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jueves, marzo 28

Manual para distinguir mulatas

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“Los ojos son sólo lentes,, es el cerebro el que ve”. Walter Benjamin.

 

Día 1: enfado.

Mantener la capacidad de sorprenderse pese a la edad y la experiencia es fabuloso. Estar abierta a seguir aprendiendo a continuar descubriendo es un regalo. Y hoy me ha pasado… Una cree que ya lo ha visto todo, que ya conoce a la perfección su país, pero no. Y, una vez más no: las sorpresas no siempre son agradables.

Esta mañana me han enviado este artículo:

http://www.vanitatis.elconfidencial.com/noticias/2015-05-09/manual-para-distinguir-a-la-novia-de-mario-casas-hugo-silva-y-victor-clavijo_790673/

Cuando lo he leído me he puesto a escribir en Twitter tan rápido y tan rabiosa, que ni pensaba lo que ponía… Sea como fuere, no he obtenido ni respuesta, ni mucho menos, una explicación de vanitatis, la revista en la que ha salido. Porque sí, aunque no hablen de mí, me doy por aludida, de igual modo, imagino, que infinidad de mujeres negras de España y del mundo, que ven cómo una publicación las rebaja como féminas y como afrodescendientes.

Para la autora del texto, sus protagonistas no son entes autónomos ni profesionales, tampoco actrices y/o periodistas  ni hijas y hermanas son, únicamente, «novias o mujeres de» mestizas o negras y eso, por lo visto, les despoja de historia, de identidad e, incluso, de imagen propia.

Precisamente a fin de evitar la confusión lógica derivada de la contemplación de clones (nótese la ironía) facilitan un manual al estupefacto lector para que aprenda a diferenciarlas y, como si de un libro de zoología se tratara, describe pormenorizadamente cada uno de los rasgos que las hacen distintas: los ojos, las cejas, el pelo…

Gracias Marta (así se llama la que ha escrito esa oda a la estupidez) porque sin tu ayuda no sabríamos quién es quién.

Con todo, más alarmante que alguien derroche lírica idiota es que permitan que se publique y que, dicha publicación responda a los continuos errores de periodistas sin ojos incapaces de observar lo evidente: que no tienen nada que ver las unas con las otras. Como si fuera normal. Como si no fuera a tener consecuencias. Pues lo lamento por ustedes, pero aquí tienen una de ellas.

 

Día 2: calma.

 

A través de las redes sociales he leído que la periodista que ha escrito este artículo lejos de pensar así, pretendía denunciar con humor la situación que padecen Mary Ruiz, Montse Pla y Berta Vázquez. El problema es que… ¡No tiene gracia!

Al menos, no para mí ni para las personas de mi entorno que contamos con los dedos las veces que aparecen afrodescendientes (que no estén ligados a desastres humanitarios y/u otras connotaciones funestas) en medios de comunicación.

Disculpa, Marta, si recayó en ti la ira de años de invisibilidad pero tu texto, aunque no lo pretendiera, removió sentimientos que brotan directamente de nuestras experiencias, de nuestros recuerdos, de micro y macro racismos vividos y sufridos. Quizá, de haberlo sabido, no lo hubieras escrito. Quizá…

En cualquier caso, si lo hiciste fue porque hay profesionales de los medios, más cortos de entendederas que de visión, que por muy tremendo que suene, no pueden distinguir a tres mujeres que sólo comparten tono de piel. Así que, aunque no sea tu problema, es un problema y por eso, vomito lo que pienso un día después del calentón inicial.

 

Día 3: reflexión.

 

¿Qué provoca que me ponga como una hidra por leer un articulo racista y machista de una revista cuyos contenidos versan, según ellos mismos,  sobre “Famosos, Casas Reales, Celebrities, Moda, Estilo, Belleza y Tendencias”? (Ojo, no pretendo con esto, desprestigiar este tipo de publicaciones sino dejar claro que no se trata de algo científico y, precisamente por eso, no espero que procedan con rigor) pueeees el atrevimiento.

Si una persona se atreve a insultar (aunque sea de broma) a todo un colectivo públicamente es porque se siente amparada por la impunidad que le confiere su sociedad, incluso, para ser más precisa,, por su abrigo. O sea que por decir algo así, no pasa nada, es más, probablemente, muchos, leyéndolo, habrán sonreído. Lo peor que puede suceder es recibir alguna crítica en internet pero jamás se convertirá en un escándalo.

Si el consenso velado de la mayoría piensa que no es para tanto, acaba por no serlo.

Nunca me ha gustado el discurso hipócrita de lo políticamente correcto, opino que la educación en valores debe sustituir el temor a decir las cosas por el cambiar la forma de pensar, vamos, el no decir burradas por no pensar burradas. Así pues, no basta con que no se escriban estos artículos por miedo a ser condenados socialmente sino que hay que lograr que la gente ni tan siquiera conciba escribirlos porque tampoco los considere graciosos.

No puede ser que una parte, por muy grande que sea, ría mientras la otra llora. Pero ese es el drama de las minorías un drama para el que la mejor solución o, al menos una de ellas, debe ser la empatía.

Por una vez, Marta, intenta meterte en mi piel.

Gracias.

Lucía Asué Mbomío Rubio

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