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viernes, abril 19

Mi primer empleo después de ser madre soltera

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Me acuerdo bien de esa experiencia, para ser sincera nunca la he olvidado.

Yo tenía 24 años, un hijo de tres meses que criar y ningún dinero en el banco.

Había salido de una experiencia de trabajo precaria antes del embarazo y pedía a todos los santos por un empleo. Cuando ese empleo apareció, yo se lo agradecí a los cielos y fui con toda mi dedicación trabajar y con la idea de que ahora yo iba a poder cuidar y suplir todas las necesidades de mi hijo.

Soy pedagoga, y fui contratada para elaborar proyectos pedagógicos en una consultoría relativamente nueva. En la oficina todas las personas eran blancas, yo iba a ser la primera negra allí.

Al final de una agitada primera semana de trabajo tuve una de las más dolorosas experiencias de mi vida:

Una de las propietarias me llama a conversar. Me cubre de elogios por mi labor. Que mi escritura era muy buena, que yo era muy educada y tenía maneras excelentes al teléfono (?!) Pero ella necesitaba hacer una observación: yo tenía un olor que incomodaba a las personas, que algunas personas ya habían ido a hablar con ella. Que sabía que era una situación embarazosa.  

Me quedé allí, sin palabras, aguantando el llanto, pero había más: ella estaba muy molesta con la situación, intentaba mantener el despacho a un nivel muy alto, pues recibíamos muchas personas muy importantes, pero como le gustaba mucho mi trabajo, entendía que algunas veces las personas en un olor muy fuerte y me ofreció uno de sus desodorantes.

Multi-racial business team sitting around an office boardroom

Recuerdo muy bien mi sensación, sentía una vergüenza inmensa, los ojos ardiendo, de las lágrimas que intentaba reprimir, la voz no salía … me sentía tan humillada; En la vuelta a casa arrasada, la sensación de vergüenza y de ser inadecuada me sigue a cada paso, la voluntad de no volver el otro día, pero desistir, no era una opción, tenía un hijo para criar y alimentar, no podía dejar de ganar un salario.

Y así, puse mi orgullo en el collar y volví al trabajo, a las siete de la mañana siguiente.

Después de unas semanas, todo el equipo viajó y me quedé sola en la oficina por la tarde. Alrededor de las 14h30 uno de los socios llega y necesita resolver muchos asuntos de pago, no recuerdo bien cómo sucedió, pero recuerdo que él me preguntó si yo podía ir al banco a cobrar un cheque.

El banco quedaba a un minuto a pie de la oficina. Fui, con una sensación de inquietud, ¿porque yo estaba haciendo esa tarea? Yo había sido contratada para escribir proyectos, ¿se lo pediría a la coordinadora blanca si ella estuviera sola o no?

Fui al banco, guardé una fila enorme y saqué el dinero. Nueva caminata hasta la oficina. Entregó el dinero y volví a mi oficina para trabajar. Un minuto después llega a mi habitación, airado, dice que falta dinero. Me pregunta si lo he visto. Yo digo que no, él me dice que quiere el dinero completo, y decide ir conmigo hasta el banco para pedir que el ayudante de la caja le entregue la diferencia. Me voy con él, en la calle él va irritado, quejándose, al llegar al banco informo al cuadro lo que pasó, me dice que sólo puede entregarme la diferencia de valor al final del día, cuando vea su caja y observe que está sobrando. Informo eso al jefe, que decide volver a la oficina y me quedo esperando.

Y esperé, esperé por mucho tiempo, horas hasta que el banco cerrara. Cuando el banco cerró y no había casi nadie dentro, un gerente se acerca y al verme allí en pie cerca de la caja, pregunta lo que estaba haciendo.  Ante la explicación, él pregunta cuánto está faltando, entonces  tira de su cartera, saca 10 reales (2,5 Euros) y me los entrega.

Una vez más me quedé paralizada. Siento vergüenza, me siento tan humilde. Tomo mi dinero y vuelvo a la oficina. Ya era de noche. Entrego el dinero y pregunto que si no hay nada más, voy a organizar mis cosas para ir a casa. Cuando llego a la parada del autobús, mi teléfono suena. El jefe me pide que vuelva a la oficina.

Llego arriba, voy a su oficina y él está molesto, enojado, preguntándome por el dinero. ¿Dónde lo puse? Yo le digo que se lo entregué y que vi cuando se lo puso en el bolsillo de la camisa. Él palpa el bolsillo, debe haber sentido el dinero, porque me mira y sólo dice seco: lo siento, no lo recordaba.

Yo bajo las escaleras una vez más, voy llorando el camino entero. Ahora no tenía ninguna duda, él creía que yo había robado el dinero. Él creía que yo, la única persona negra de la oficina, intenté dos veces ese día robar su dinero.

Fui durante todo el camino llorando, cerca de casa, limpio mi cara. Cuando abro la puerta, mi hermana viene sonriente a entregarme mi bebe, con  prisas termino de recomponerme. Es el 5 de agosto, me estaban esperando para conmemorar mi cumpleaños.


Viviana Santiago

Activista afrobasileña. Creadora del Blog Palavra de Preta


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