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jueves, marzo 28

En Colombia, comunidades negras conservan su ancestralidad y cultura (I)

Muchas mujeres de Caquetá, en el sur colombiano, llevan su pelo trenzado

Mujeres negras orgullosas

La vereda  Arenoso Oriente pertenece al corregimiento de Río Negro, uno de los más grandes del municipio de Puerto Rico, zona norte del departamento de Caquetá – sur de Colombia. Para llegar a este lugar es necesario hacer un recorrido de aproximadamente 8 horas desde Florencia, su capital usando el   transporte terrestre, fluvial y montando un buen trecho a caballo, pasando  por  caminos  de  herradura  que  suponen  un  gran  reto  para  los caminantes,  pero  eso  sí,  en  contraste,  disfrutando  de  los  hermosos  paisajes  de  la montaña.

Esta travesía empieza en el terminal de transporte de Florencia, en donde se toma la línea directa  hasta  el  corregimiento  de  Río  Negro,  para  llegar  al  puerto  y  hacer posteriormente un recorrido de dos horas y media por el río Guayas, hasta llegar a un punto conocido como Rancho de Paja y de ahí, seguir por caminos que ha construido la comunidad para sacar los productos en sus equinos.

Para trasladarse por esos caminos enfangados es indispensable contar con buenos caballos y  botas  pantaneras,  para  transitar  por  lugares  bordeados  de  todos  los verdes y de los hatos ganaderos que de cuando en vez se aparecen en el horizonte.

Mientras se avanza al punto de encuentro con los directivos de las organizaciones afro de la zona, es fácil imaginar las dificultades que tuvieron que afrontar hace varias décadas los  primeros  colonos  afros  provenientes  de  los  departamentos  del  Cauca, Nariño y Chocó, para arribar a estas zonas, para entonces remotas y completamente aisladas.

En este lugar de vegetación vigorosa y muchas historias viven Nohelia, Orlinto, Alcides y Carmelina, integrantes de la Organización Afrocolombiana Construyendo Territorio.

Ese   es   el   territorio   de   estas   comunidades   Negras,  Afrocolombianas,  Raizales   y Palenqueras definido, como un espacio que “está constituido por el agua, las rocas, el viento, la lluvia, el suelo, los ríos, los montes, las fincas y las veredas[1].

Son 294 las personas que conforman la población negra del corregimiento de Río Negro y que según el Censo Nacional del 2005 representan el 0,8% de la población del municipio y el 1,25% de la población rural del municipio de Puerto Rico, que registra un total de 35.787 habitantes, de los cuales 23.488 se ubican en la zona rural, según se consigna en un informe elaborado por el departamento de Antropología de la Universidad Nacional[2].

El mismo informe destaca que 203 afrodescendientes se encuentran en zona rural y 91 en la zona urbana de Puerto Rico, mientras que, de un total de 60 familias censadas, 40 están en la zona rural y 20 en la zona urbana. En consecuencia, se determinó que el grueso de la población negra se encuentra asentada en la zona rural del municipio, especialmente en nueve de las 32 veredas que componen el corregimiento de Río Negro.

Siberia Alta, Arenoso Oriente, Maracaibo 2, Chipa Alta y Maracaibo 1, son las veredas que presentan el mayor número de personas afros con asiento en Río Negro con 68, 27, 29,16 y  13  habitantes  afro, seguido  de  otras  veredas  como  Miraflores  Bajo, La Esperanza y Villahermosa con una menor presencia de habitantes. Tanto en la zona rural como en la zona urbana la población de hombres es mayor a la población de mujeres, no obstante, en la zona rural se hace más notoria la diferencia[3].

Con respecto a la autoidentificación,  dentro y fuera de las comunidades negras afrocolombianas se ha generado un amplio debate- que aún no se resuelve- acerca de cuál es el etnónimo correcto para denominarlas. Afrocolombiano (a) ha sido el término con el que se ha pretendido el reconocimiento del valor cultural y étnico de estas comunidades con huellas de africanía; sin embargo los detractores de este término han señalado que éste opera a manera de eufemismo que invisibiliza los imaginarios  negativos y las prácticas de discriminación alrededor de las negritudes en el contexto colonial, y sus pervivencias hasta la actualidad.

