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viernes, marzo 29

El color carne

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Soy mestiza y nací a principios de los años noventa en España, preciso lo de los años noventa porque las cosas no eran para nada como son ahora.  Cuando tenía doce años mi madre decidió comprarme mi primer sujetador, no porque lo necesitara, sino más bien para que no me sintiera excluida por no tener todavía pechos como muchas de mis compañeras.  Como lo que iba a utilizar no era en realidad un sujetador tradicional sino un sujetador de “iniciación”, mi madre decidió ir a la mercería del barrio. La gente que trabaja en una mercería es experta en ropa interior y debería poder aconsejarte mejor que nadie. Supongo que mi madre no pensó que el hecho de que su hija fuese mulata iba a cambiar ligeramente las cosas.  

Llegamos a la mercería, detrás del mostrador había una señora de unos 40 años, de cabello corto, rizado y con gafas. Mi madre le explicó que estábamos buscando unos sujetadores para mí, que hasta ahora solo había llevado tops pero que quería algo que pareciera un sujetador, eso sí, sin los aros ya que no los necesitaba. Pasó hace casi diez años y aún me acuerdo perfectamente de todo. Primero me sacó un sujetador blanco, creo que fue a raíz de eso que deteste la ropa interior blanca durante bastantes años. El sujetador era feo, muy feo, sin aros evidentemente. En su lugar habían como dos bolsas de una tela elástica que por cierto no llegaba a llenar. Lo miré y acto seguido miré a mi madre, quien, a juzgar por su cara, había encontrado lo que andaba buscando. Decidió pedirle a la señora un par más en diferentes colores para tener de recambio, y fue ahí, en ese justo momento que la señora se coronó. Convencida, respondió a mi madre que yo necesitaba absolutamente los tres básicos, uno blanco, uno negro y uno color carne para la ropa clarita. Sin pensarlo dos veces sacó el negro seguido del de color carne y colocó ambos junto al blanco en el mostrador. Mi madre ni se fijó en el de color carne, vio el sujetador negro y dijo que yo era demasiado pequeña para llevar ropa interior negra. Yo por otro lado no podía parar de mirarlo. ¿Color carne de quién? Desde luego no la mía. En mi cabeza no tenía sentido como la señora teniéndome en frente había escogido precisamente ese color por su “discreción”. ¿Si mi madre se negaba a comprarlo en negro, eso quería decir que tendría que ponerme un sujetador que para mí era básicamente “beige” pero que para el mundo por lo visto era color “carne”? Mi madre por fin se fijó en el de color carne, me vio la cara, me miró con complicidad y le preguntó amablemente a la señora si de casualidad no tenía un sujetador más adecuado a mi tono de piel. La señora que parecía ligeramente molesta ya que no parecía acertar con nosotras, sacó un sujetador de un color que por lo visto se llamaba “visón”.  Un color marrón apagado que quita las ganas de vivir, así es como describiría yo el color visón. Mi cara en ese momento era un poema. Para los que no lo sepan, esto es un visón según la RAE:

Mamífero carnicero semejante a la nutria, de cuerpo alargado, patas cortas y color pardo oscuro, que habita en el norte de América y es apreciado por su piel.

O sea que el sujetador que más se acercaba a mi tono de piel se llamaba como un animal, que no tengo yo nada en contra de los visones, pero no entendí por qué el “mío” se llamaba así y el que podría ponerse mi madre se llamaba “color carne”. La señora al vernos las caras, la mía de incredulidad y la de mi madre de incomodidad, nos dijo: -Todas mis clientas negritas se llevan este color-. Entones ya estaba, si todas las negritas se llevaban ese color de sujetador, no iba a ser yo menos. Mi madre que ya no sabía dónde meterse, decidió escoger dos, pagar rápido y que nos fuéramos.  Como no es de extrañar, acabamos volviendo a casa con un sujetador feo blanco y otro igual de feo en marrón “bisonte”.  

Cuando iba al colegio, una de mis mejores amigas tenía el pelo rubio, extremadamente claro, y la piel muy blanca y con pequitas. Recuerdo que la gente no se creía que fuese española y sin embargo sí, sus orígenes no van más lejos de Zaragoza. Hace muchos años que no sé nada de ella, pero ahora que escribo sobre este tema me pregunto cuál fue su experiencia con el color carne, pero probablemente ella tampoco se siente muy identificada con él.

Hoy en día, marcas como Nubian Skin crean ropa interior de color carne adaptada a los diferentes tonos de piel. Cierto, no es igual de accesible y es bastante más cara, pero al menos alguien ha decidido hacer algo al respecto. Hasta el diseñador Christian Louboutin tiene una colección de zapatos con el objetivo de proporcionar a mujeres de toda raza con un zapato que pudiese considerarse verdaderamente color “carne”. En una entrevista para el periódico inglés The Telegraph, el diseñador declaró que el color carne no era un color si no un concepto, y no podría estar más de acuerdo.                                        



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