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jueves, marzo 28

Celestina Cordero: una maestra negra puertorriqueña en la época de la esclavitud

Celestina Cordero: una maestra negra puertorriqueña en la época de la esclavitud
Esta imagen que acompaña este texto es una obra del acuarelista Tomás Méndez quien realizó su interpretación de la obra del maestro Rafael de Francisco Oller, femenizando a los personajes del cuadro. La utilicé para la portada de mi libro de literatura infantil Maestra Celestina que publiqué en el 2017 como parte de mi trabajo con el proyecto Cátedra de Mujeres Negras Ancestrales que dirige la escritora Yolanda Arroyo Pizarro. A través de los esfuerzos del proyecto de la Cátedra, en noviembre de 2018 se logró que una escuela pública del pueblo de Hormigueros, al oeste de la isla, le pusiera el nombre de Celestina Cordero Molina a su biblioteca contribuyendo así a lograr la visibilidad que lleva pidiendo desde el 1817.

Celestina Cordero Molina (1787-1862) es una de las primeras mujeres negras libres que formó parte del desarrollo educativo de Puerto Rico. Luchó por los derechos de las niñas puertorriqueñas de todas las razas a recibir una educación. Junto con Gregoria fue una de las hermanas mayores del maestro Rafael Codero (1790-1868), hijos los tres de Lucas Cordero y Rita Molina, negros libres que tuvieron acceso a la educación y se encargaron de enseñarles a sus tres hijos a leer y escribir en el seno de su hogar. A principios del siglo XIX la población de Puerto Rico era de 150000 habitantes, solo el 6% de la población sabía leer y escribir, la gran mayoría eran hombres y blancos por lo que es necesario enfatizar la relevancia de la familia Molina y su legado a la educación puertorriqueña en una época en la que apenas había escuelas en la isla.

Los hermanos Cordero dedicaron toda su vida a la educación, convirtieron su casa de la calle Luna en San Juan en una escuela, a la que llegaban niños y niñas de todas las razas a recibir su enseñanza. Rafael se encargaba de educar a los niños y Celestina a las niñas. Sin embargo, en la actualidad Rafael es el hermano más conocido en Puerto Rico y al que se refieren los puertorriqueños como el padre de la educación; existen tres escuelas en la isla que llevan su nombre. El pintor puertorriqueño Francisco Oller lo inmortalizó en un cuadro que tituló La escuela del maestro Cordero (1890-1892) en el que está el maestro rodeado de sus alumnos. Por otro lado, el maestro Cordero tuvo discípulos que llegaron a tener puestos importantes en la esfera pública como es el caso del político e intelectual  Baldorioty de Castro, el escritor Alejandro Tapia y Rivera y el periodista José Julián Acosta  quienes dejaron referencias para la posteridad sobre el trabajo y la dedicación del maestro Cordero.

Celestina, a diferencia de su hermano Rafael, es una gran desconocida en la actualidad en Puerto Rico. No existe ninguna escuela que lleve su nombre,  tampoco hay una imagen de ella que haya pasado a la posteridad.  Las mujeres del siglo XIX en el Puerto Rico colonial estaban limitadas al espacio doméstico,  por lo que no hay ninguna referencia de sus alumnas ni se conoce hasta el momento el nombre de alguna de sus discípulas, y es que  era muy difícil que las mujeres de esa época llegaran a la esfera pública como ocurrió en el caso de los alumnos de su hermano.  Sin embargo, y a diferencia también de su hermano, su ejecutoria como maestra se encuentra documentada en las Actas del Cabildo, los documentos en los que se registraban las decisiones del gobierno en la época colonial. Hay alrededor de doce actas sobre Celestina Cordero, la mayoría de ellas relacionadas con su solicitud  de que la nombraran maestra oficial y la petición de dotación económica para su escuela. Existen también algunas actas que reflejan el interés de sus hermanos, Gregoria y Rafael, de que la escuela de Celestina siguiera funcionando después de que ella se enfermó en el 1832 y no pudo continuar con su trabajo de maestra.



