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jueves, marzo 28

Desenredando asuntos de raza y género*: sobre los estándares de belleza para las mujeres y las niñas negras en Puerto Rico


La noche después de que Lupita Nyong’o ganara un Oscar como mejor actriz por su actuación en 12 Years a Slave, le tuvimos que cortar el pelo a mi hija, Luna.

Lupita nació en México de padres kenianos. Luna nació en Puerto Rico de madre puertorriqueña y padre santomeño. Ambas son negras. Lupita tiene 31 años, Luna tiene tan solo 11.

En un discurso que Lupita dio al recibir un premio Essence de Black Women in Hollywood, aseguró que de niña se sentía fea por su color de piel, pensaba que su piel era muy oscura y todas las noches le pedía a Dios que cuando se levantara en la mañana se mirara en el espejo y se encontrara de un color más claro[1].

En el mismo discurso compartió cómo su mamá siempre le aseguró que ella era bella. Lupita no entendió (ni internalizó) las palabras de su madre hasta que no se vio reflejada por otra mujer negra como la modelo Alek Wek en las revistas y otros medios de comunicación, al ver que otros celebraban la belleza de otra mujer joven, de tez muy oscura y de pelo corto como el de ella.

“No tiene remedio mamá, si usted le pusiera un reverse para suavizarle el riso eso no le pasaría”

Cuando le cortamos el pelo a Luna lloró con un sentimiento profundo. Tenía unos nudos que según la estilista, no tenían arreglo. “Eso hay que cortarlo”, volvió a repetir la otra beautician. Ambas eran mujeres negras; una con pelo alisado y la otra con pelo muy corto, casi afeitado. “No tiene remedio mamá, si usted le pusiera un reverse para suavizarle el riso eso no le pasaría”, me aseguró la del pelo corto. Mientras ellas me daban su fatídica opinión, Luna lloraba. “¡No me corten el pelo!”, suplicó.

“¿Qué quiere que hagamos mamá?”[2] Las tres me miraron. Yo no supe qué contestarles, aparentaba ser una decisión sencilla. ¿Cortar o no cortar? Lo único que se me ocurrió en aquel momento fue dar explicaciones sobre los nudos. ¿Acaso no era yo la responsable? “Es que yo siempre le desenredaba el pelo cuando era más pequeña y le hacía peinados, moñitos y lazos, pero ahora que es más grande…”. No era la respuesta que ninguna de ellas buscaba.

Lo cierto es que no hay nada de sencillo y descomplicado en lo que respecta al pelo de las mujeres afrodescendientes. En la investigación titulada “Why African American Women Try to Obtain ‘Good Hair’” (2007), Whitney Bellinger explora los motivos por los cuales el cabello de, y lo que hacen con el mismo las mujeres afroamericanas está cargado de peso político, racial y socio-económico. Según Bellinger:

«el cabello siempre ha sido un factor importante en la definición de la propia identidad (Brownmiller 1984; White 2005; Byrd y Tharps 2001; Patton 2006). Para los afroamericanos esto es doblemente cierto. Durante la década de 1800, el cabello era un indicador de la condición de esclavo; hoy el cabello es un marcador de belleza, estatus económico, poder y creencias.

Las mujeres con cabello alisado todavía se consideran la norma de belleza en la sociedad afroamericana de hoy. Las mujeres con poder y estatus de clase alta a menudo usan el cabello alisado y, por lo general, no con un estilo natural… Esencialmente, para los afroamericanos, el cabello define la raza, la herencia y también quién es uno.(69)

Una noche luego de que Lupita Nyong’o se ganara el Oscar por 12 Years a Slave, Luna vio todo su pelo caer al piso de aquella peluquería en un barrio sanjuanero. Dos estilistas negras se lo cortaron. Ninguna mencionó hacerle un recorte como el de Lupita cuando determinaron que los nudos que Luna tenía eran un problema sin solución, que había que eliminarlos. Luna lloraba, primero en silencio, luego con altos gemidos. En un momento dado gritó: “¡No me corten el pelo, mi pelo nooo, mi pelo!!” Era muy tarde ya: sus trozos y nudos alfombraban el piso de linóleo. La estilista que la recortaba de vez en cuando me miraba con ojos que suplicaban, no que confiaban.


