “ReVeladas” de la artista Maryury Diaz*

Como muchas personas, yo creo firmemente en que el lenguaje tiene mucho poder respecto a como interactuamos con el mundo que nos rodea, ya que, es la herramienta que nos permite verbalizar y conceptualizar nuestros pensamientos.

Por esto, como feminista antirracista, quiero instar a que hablemos de raza, y de cómo el lenguaje que actualmente empleamos nos impide tener una conversación honesta relativa a la raza y el racismo. 

Esta temática ha estado dando vueltas en mi cabeza, principalmente debido a los talleres que hicimos como bloque antirracista del II ENCUENTRO PLURINACIONAL DE LAS QUE LUCHAN, que tuvo lugar hace unos días, en la Escuela de Artes y Oficios de la USACH (Santiago de Chile).
En uno de los talleres que realizamos, denominado “Olas feministas: Una mirada antirracista”, se iniciaba el recorrido con dos preguntas;

1. ¿Cómo te identificas racialmente?

2. ¿Cuál es la primera mujer negra que se te viene a la mente?

La primera pregunta evocó en mí la necesidad de plantear este tema, porque la mayoría de las respuestas dadas no eran categorías raciales en sí, sino que, difusos descriptivos como “mestiza” o “latinoamericana”. 

Pero ¿qué significan estos términos cuando hablamos de raza? En primer lugar, quiero partir dilucidando las implicancias del ser mestizo. El mestizaje es un hecho, principalmente en territorios que fueron arrasados por el proceso colonial. Si lo vemos desde la perspectiva genética-biológica, todes somos mestizes, pues en nosotras(os) está la mezcla de todos los distintos genotipos raciales que han tenido lugar en nuestro árbol familiar.

Sin embargo, el racismo no emerge según nuestros genes, sino, según como se nos etiqueta contextualmente en la sociedad en la que nos vemos insertas. Por ejemplo, he conocido muchas mujeres negras de territorios mayoritariamente negros -como Nigeria y Haití- que expresan que “no se supieron negras” hasta llegar a Chile. Esto no significa que no comprendieran que su piel era negra, sino que, su negritud no era una categoría social relevante, ya que, la mayoría de las personas a su alrededor, incluso aquellas en posiciones de poder, eran negras. 

Quizás te identificas como mestiza, pero, si consideras tu experiencia cotidiana, ¿es el racismo una problemática frecuente?  Nosotras las personas racializadas no tenemos el privilegio de no pensar en nuestra raza, porque esta categoría nos persigue en todas nuestras interacciones cotidianas. Está en el guardia que te sigue en el super, en las personas que tocan nuestros cuerpos sin nuestro consentimiento por curiosidad, en las bajas oportunidades laborales y académicas, en el trato institucional que se nos da, en la hipersexualización de nuestras corporalidades, en la educación eurocéntrica, en la falta de representación en películas y televisión, etcétera. 


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Ahora, ¿qué es ser latinoamericana? Latinoamérica de por sí es una definición difusa del conjunto de territorios americanos, que no suele incluir los países norte-americanos ni los caribeños. También, dada su etimología, con latino se refiere solamente a territorios de lenguaje derivado del latín, excluyendo así todas las comunidades que retienen sus lenguas originarias o criollas. 

Pero, con el fin de este escrito, consideraremos Latinoamérica el conglomerado de países suramericanos y caribeños, dónde reside una inmensa diversidad de personas. Eso implica que la denominación “latinoamericano(a)” no dice mucho acerca de la raza, etnia o siquiera cultura de una persona. ¿A qué me refiero con esto? Lo ilustraré de la siguiente forma: googlee a las siguientes mujeres; Jacqueline Van Rysselberghe, Daniele Suzuki, Djamila Ribeiro y Leonice Tupari.

¿Qué tienen en común todas ellas? Que son latinoamericanas. Pero ¿quiénes de estas mujeres son más probables de ser víctimas de racismo? (spoiler alert: no es la Jacquie).

Lo que intento decir es que, en Latinoamérica existen personas de todas las razas, está José Antonio Kast, Camilo Catrillanca y Jean Beausejour. Entonces, la categoría de “latina(a)” no refleja de manera fiel si una persona sufre por racismo o no, porque es una identidad demasiado inmensa, que incluye personas de distintas razas, etnias, nacionalidades y culturas. 

Entonces ¿qué dice de nosotras identificarnos racialmente como mestiza o latinoamericana? Nada, realmente. Quizás es un mecanismo de protección, una forma de evadir reconocer nuestros privilegios raciales. Entiendo que debe ser difícil reconocerse como una persona blanca en un territorio racista y colonizado, porque de cierta forma, te alinea con el enemigo. Sin embargo, les ofrezco la siguiente reflexión; nadie elige su raza, pero, todas(os) podemos elegir ser antirracistas, a través de la autoformación, la educación, escuchar a las personas racializadas y visibilizar sus luchas.

El racismo funciona porque aún se asignan características supuestamente innatas a las personas según su raza. Combatir ese esencialismo racial es reconocer que las personas blancas no nacen racistas, sino que, son socializadas en el privilegio de su (no)raza -porque finalmente, lo que significa ser blanca(o) en una sociedad racista es ser una persona cuya raza “no importa”, porque es la raza “normal”, no denominada-. Entonces, ser blanca(o) no es una condena de volverse el enemigo, sino que, es una posición privilegiada que puede ser usada a favor del antirracismo. Angela Davis, en su libro “Mujeres, raza y clase” visibiliza a varias mujeres blancas que dieron su vida y su libertad por la lucha contra la esclavitud. Con esto, quiero decir que lo malo no es ser blanco(a), sino que, es ser una persona blanca que por ignorancia o autoprotección no reconoce sus privilegios, ni los matices racistas de la opresión de género, clase, sexualidad, etc. 

Chile es un país sumamente racista, pero esto no es novedad, ni tampoco es algo que solo emergió con el boom de migración haitiana/dominicana. Chile fue fundado desde el racismo que los procesos coloniales implican, causando que las personas indígenas y negras de este territorio fueran históricamente tratadas como subhumanas y mano de obra barata. Como meros cuerpos cuya función es suplir la sed de capital de la nación, mientras que, las personas no-racializadas usufructuaban con o sin intención de esta división racial de la sociedad.

Es por esto que, en conjunto con todas las maravillosas mujeres negras que estamos demandando un feminismo antirracista, les hago la invitación de que reflexionen respecto a su piel, a su herencia familiar y a su experiencia cotidiana, para que podamos hablar de racismo sin tapujos ni eufemismos. ¡Si! Eres latinoamericana y mestiza, pero, desde el fondo de tu alma, ¿cómo te identificas racialmente?


Cari Amaral

Activista del feminismo negro en Chile y participa de la organización Microsesiones Negras. Es migrante brasilera originaria de Bahia y actualmente estudia Psicología. Su mirada respecto a las problemáticas de raza, género y clase es interseccional y busca dar visibilidad al feminismo antirracista en el territorio latinoamericano.


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