Por esta razón algunos movimientos se han autodenominado negritudes, para hacer énfasis en la carga peyorativa y en los imaginarios negativos alrededor del color de piel “negro”, que hicieron de esta categoría colonial un dispositivo legitimador de marginación social, que debe reconocerse mientras a su vez se lleva a cabo un proceso de resignificación de lo negro, y de los aportes afrocolombianos a la construcción de la nación colombiana[4].

Se debe destacar que solo hasta la Constitución Política de Colombia del año 1991 se reconoció a la población afrodescendiente como pueblo y luego en una sentencia de la Corte Constitucional del año 1996, se determinó que una comunidad negra existe independientemente de una base territorial urbana o rural determinada.

En esta zona del norte del Caquetá el término negro es el que esta población utiliza con mayor frecuencia para llamarse a sí mismos y de igual manera el término que prefieren para hacerse llamar.

En su gran mayoría los habitantes de esta zona provienen de los departamentos del Caquetá, Cauca y Valle del Cauca y en una menor proporción de los departamentos de Huila, Tolima, Nariño y Chocó.

Con un porcentaje del 72.4 % los habitantes actuales nacieron en la zona y en un 6.8 por ciento son producto de la migración que se registró entre los años 1963 y 1970, mientras que el 7.5% lo hizo entre los años 1981 y 1990.

La distribución de las familias negras en la zona rural según la titulación de las tierras habitadas y explotadas, indica que hay 15 con títulos, 14 sin títulos, 1 con escrituras no entregadas, 3 con escrituras refundidas, 3 no saben y una familia está en proceso de titulación.

La mayoría se dedica a los cultivos de yuca, plátano y maíz y en menor número a los de caña de azúcar, arroz, caucho y árboles frutales. Un 65.0% de los habitantes de Río Negro no tienen huerta casera, un 85.0% tienen ganado, 9 familias venden leche y 10 se dedican a la venta de queso.

En otros renglones de la actividad económica hay que destacar que un 80.0% de los habitantes de la zona tienen gallinas y un 37.5% se dedica a la cría y venta de cerdos. Mientras tanto, un porcentaje menor cría patos, ovejos y pescan.

En estas condiciones es donde un grupo de matronas, jóvenes y líderes NARP se han encargado de  defender  los  intereses  de  la  comunidad,  fortalecer  su  organización para preservar sus tradiciones y mantener su cultura ancestral, recoger las enseñanzas de sus padres y trabajar para superar los momentos de crisis comunitaria que supuso, por  ejemplo  la  siembra  de  cultivos  ilícitos  en  su  territorio, que  marcó  un  antes  y  un después de la realidad social de la comunidad.

LAS MATRONAS Y EL LEGADO ANCESTRAL

Nohelia Balanta es el vivo ejemplo de la importancia que la mujer ha tenido en este territorio en los procesos de organización y de cómo su vida ha sido determinante para preservar la ancestralidad.

Ella es  uno  de  los  referentes  más  importantes  de  la  comunidad,  actualmente  es  la presidenta de la Organización Construyendo Territorio y vive en la vereda Siberia Alta, que hace parte del corregimiento de Río Negro en el municipio de Puerto Rico.

Nohelia, una dama sencilla y conciliadora, considera que es importante que las mujeres hagan parte  de  estos  procesos  organizativos,  para  demostrar  sus  capacidades, destrezas y el trabajo que se puede lograr por el bienestar de la comunidad.

“Debemos pasar  la  página  y  acabar  con  ese  estigma  que  las  mujeres  solamente debemos estar en la casa cuidando los niños, sino que también tenemos muchas aptitudes para manejar los intereses de la comunidad y hacer actividades que contribuyan al fortalecimiento de la organización”[5]; su afirmación tiene eco al interior de las organizaciones NARP, quienes reconocen el papel preponderante que juega la mujer en el proceso organizativo.

Habla con la certeza de quien por fuerza de las circunstancias y el aislamiento adoptó un papel de líder en la zona, para reiterar que las mujeres de esta parte del departamento del Caquetá han sido conscientes que pueden asumir los retos de organización, para sacar adelante distintas iniciativas.

Como dice de una manera coloquial, se ha puesto al frente para demostrar que las mujeres han asumido responsabilidades en “trabajos en los que podamos defendernos y salir adelante”.