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Yo estaba desesperada, intenté calmar a Luna. Le aseguré que todo estaría bien. A la peluquera le recordé que ella era la experta. Guillermo (mi hijo) y yo buscamos desesperados en las revistas y los libros del salón de belleza fotos de mujeres negras que le sirvieran de modelo a Luna. No había ni una. A nadie se le ocurrió mencionar a Lupita. Le ofrecí recortarme el pelo como el de ella. Mi moño mal hecho se lo debo a ella misma y me pareció justo ofrendárselo. Luna no me lo permitió, entre lagrimas y gemidos me dijo que no. Tenía la ilusión de tener una madre con melena. Yo llevaba el pelo corto hace más de diez años. Por sus suplicas fue que permití que me creciera hasta la mitad de mi espalda.

Todos sufrimos las dos horas que estuvimos en aquel salón de belleza. Una hora tratando de desenredar y la otra intentando cortar. Luna se movía y se quejaba cabizbaja. De vez en cuando subía la cabeza y me miraba con unos ojos punzantes que me decían que yo era la culpable de todo su sufrimiento, de que ella fuera negra y no blanca como yo, de vivir en un país donde nadie quiere ser negro y de no tener suficientes mujeres negras a su alrededor a quien emular. Llegamos a la casa de noche. Guillermo con un high top al estilo de Will Smith en Fresh Prince de Bell Air y Guillén (el menor de la casa) con su afro al estilo de Tego Calderón circa 2000. Luna llegó con los ojos hinchados y el pelo corto y rizado. ¿Al estilo de quién? Aun no se me ocurría ninguna mujer afropuertorriqueña que podiera utilizar como ejemplo para animarla. ¿Ana Irma Rivera Lassen? ¿Qué animo le podría brindar una figura como Rivera Lassen a una pre-teen de madre blanca? En la casa Luna volvió a llorar. “¡Hasta que no me pongan extensiones[3] no voy a regresar a la escuela!”

Luego de que Luna finalmente se quedara dormida, exhausta de tanto llorar, yo me escondí en la cocina a intentar procesar todo lo sucedido. Guillermo fue el primero que me encontró tendida sobre el fregadero de la cocina, “Mami, no te sientas culpable… no llores”. “Es mi culpa”, le dije, “yo debí haberle cuidado su pelo mejor. Le fallé…”. En eso llegó Guillen, “Mami perdón…”. “¿Por qué?” le pregunté. “Por lo que sea”, me respondió. Me abrazó y se fue a bañar. Desde la ducha lo escuché llorar.

Esa noche me dediqué a buscar fotos de mujeres y niñas negras con pelo corto en las redes cibernéticas. Quería poder mostrarle a Luna tan pronto se despertara todas las niñas y mujeres que llevaban su pelo corto, rizo y natural. Entre imágenes de Willow Smith y Rihana[4] me llegó un mensaje de texto de un amigo que me preguntaba cómo había pasado el día. Su pregunta me provocó más lágrimas. No supe qué contestarle. Le pregunté si él creía que nosotros somos la causa y no el efecto de lo que nos sucede. No me atrevía decirle que yo me sentía como la causante del dolor centenario de mi hija, niña negra (futura mujer negra), que ya se sentía avergonzada de su pelo que ahora no podría esconder en un moño y que ahora quería llevar debajo de una bufanda hasta que la llevara a poner extensiones de pelo.

«… mostrarle el camino por el que pueda llegar a sentirse plenamente orgullosa de sí misma, de su raza y de su género.»