De la lectura de las Actas, resumo los siguientes hallazgos: en el 1817,  Celestina solicita dotación económica para su escuela de niñas, afirma que lleva quince años enseñando y que en ese momento tenía a su cargo 115 alumnas. En su solicitud pide que se dote a su escuela como  a las otras cuatro que hay en San Juan. Dicha solicitud fue denegada. En febrero de 1820 hay un acta en la que Celestina solicita que se le otorgue la plaza oficial de maestra de San Juan. Ese mismo año, el 3 de julio de 1820, Celestina es nombrada maestra en propiedad.

Un acta evidencia que en mayo de 1821, la maestra Cordero reclama que no le han pagado el sueldo estipulado; en marzo de 1825,  solicita de nuevo que se le reconozca su cargo oficial. La última acta que menciona a Celestina es del 1851 y en ella su hermano el maestro Rafael Cordero solicita una pensión vitalicia para su hermana “… atendida la circunstancia de haberse inutilizado en el constante ejercicio de su ministerio, como consta a V.E. y a toda la sociedad.”

Se necesita una enorme valentía para que una mujer negra, antes de la abolición de la esclavitud en Puerto Rico, se enfrentase al Cabildo para exigir su nombramiento como maestra y apoyo económico para su escuela. Sus visitas al Cabildo fueron numerosas y no se rindió hasta lograr que le dieran el nombramiento oficial. Celestina ya era maestra, sus alumnas y ella lo sabían pero insistió hasta que logró que se le reconociera oficialmente. Esa insistencia refleja determinación, entereza y fuerza para seguir luchando y a la vez un gran deseo de salir de la invisibilidad, de que se reconozca su trabajo y el gobierno le dé un salario por hacerlo. Invisibilidad, en la que lamentablemente y a pesar de sus esfuerzos, continúa en la actualidad.

La escritora española Rosa Montero en su texto La ridícula idea de no volveré a verte, dedicado a Marie Curie, menciona que hasta hace unas décadas, el mayor problema de la mujer occidental consistía en no saber vivir para su propio deseo: siempre vivía para el deseo de los demás, de los padres, de los novios, de los maridos, de los hijos como si las aspiraciones personales fuera secundarias, improcedentes, defectuosa. En el caso de Celestina, se adelantó muchísimo a su época ya que su deseo de ser maestra fue tan fuerte que no la impidió regresar al Cabildo cuantas veces fue necesario para conseguir su título, su aspiración profesional la dirigió y guio toda su vida.

Existen breves referencias a Celestina en distintos textos de la historia de la educación de Puerto Rico, por ejemplo en el texto de Antonio Cuesta Mendoza  del 1946  Historia de la Educación en el Puerto Rico Colonial, y  en Lecturas Históricas de la Educación en Puerto Rico del 1943 de Gerardo Sellés Sola. Hay también una página dedicada a ella en La Enciclopedia de grandes mujeres de Puerto Rico del 1975. Por otro lado, en los distintos textos dedicados a su hermano: el de Jack e Irene Delano del 1994: En busca del Maestro Rafael Cordero y en el libro Vida y obra del Maestro Cordero publicado en el 2010 por el Círculo Maestro Rafael Cordero aparecen  diversos comentarios sobre Celestina y su escuela. Recientemente, en el 2015,  Zulmarie Alverio Ramos publicó un texto titulado La Gran ausente: la maestra Celestina Cordero Molina.  Sin embargo,  pese a la presencia textual de Celestina desde las Actas del Cabildo hasta el día de hoy, sigue siendo una gran ausente como menciona Alverio Ramos en su texto.  El escaso conocimiento que hay sobre ella se debe a la doble discriminación que sufrió y sufre Celestina por ser mujer y por ser negra. La cultura patriarcal ha determinado lo que se debe contar porque la historia que conocemos ha sido contada por los hombres. La historia de las mujeres es una historia de resistencia e invisibilidad. En esa invisibilidad se sigue manteniendo Celestina. A pesar de que fue ella la que gestionó los permisos de la escuela y la que consiguió el nombramiento oficial de maestra, siempre se la menciona brevemente, bajo la sombra de su hermano menor.

Celestina fue una pionera en la Educación en Puerto Rico, su gesta está documentada textualmente,  pero injustamente ha pasado desapercibida en la historia oficial.