Hay una gran convicción en lo que hace al frente de los procesos de la Organización Afrocolombiana Construyendo Territorio, cuando insiste en que “le gusta lo que hace” y una  gran  pertenencia  cuando  asegura  que “yo  quiero  que  nosotros  como  afros salgamos adelante, que podamos conservar nuestra cultura”.

Nohelia hace aquí una puntualización sobre sus palabras y reflexiona sobre la necesidad de rescatar su cultura, pues asegura que desafortunadamente “la tenemos un poco perdida”.

La tarea es clara cuando reitera “que queremos resaltar la cultura de nuestros ancestros”, remover esos  obstáculos  que  han  impedido  que  esos  elementos  que  los identifican  se  pierdan  definitivamente  y  desde  la  organización, “defendernos  y  salir adelante”. Situación que también se refleja al interior de las organizaciones NARP, que sostienen que es necesario cultivar el amor por las tradiciones ancestrales en los niños y jóvenes, para que ellos puedan conocer, rescatar, valorar y empoderarse de las tradiciones.

No todo está perdido; Nohelia afirma desde su visión de lideresa que todavía se preservan  elementos vitales de sus tradiciones y de sus costumbres.  Asegura que conserva esa destreza ancestral de la partera que heredó de su mamá, quien ejerció ese oficio durante muchos años y que en su comunidad de Río Negro se ha dedicado a cuidar a las mujeres después del parto.

“Acompaño a las mujeres después que tiene su bebé para decirle cómo bañarse tres días después de la dieta, porque antes no se pueden mojar con agua fría, y luego cumpliendo los 40 días se hace un sahumerio primero con café y panela quemada para sacar el pasmo y enseguida se le baña con agua de naranjo agrio, con varejón, con guayabo y altamisa”, nos cuenta esta sabia de las tradiciones ancestrales.

Además ella y todas las mujeres que ejercen esta actividad ancestral, tienen como sus plantas preferidas la malva, la hierbabuena, matarratón, sauco, la palma de cristo, la yuca rayada  para  las  quemaduras  y  la  clara  de  huevo,  entre  muchas  plantas  y productos para atender las dolencias de los habitantes de la zona.

El pasmo se relaciona generalmente con “problemas de frigidez o infertilidad, aunque en algunos contextos tiene la connotación de un enfriamiento que entra al cuerpo de múltiples formas y se debe contrarrestar con calor directo o con el consumo de sustancias que lo produzcan”[6] .

Los baños de asiento, las botellas curadas, los bebedizos, pringües, sobijos y tocadas, hacen parte  del  lenguaje  cotidiano  de  mujeres  como  doña  Nohelia,  que  saben perfectamente cómo potenciar las cualidades de las plantas medicinales contra  algunos males.

Esta  habitante  de  la  vereda  Siberia  del  corregimiento  de  Río  Negro,  sabe  hace muchos años de memoria cómo cuidar a una mujer después de un parto y más en esta zona alejada en la que no hay servicios médicos regulares; es por eso que insiste en que parte del tratamiento a una mujer que acaba de parir, debe incluir “un baño de pies a cabeza en el que se arropa a la paciente y se guarda durante dos días, en los que la mujer no se puede ni mojar ni ventiar”.

El trabajo  que  desarrolla  Nohelia, hace  parte  de  esa  dinámica  social  establecida durante siglos, que indica que al menor malestar o síntomas de una enfermedad más grave, las primeras a las que acude la comunidad es a las abuelas y a las señoras mayores que tienen la sabiduría para atender cada caso.

La premisa más importante es que “estar saludable para los pueblos afrocolombianos se relaciona con la espiritualidad que depositan en la manera de usar las plantas, de buscar la ayuda adecuada para los malestares o dolencias que se presentan y en la fe que se deposite en las plantas medicinales o elementos que son sugeridos para la mejoría de una persona”[7].

Para mujeres  como  Nohelia,  esta  práctica  aprendida  de  las  abuelas  es  infalible  y asegura   que   después   de   este  “tratamiento   ancestral”  las   mujeres   quedan   en inmejorables condiciones para afrontar la dieta “sin enfermedades ni nada”.

Al igual que Nohelia, al interior de las organizaciones NARP, muchas mujeres y hombres aún conservan tradiciones ancestrales relacionadas con la etnobotánica, en donde las plantas tienen un valor curativo, gastronómico  e incluso son utilizadas para rituales religiosos; sin embargo, los integrantes de las organizaciones NARP sostienen que estos saberes poco a poco tienden a desaparecer porque no quedan documentados.