En su ensayo “A Hair Piece: Perspectives on the Intersection of Race and Gender”, Paulette M. Caldwell sostiene que como madres y padres:

Some of us choose the positive expression of ethnic pride not only for ourselves, but also for our children, many of whom learn, despite all of our teachings to the contrary, to reject association with black people and black culture in search of a keener nose or bluer eye. (369)

Yo he querido hacer lo mismo por mi hija: mostrarle el camino por el que pueda llegar a sentirse plenamente orgullosa de sí misma, de su raza y de su género.

Sin embargo, al día siguiente Luna no se podía mover, su tristeza era tanta que ni desayunó. Intenté mostrarle las fotos que había almacenado en mi teléfono la noche anterior de mujeres y niñas negras de pelo corto, famosas y hermosas (ninguna era puertorriqueña). Entre ellas estaba Lupita Nyong’o la noche que se ganó el Oscar con su pequeño afro y su traje de gala. No le dije que no encontré a ninguna puertorriqueña, ni mucho menos una santomeña. Traté de distraerla con la imagen de Willow Smith y la de Rihana. No le gustó ninguna. Buscó la diadema más grande para taparse el pelo.

Ese día no fue a la escuela. Me acompañó inmóvil. En silencio, con los ojos aguados y la garganta apretada continué con las labores diarias. “Te ves hermosa, Luna. Te amo”, le aseguré. Pensaba en lo mucho que he estudiado sobre asuntos de género y en lo poco que me sirven esos estudios en situaciones como estas. ¿De qué vale el análisis de las mujeres en lucha cuando aun no sé cómo ayudar a mi hija en la(s) lucha(s) que se enfrenta(rá) en una isla (afro)caribeña que se rehúsa a ser afro?

A través del día escuché su llanto y sus reclamos. Al fin se atrevió a decirme que se sentía fea, que en la escuela se reirían de ella, que parecía un nene, que todas las demás nenas tienen su pelo largo. Y es que el pelo, como indica Belling, es un vehículo de poder:

la idea de que el cabello es un medio a través del cual uno puede expresar su poder y el control que uno podría tener sobre los demás es predominante… la forma en que una mujer usa su cabello puede decirle a uno sobre lo que podría estar pasando en la vida de una mujer o sobre su personalidad … Especialmente entre las adolescentes, los padres, los amigos, los niños y la falta de finanzas personales influyen en el peinado.(66-67) [5]

Como reconocí estas cuestiones sobre la fuerte asociación entre el cabello y la sensación de auto-empoderamiento de Luna, esa tarde visitamos otro salón de belleza. Llegamos hasta allí por recomendación de una amiga que entendía la situación. El estilista que nos esperaba tenía experiencia con pelos como los de Luna. Le arreglaría el matarile que le habían hecho la noche anterior. Aquellas estilistas, aunque eran mujeres negras, nos habían confesado que se alisaban el pelo desde niñas porque no soportaban los nudos que se le formaban en su pelo kinky. Admitieron ser esclavas de los químicos que utilizaban en su pelo.

El estilista de aquel salón recibió a Luna con una sonrisa. Tan pronto la vio exclamó, “¡Qué niña más bella! ¡Mira esos ojos y esa cara hermosa! ¡Qué bueno que estas aquí! Mira lo que te quiero mostrar…”. Sacó su teléfono donde tenía una foto de Lupita posando en la alfombra roja con su traje de gala y su pequeño afro donde llevaba una diadema delgadita y con brillo. (Pensé que tal vez le pasó como a mí, que ni en su salón ni el internet encontró alguna foto de una niña o mujer negra puertorriqueña que pudiese enseñarle a Luna para que se sintiera que al fin tenía alguien con quien se podía identificar). Agradecí que no le dijera que su pelo no tenía remedio como las otras estilistas, ni que si no se recortaba aquellos nudos le podían dar hasta piojos y tendría un bollo tan grande que no se lo podría ni tan siquiera alisar[6].



