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jueves, abril 18

Mujer, ¡quiérete! No esperes a que sea tarde

Noemí Ondo Mesa

«Me doy asco, no me gusto nada, odio mirarme en el espejo…» Noemí (durante mucho tiempo)

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Leyendo un artículo hoy en el que se exponía el cómo muchas mujeres -la mayoría- solemos ser muy intolerantes con nosotras mismas, con nuestros propios cuerpos (siempre criticándonos, martirizándonos, odiándonos…) he caído en la cuenta, de que desde hace un tiempo, poco, pero no sabría decir bien cuánto exactamente, he dejado de pertenecer ese grupo de mujeres.

Durante toda mi vida he odiado mi físico. Por una razón u otra. Pero sobre todo, mi cuerpo. Supongo que hemos nacido en una sociedad en la que la fuerza y el valor de la estética es importante y el influjo de los cánones de belleza aún siendo una niña, no pasó inadvertido para mí.


El culo gordo, los muslos grandes y juntos. Vaca. Eso era lo que pensaba de mí. Hocico de perro, dientes de caballo (o de conejo, según mi estado de ánimo ese día), ojos caídos, pelo de champiñón, plana, gafotas… Millones de adjetivos y descripciones, que a diario repetía cuando me miraba al espejo con apenas once o doce años.

La cosa no cambió en la adolescencia. De hecho empeoró. Aunque siempre con mi fuerte carácter he sabido cómo camuflar mis inseguridades, ahí estaban… Azuzándome fuerte y machacando mi autoestima… Seguí viéndome gorda, fea, y dándome asco a mí misma cuando, estando a solas, me miraba al espejo.

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11390044_10206792687437085_5290904336568735679_nEl maquillaje siempre ha sido mi aliado, pues con él al menos, dibujaba unos ojos alegres, resaltaba unos rasgos y minimizaba otros. Una careta, vamos. Pero el cuerpo… Eso no tenía arreglo. O eso pensaba yo. Soñaba con ser delgada… Con hacer desaparecer ese trasero, -culo pollo le llamaba mi madre- que odiaba profundamente… Las heridas en los muslos al rozarse uno con otro en verano, eran el maldito recordatorio sobre mi evidente necesidad de perder peso…

El hecho de que mi pareja me viese guapísima, que deseara mi cuerpo como el de nadie, calmaba apenas mi disgusto y adormecía mis inseguridades en algunos momentos. Pero yo seguía odiándome. Poniendo mohines de desagrado ante el espejo (mi enemigo)…

Los embarazos y partos no ayudaron tampoco y llegó la hecatombe del desprecio hacia mi cuerpo. La negación absoluta… Las estrías, la incipiente celulitis, la hasta entonces desconocida flacidez en mis músculos… Los kilos de más… Solamente me consolaba saber que empezaría una nueva dieta milagrosa el lunes… Pero el lunes llegaba y la dieta se acababa con la cena. Y el martes, me levantaba igual de fea, gorda, además de con una absoluta sensación de debilidad y derrota, por no tener la fuerza de voluntad de seguir una dieta siquiera un día…

Luego llegó la maldita cicatriz, la cual temí antes de tener y odié profundamente al sentirla en mi cuello y verla, día tras día… Otra absurdez más que añadí a mi repertorio de vómitos contra mí misma, cada mañana en mi cabeza…

A lo largo de todo este tiempo, mi vida seguía normalmente y yo no era consciente del impacto que tenían los comentarios, las revistas, el cine o la publicidad en general sobre mí, hoy, ahora, sé que sí lo tenía. Que me he pasado la vida odiando mi cuerpo y alimentando inseguridades físicas que «somatizaban» a la inversa, convirtiéndose en algo psíquico y emocional. Que no me he querido nunca como debiera ni me he enorgullecido de mi cuerpo de niña, adolescente y mujer y es una verdadera pena.

Que viendo fotos de antaño como las que en este post publico, no sólo no veo todo eso que he odiado en mí y que tanto asco me producía, sino que me veo estupenda, resultona y según la época que sea, con kilos de más o de menos, soy yo… Y lo que pienso de mí ahora, con más kilos, más estrías, más cicatrices y años que nunca, es que me quiero. Me gusto y lamento tanta tontería y tanta ceguera en el pasado.

Noemí después de su grave operación
Noemí después de su grave operación

11350375_10206814997154814_380621343_nQuizá es la madurez, que dicen que te regala cosas como estas… La lucidez. El encontrarte a ti misma. El saberte, conocerte, mimarte y respetarte.

¿Qué narices tengo yo que ver con las modelos de la tele? ¿Por qué el no estar dura como una roca va a interferir en lo que soy o pienso que soy como mujer, como persona?

Me he puesto a escribir con la certeza y el alivio de que hace tiempo que dejé de mirarme y quererme mal…. Y sin pensar mucho en lo que quería expresar, aquí estoy, con este testamento jajajjajajaa… pero en definitiva es eso… Que gustarnos a nosotras mismas nos hace más felices. Que vivir atrapadas en la idea del canon de belleza único es absurdo y dañino. Que la losa del querer ser como otros son o como otros quieren que seamos, es pesada y aunque no nos demos cuenta está ahí, encima de nosotras… es la que nos empuja a vernos feas, a darnos asco y no querernos… Así es que hay que lanzarla bien lejos. Y que el espejo debería dejar de ser nuestro enemigo y comenzar a decirnos cosas tiernas y buenas y ciertas, como que somos valiosas y bellas tal y como seamos o estemos, porque somos NOSOTRAS MISMAS.

Lo veo clarísimo… ahora. Para mi gusto, algo tarde… Pero más vale tarde que nunca. No?

 

Noemí Ondo Mesa

Actualmente Noemí es secretaria de dirección.