Como mencioné anteriormente, a Rafael Cordero se le considera el padre de la Educación Pública en Puerto Rico y en el año 2013 se le declaró  venerable,  el primer paso a la beatificación. Sin querer menospreciar la dedicación y el empeño del Maestro Rafael,  de la misma forma se debe considerar a Celestina como la madre de la educación, porque  ella fue la responsable de conseguir los permisos oficiales de la escuela que compartía con su hermano. Además, al ser  ella tres años mayor que Rafael, seguramente contribuyó a que este aprendiera a leer y escribir, convirtiéndose así junto a su madre en las primeras maestras del maestro Rafael Cordero.

El caso de Celestina no es aislado, existen otras mujeres que vivieron a la sombra de sus hermanos famosos,  y no fueron reconocidas como resultado de la cultura patriarcal en la que vivían,  por ejemplo Fanny Mendelssohn que publicó algunas de sus composiciones con el nombre de su hermano  o Marianne Mozart quien a pesar de poseer un talento similar al de su hermano menor tuvo que quedarse restringida al hogar y no se pudo desarrollar como él.

Celestina Cordero tuvo que vivir la discriminación de ser negra y además de ser mujer. No tuvo discípulas famosas como su hermano que hablaran de ella y nos dejaran sus testimonios porque la mayoría de las mujeres de esa época estaban relegadas al espacio doméstico. Terminó sus días enferma y bajo el cuidado de su hermano Rafael con el que al parecer tenía una gran afinidad. Uno de los discípulos del maestro Cordero menciona los gritos que profería Celestina al final de su vida y los cuidados que le procuraba su hermano. Quizás la enfermedad en la que se sumió está relacionada con la lucha que tuvo que vivir toda su vida insistiendo en que se la reconociera una profesión que llevaba haciendo con mucho amor por tanto tiempo. Celestina se dedicó toda su vida a la educación de las niñas y su labor no se ha reconocido con justicia,  no tuvo modelos en los que mirarse y contra corriente tuvo la valentía y la determinación de seguir adelante y ejercer su labor de maestra. Es hora ya de que se le dé el lugar que se merece en la historia de la educación de  Puerto Rico, de que aparezca en los libros de historia no bajo la sombra de su hermano sino por su propia gesta educativa: por lograr que las niñas de todas las razas tuvieran acceso a la educación en una época en la que apenas existían escuelas en Puerto Rico,  por contribuir al acercamiento entre negras y blancas y abonar el camino quizás para la abolición de la esclavitud en Puerto Rico que tuvo lugar el 22 de marzo de 1873, once años después del fallecimiento de Celestina.


Rosario Méndez Panedas

Licenciada en Filología Hispánica de la Universidad Complutense de Madrid y doctora en literatura hispanoamericana de la Universidad de Syracuse en el estado de Nueva York. Posee diversas publicaciones de artículos de crítica literaria en revistas académicas de Europa, Estados Unidos y Puerto Rico. En la actualidad es catedrática del Departamento de Lenguas y Literaturas en la Universidad Interamericana de Puerto Rico, Recinto de San Germán, ciudad donde reside. Pertenece al grupo Cátedra de Mujeres Negras Ancestrales que dirige la escritora Yolanda Arroyo Pizarro con quien ha publicado cinco libros de cuentos: Maestra Celestina, Pura Belpré: una vida dedicada a los libros, Se llama Juana Colón, El secreto de Matilde y Justa. Maestra Celestina recibió el premio de Mención Honorífica en la categoría cuento infantil en el certamen del Pen Internacional de Puerto Rico 2018.


7 comentarios

  • Felicitaciones por su trabajo, y más aún por decidir hacerlo.
    Sin minimizar la gesta de Celestina, las fuerzas demoledoras de sueños y aspiraciones con la que Celestina se enfrentó, ocupan la figuras más protagónicas en su trabajo, y son las que predominan hoy: el discrimen en todas sus formas, el racismo y el patriarcado.
    Mientras comparto con ustedes mi pensar, allá fuera, en el gueto, en las comunidades colindantes al caño, residen muchos futuros Celestinas y Celestinos, que han de correr la misma suerte… su invisibilidad.