Aquel salón estaba casi vacío. Las pocas personas que quedaban pasaban para mirar aquella niña negra de pelo corto, de madre blanca y de dos hermanos uno con afro al estilo de Tego Calderón[7] circa 2000 y otro con un high top al estilo de Fresh Prince. “¡Te ves hermosa!”[8], todos le dijimos cuando se levantó de la silla. Ella forzó una sonrisa, mientras le tomábamos una foto con mi teléfono.

Ahora que escribo estas palabras pienso que debo colgar aquella foto en todos los foros cibernéticos para que cuando otra niña (o madre) busque una foto de una niña negra, porque tal vez se siente sola o porque no tiene a nadie con pelo alborotado, encaracolado, kinky, revuelto y marantú con quien se quiera/pueda identificar, encuentre la foto de Luna con su pelo afro al natural. Y para que cuando hagamos una búsqueda en Google aparezcan las imágenes de Lupita en la misma página que la de Luna, ambas con sus cabellos cortos. Quisiera pensar que las imágenes y la presencia de las dos nos servirán para continuar desenredando los nudos (im)puestos por ser mujeres y niñas negras en un hemisferio que aun no quiere aceptar, ni mucho menos adueñarse de su afrodescendencia[9].



Notas

* En la reseña escrita por Margarita Fernos del libro Contrapunto de género y raza (editado por Idsa A. Alegría y Palmira Ríos) Marie Ramos y la Lcda. Ana Irma Rivera Lassén plantean que “la parte negra de nuestra cultura puertorriqueña es la menos apreciada y la más invisibilizada. Ana Irma se pregunta cuál es la imagen e identidad racial que tiene de sí misma la mayoría de la población de nuestro país” (Revista de Ciencias Sociales, número 15, 2007).

[1] Durante su discurso al ser galardonada por Esssence Lupita dijo:

Quiero tomar esta oportunidad para hablar acerca de la belleza, de la belleza negra, de la belleza oscura. Después de leer una carta de una admiradora, quien confesaba odiar su piel oscura hasta que me vio en la pantalla. Recuerdo una época en que yo me sentía fea. Prendía la televisión y sólo veía piel blanca, solía burlarme y bromear acerca de mi piel de sombras nocturnas. Y cuando fui adolescente, el odio hacia mí misma empeoró, como se pueden imaginar lo que sucede durante la adolescencia. Mi madre solía recordarme que ella pensaba que yo era hermosa, pero eso no era justo, ella es mi madre, por supuesto que ella tiene que pensar que yo soy hermosa. Y entonces… Alek Wek. Una modelo célebre, ella era oscura como la noche, y estaba en todas las pasarelas y en cada revista y todo el mundo hablaba de lo hermosa que era.

[2] En la investigación titulada “Why African American Women Try to Obtain ‘Good Hair’” (2007), Whitney Bellinger examinó las razones por las cuales las mujeres afroamericanas jóvenes deciden cambiar su pelo de su estado “natural” y utilizan químicos y otros productos para alterarlo. Algunas de las muchachas que Bellinger entrevistó decidieron no cambiarse su pelo por el orgullo racial que sus madres les enseñaron. La percepción y la influencia de las madres de estas chicas es de suma importancia:

Erin … always wears her hair natural because that’s what her mother does and approves of. Fran also wears her hair natural because: “That’s what my mom taught me to do.” All of the other respondents say African American girls are socialized on what to do with their hair from a young age (Bellinger p.69).

[3] Según Antonia Opiah:

The Black haircare industry is grossly underestimated, and knowingly so. Market research firm Mintel estimated the size of the 2012 market at $684 million, with a projection of $761 million by 2017 … We’re still spending a lot of money on our hair. The market remained relatively unscathed during the recession, while other industries faltered and since then Black haircare has seen moderate but steady growth… Mintel reports «Nearly six out of 10 Black consumers wear a wig, weave or extensions»…

[4] Cortes de pelo para las mujeres negras: https://www.youtube.com/watch?v=Ybu1iCGiFWU. Todas excepto tal vez dos tienen el pelo alisado. La gran mayoría de las fotos son de Rihana, hay una foto de Lauren Hill con su pelo natural y otra mujer de pelo amarantado de forma natural…

[5] El pasaje merece ser citado en su totalidad:

the idea that hair is a medium through which one can voice one’s power and the control over others one might have is predominant: “there is power associated with it and I think when people look at like ‘locks and braids, the image that brings up for us as Africans are things associated with power, like kings and queens and beauty and grace” (Banks 2000:71). Another theory is that how a woman wears her hair can tell one about what might be going on in a woman’s life or about her personality (Banks 2000).