En la perspectiva de ser abuela, Nohelia insiste en que haría el mismo procedimiento ancestral a su descendencia, para preservar de paso la tradición, y asegura sin  temor  a  equivocarse  que “haría  lo  de  la  dieta  a  mis  hijas, las  cuidaría mucho”.

Pero la  tradición  no  se  preserva  solamente  con  el  trabajo  de  las  parteras, sino  en temas como los peinados, la gastronomía, la música, que son el eje articulador de la construcción de la identidad de los afros en esta parte del departamento.

Nohelia habla con convicción y asegura que ahora que se está “defendiendo nuestro color”, se empeña en que sus hijas mantengan el afro y el peinado de las trenzas, como una manera de preservar la identidad necesaria para que la tradición no muera; esta tradición de llevar el pelo trenzado con extensiones o el pelo afro, es algo que la mayoría de mujeres afros de las diferentes organizaciones realizan para preservar la identidad cultural de los afrodescendientes.

“Lo que quiero es que ellas conserven la identidad y se sientan siempre orgullosas de su raza”,  dice esta dirigente de la vereda Siberia Alta.

Nohelia, sueña con heredar a su hija y nietas las costumbres ancestrales

Preservar las costumbres y tradiciones es un ejercicio intrínseco de reconocimiento de los orígenes, pero también una especie de exaltación de lo duro que ha sido llegar en la década  de  los  70  a  este  aislado  territorio  del  Caquetá,  asentarse,  sobrevivir primero y luego iniciar procesos de desarrollo económico y construcción de un fuerte tejido social.

Mantener la pureza de sus actividades cotidianas y sus ritos puede ser ni más ni menos que un acto de resistencia cultural para preservar sus saberes ancestrales; debido a que desde tiempos coloniales las prácticas y los objetos rituales y festivales afro, sus prácticas medicinales  y  curativas,  fueron  estigmatizadas  y/o  condenadas  por  la iglesia católica como actos y objetos sospechosos, oscuros o del demonio[8] ”.

Doña Nohelia relata que uno de los principales cambios es que antes la única vía de comunicación era el río y sólo se podía llegar en canoa a esta zona del municipio de Puerto Rico.

“El servicio de este medio de transporte solo se prestaba los fines de semana; era la única oportunidad de salir, pero ahora todo ha cambiado porque hay lecheras todos los días, que, aunque no salen exactamente de la vereda, sí hacen que las distancias sean menores y las circunstancias de viaje mucho mejores”, insiste doña Nohelia.

Los habitantes de las veredas Siberia Alta, Maracaibo, La Chipa, Arenoso Oriente del corregimiento de Río Negro, al igual que otras  de las zonas rurales donde se encuentran asentadas las poblaciones NARP en el departamento,  pueden salir ahora por tierra para viajar a Florencia u otras zonas del Caquetá, reconociendo “que, aunque el camino sigue siendo lejos, ya hay una salida que antes no la había”.

Yohaysa Perea Rentería
Comunicadora Social y Periodista
Esp. Informática de la Administración Educativa


[1] Afrocolombianos, población con Huellas de Africanía. Ministerio de Cultura. Pág. 7

[2] GUZMÁN  LOZANO,  Nancy  Paola  .  Colonización  y  Gente  Negra  en  el  Norte  de  Caquetá.  Trabajo  de  grado  para  optar  el  título  de Antropóloga de la Unversidad Nacional de Colombia. 2008.  Pág. 2

[3] Ibid. Pág 3

[4] Afrocolombianos, Op. Cit,. Pág. 1

[5] Entrevista con Nohelia Balanta, en el marco de la construcción de la Política Pública comunidades NARP. Corregimiento de Río Negro, vereda Arenoso Oriente. Octubre 11 de 2018.

[6] LÓPEZ  LUCERO,  Cataño  Nhora,  López  Heddy  y  Velásques  Vilma.  Diversidad  cultural  de  sanadores  tradicionales  Afrocolombianos  y conciliación de saberes. Trabajo enmarcado en los proyectos del grupo de investigación Cuidado cultural de la Salud.Pág. 8

[7] Ibid., pág 69

[8] AFROCOLOMBIANOS, Poblaciòn con Huellas de Africanía. Ministerio de Cultura 2009, Pag 10

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