Among teenage girls especially, parents, friends, boys, and lack of personal finances influence one’s hairstyle. (Belling p.66-67)

[6] Según la investigación de Belling antes citada:

Even around three or four years old African American children understand what “good” hair means for themselves (Lake 2003) and the social hierarchy it can create (White 2005). White tells a story of having her hair pressed each Saturday for Sunday worship services, after which her mother would tell her not to play hard so her hair would not “go back (to its natural state).” She continues on to say that “at an early age, I internalized that my natural born hair was not good enough; it was not acceptable enough to make me worthy of being presentable” (White 2005: 301). This is common among some young girls, to feel in adequate because their hair is not the way others want it to be. (p.69).

[7] Según Belling (y otros): “People show their racial pride by wearing thick tall afros on their heads to attempt to alter racist stereotypes insisting black people are monstrously ugly, undesirable, or even evil (hooks 1995)”. El pelo es un símbolo de poder y de reconocimiento. Sin embargo, desde la década de 1990, “instead of being a symbol of power, afro hairstyles have to an extent become a symbol of delinquency for males and once again of lower status for females.” (Belling p. 66).

[8] “Los niños y el pelo afro” es el título de una serie de videos creados por Ejochi Sota, mujer de descendencia africana radicada en España. En el video Ejochi habla de manera honesta y acertada sobre la importancia de concienciar a nuestros hijos e hijas sobre su pelo. Nos recomienda hablarle a nuestros hijos, en particular a nuestras hijas ya que la motivación es muy importante. Dice que para una niña, “si no la motivas y le enseñas lo mejor de tener el pelo afro… le puede coger manía… entonces hay que motivar… le hago mil peinados…” Nos da sugerencias, para no ponerle químicos al pelo que hacerle un desrizado; “le haces un corte de pelo bonito para una nena, y va más chula…”.https://www.youtube.com/watch?v=KtoFzdH-OAQ

[9] En su discurso al recibir un premio auspiciado por Essence Lupita habló sobre la belleza de la siguiente manera:

Lo que es fundamentalmente bello es la compasión hacia ti y hacia las personas que se encuentran a tu alrededor. Esa belleza inflama el corazón y encanta tu alma. Eso pasó con Patsey, la recordamos por su belleza de su espíritu, aún si la belleza de su cuerpo se desvaneció…

Y espero que mi presencia en las pantallas y en las revistas puedan llevarles a ustedes, jóvenes, en un viaje similar. Que sientas la validación de tu belleza exterior pero también trabajar profundamente en ser bella por dentro. No hay sombra alguna en esa belleza.

Lupita Nyong’o alaba la belleza negra: soñó con ser blanca”, El Universal (6 de marzo 2014).

Lista de imágenes:

1. Swide, «5 Things to know about Lupita Nyong’o», 2013.
2. Allemand, Alek Wek para la revista Glamour, 2010.
3. La supermodelo puertorriqueña Joan Smalls para la revista V, 2012.
4. Willow Smith sale de una tienda en California, 2012.
5. Lupita Nyong’o posa para lxs fotógrafxs en la alfombra roja de los Oscars 2014.

Rozanna D. Domenech Cruz

Publicado previamente en la Revista Cruce.

11 comentarios

  • Lu Mellé

    ¡Qué maravilla de post! Lo he disfrutado muchísimo, no tenía ni idea. Ha sido muy pedagógico.